Crónica de la segunda jornada del Festival Gigante de Guadalajara. Sábado femenino donde destacaron las actuaciones de Sonograma, Morgan, Aurora & The Betrayers y Amaral.


Tras la pronta recogida del viernes, volvimos a la carga a primera hora para empaparnos de música y Sandevid desde primera hora. La llegada a Guadalajara (servidora se mueve desde Madrid) no tuvo más historia que un gps caprichoso que quiso que disfrutáramos de un tour sin guía por el centro de la capital alcarreña hasta la llegada a las inmediaciones del Festival Gigante. Da gusto poder aparcar en la misma puerta del recinto. Con la hora justa bajamos del coche sin poder lanzar arroz a los recién casados de la cercana iglesia.

El ser humano es un animal de rutinas así que decidimos no modificar nuestro modus operandi: inicio en el escenario Coca-Cola y periplo festivalero por donde las notas y voces nos llevaran. Para aquellos que sean de leerse la última página nada más empezar a leer un libro, avisamos al lector: nuestro Festival Gigante terminó en Amaral. Las sensaciones de que esta tercera edición iba a ser la confirmación de una propuesta sólida y variada dentro de la oferta festivalera veraniega se confirmaron en esta segunda jornada. Jornada que también fue vital para visibilizar el estado de forma de las féminas en este país. No solo de boybands del indie vive la industria musical.

Fotografía cedida por la organización de Festival Gigante. Autoría: BIKUS.

Puntuales a la cita se plantaron los flamantes ganadores de la última edición del Sandevid Gigante: Sonograma. Litros y litros de tinto de verano y la posibilidad de tocar en el festival. Ese era el premio con el que se alzaron los madrileños, un premio que se repartió entre el público valiente que nos apostamos al sol en esta temprana hora de la siesta. Quien se acercó, poco pudo dormir ante la contundencia, energía y entrega de una banda que sigue creciendo sobre las tablas. Hace (casi) un año que se publicó su Tormenta y desde entonces sus conciertos en la capital se convierten en sold out instantáneos y su presencia como ganadores de concursos festivaleros es más que habitual. Obreros de la música que consiguieron llevar su sintonía interna a todos los espectadores (por allí también estaban Gole Yaika apoyando a sus colegas) que cantamos a pleno pulmón ‘Incandescente’ o ‘Reina del Sur’ mientras Lorenzo hacía de las suyas. El cambio de guitarra apenas se notó y la guinda la pusieron ellos mismos al invitar a la parroquia a un vaso de Sandevid. Esperemos que Sonograma vuelvan en la siguiente edición y en escenario grande. Tras ellos, movimos nuestros pies al ritmo que empezaba a imprimir Morgan en el escenario Supersubmarina. El proyecto personal de mi tocaya contó con un público más que interesante pese a tocar con toda la solanera propia de las seis de la tarde. Empezaba a notarse que el día D iba a ser el sábado. Daba gusto ver como niños y adultos disfrutaban de la emotividad que se desprendía en la interpretación que Nina ejecutaba con cada tema. Nada mejor que sentarse en el ralente césped para embobarse de su hipnótico poder vocal. Ella escondía sus nervios tras el teclado, pero nosotros no podíamos esconder una sonrisa de felicidad plena en temas como ‘Home’ o ‘Thank You’.

Dimos un giro de 180º para encararnos hacia el escenario Gigante. Allí nos encontramos con Exsonvaldes, una de las pocas presencias foráneas del cartel festivalero. Briosos, simpáticos y siempre agradecidos hacia aquellos que optaron por ver en directo su pop-rock de toques ochenteros trilingüe. Parece mentira que desde que escuché por primera vez ‘Lali’ (¿qué fue de Last.fm?), los franceses se hayan convertido en una de las bandas más queridas por el indie clásico de a pie y su presencia sea constante en nuestros festivales nacionales. Les dejamos disfrutando de unas cuantas bailarinas espontáneas en favor de escuchar durante unas pocas canciones a Verela, una de las bandas alcarreñas que formaban parte del cartel del Festival Gigante. ¿Quién quiere una imagen llamativa cuando eres un virtuoso? Eso es precisamente lo que encontramos en el pequeño escenario: una apuesta por el rock clásico sin florituras ni poses impuestas. Grupos como Verela son necesarios para que se siga respirando aire libre en la industria musical. Se acercaba la hora de uno de nuestros must por lo que visitamos los baños (festivales y locales nocturnos del mundo, el papel no es barato pero es imprescindible. Gracias), continuamos nuestra pelea descarnada con su cadena desatascadora, aplaudimos a una infante que aporreaba la batería con mejor gusto que muchos profesionales y nos acicalamos como si fuéramos a encontrarnos con el amor de nuestra vida. Casi. Quien haya escuchado la voz de Aurora García sabe del enganche que produce en tus pulsiones musicales. La fuerza que el sol empezaba a perder se extrapoló por completo al escenario que invadieron Aurora & The Betrayers. Poco importaba que las chicas de Mahou estuvieran buscando protagonistas para su polaroid festivalera: era imposible no cerrar la boca ante tamaña superioridad de talento vocal. Si juntas a una fuerza de la naturaleza con unos profesionales superlativos, el espectáculo que disfrutarán tus sentidos bien merecerá el precio de entrada pagado. Si con Morgan su delicadeza era lo que había cautivado al público Gigante, en la actuación de Aurora & The Betrayers sería la garra/desgarro de esa enorme figura que lideraba el escenario. Imposible no erizarse la piel o moverse al ritmo del soul/funky que llegaba a nuestros oídos. Más de uno seríamos los que danzábamos al ritmo de sus coristas en temas como ‘Voodoo’ o ‘Ain’t Got No Feelings’. Final apoteósico en esa lucha vocal y de guitarra el vivido en Guadalajara. Una muestra más de que las mujeres están marchando a un ritmo superior.

Fotografía cedida por la organización de Festival Gigante. Autoría: BIKUS.

Los conciertos seguían puntuales los horarios establecidos y el siguiente directo a degustar fue el ofrecido por los veteranos Second. Sus seguidores ya habían empezado a tomar sus posiciones en una jornada que subió claramente el aforo ocupado y que dejaba muestras del fanatismo al apostarse estos ante las vallas de seguridad mientras tras sus cabezas se vivía uno de los conciertos de mayor voltaje del festival. La masa estaba ávida de cantar a pleno pulmón temas que sentían parte de su biografía como ‘Primera vez’, ‘Rincón Exquisito’ o ‘Mañana es domingo’. Bien podía haberse quedado Sean Frutos sin voz que los presentes hubieran coreado todo su playlist. Mientras los murcianos se bañaban en sus masas, aprovechamos para hacer una visita a la zona de restauración, disfrutar del buen rollo que imprimían Ryser & The Lemons al escenario Coca-Cola, la prueba de sonido (y un par de temas) de Valparadiso y meternos un kebab entre pecho y espalda. Delicioso. Sin duda el food truck donde había más espera. Juancho y compañía (hubo momento para la presentación de las novedades de la formación) subieron al escenario con cierto nerviosismo aún a sabiendas de que el público iba a acoger a Sidecars con los brazos abiertos. No debe ser fácil vivir bajo la sempiterna comparativa entre tu música y la de tu hermano, la verdad, aunque tengas la certeza de que el público sea generoso y os comparta a los dos sin necesidad de tutelas compartidas. Concierto correcto y gustoso para aquellos que gusten del pop rock en español heredero de Tequila y compañía. O para aquellos que ven oportuna la hora como inicio del barrido que la patrulla de ligoteo realizará dentro de su radar durante las últimas horas. Hay que echarle un vistazo a la caza antes de que las dioptrías del alcohol actúen de manera independiente. Nosotras aprovechamos para hacernos con nuestro último mini antes de que se colapsaran las barras: precios moderados acordes con los que servidora se encuentra habitualmente en fiestas populares madrileñas.

El campo de fútbol empezaba a asemejarse a las playas de Cullera en pleno agosto: abarrotado hasta los topes aunque de tanto en tanto encontrabas un espacio desde donde divisar desde la distancia las actuaciones. No quisiera haber sido fotógrafo llegado este punto de la noche: ante la falta de foso, una debía decidir qué conciertos fotografiar para apostarse impertérrita en las primeras filas. Eso de que el Festival Gigante llegó a su máximo de entradas vendidas no es ninguna mentira y cualquiera que haya estado allí en la segunda jornada sabe de lo que hablamos. Le tocaba el turno a unos Miss Caffeina más rubios que nunca. Más rubios y más contundentes. Con su último disco, Detroit, Miss Caffeina, han llegado a los oídos de todo aquel que no tenga la enfermedad de etiquetar sin remedio ni la expresión contrariada cuando se dice que una banda indie ha sonado en una radiofórmula. El pop es pop y quien no quiera entenderlo que mire para otro lado. Enérgicos, seguros de sus canciones, precisos en ejecución y efectivos en su puesta en escena. Entregadísimo el público con temas primerizos como ‘Mi rutina favorita’ o en sus últimos temas como ‘Oh, sana’. Tanta entrega hizo que ese fervor se viera exteriorizado tras recordar viejos sentimientos: una pareja vecina que discutía abiertamente. No siempre los recuerdos positivan. Como no podíamos servir de ayuda, nosotras mientras disfrutábamos de ‘Mira como vuelo’. Durante su actuación nos escapamos un segundo al escenario Coca-Cola, pero por desgracia solo pudimos ver como Shinova tenía problemas de voz en su microfono en sus primeros temas. El tiempo es oro y volvimos sobre nuestros pasos como seguidoras de manual y retomamos nuestras posiciones. Miss Caffeina han sabido dar el paso al frente para no quedarse solo en un sonido bonito ideal para post-adolescentes en plena ebullición melodramática.

Fotografía cedida por la organización de Festival Gigante. Autoría: BIKUS.

Dos de los pesos pesados del cartel estaban a punto de llegar a un Festival Gigante en el que quedaban menos horas de vida que de desarrollo. No queremos hacer subir al ring a estos dos grandes de la canción, pero en nuestra humilde opinión la voz femenina ganó por K.O. Imaginamos que los acérrimos de Quique González tendrán un pensamiento diferente. Quique González salió en compañía de su banda (Los Detectives) al escenario Supersubmarina para dar un concierto acorde a su estilo y a su último disco, Me matas si me necesitas. Sin aspavientos, sin una nota por encima de otra y fiel a sí mismo. Pese a contar con una banda de relumbrón o con la atractiva presencia vocal de Nina en ciertos temas, para aquellos que no somos seguidores habituales se nos hizo un directo un tanto plano al que encontramos fuera de horario (e incluso de lugar). Por nombre y desarrollo bien lo merece, pero quizás por cuestiones de estilo significó una bajada de ánimos tras unos efusivos Miss Caffeina. Aunque se le añada un poso rock potente, el ser cantautor conlleva ciertas limitaciones que se miden en una regla bien sencilla: ser o no ser fan para disfrutar en mayor o menor medida de su concierto. Eso sí, acabé desgañitándome cantando ‘Vidas Cruzadas’. Los paletos de ciudad somos así. Tras este pause autoimpuesto llegó el auténtico ciclón del festival: Amaral. Si decimos que este Festival Gigante destacó por la fuerza de sus intérpretes femeninas, parte de esa (dulce) culpa la tiene Eva Amaral. El estadio estaba sin espacio posible para un alfiler e imagino que nadie estaría esperando a que algún baño se liberase: todos estábamos expectantes a que los aragoneses demostraran qué es lo que hace grande a una banda: su directo. Amaral presentaron Nocturnal, su último trabajo, en directo aunque no dejaron de lado algunos de sus mayores éxitos pasados (y damos gracias porque olvidaran algunos de sus más conocidos y manidos). Al fondo unas proyecciones ilustraban los nuevos temas con motivos espaciales mientras que imágenes del directo se repetían en clásicos como ‘Sin ti no soy nada’ o ‘Moriría por vos’. Smartphones en alto mientras grababan el audio a enviar con fragmentos de ‘Estrella de mar’ o ‘Revolución’ a seres queridos con los que compartir ese momento especial. No es ningún secreto que Eva Amaral posee una de las voces más conmovedoras y desgarradoras del actual nacional, pero no deja de sorprender su capacidad para erizarte el vello en cada nueva cita con el directo. Amaral nos hicieron viajar a una galaxia paralela donde la escucha activa y el olvido de cualquier preocupación se reunió con los lugares comunes. Amaral, directa o indirectamente, ha estado presente en algún momento de nuestras vidas y es imposible negarse a ello. El acto sentimental de los recuerdos se une con la energía y experiencia de unos músicos que siguen disfrutando con lo que hacen. Recomendación final: pon un concierto de Amaral en tu vida. En serio.

El reloj pasaba de las previstas dos de la madrugada y al otro lado los bajos de la electrónica de Monarchy empezaban su danza macabra. Después llegaría el momento de los luminosos Grises, pero nuestro cuerpo y mente no daba para más. Marcharse en pleno apogeo o sufrir en el final de etapa. Pese a ciertos problemas de sonido, los citados con el reciclar, baños y los fosos en los escenarios, la tercera edición de Festival Gigante terminó con un balance muy positivo en su año más versátil y multitudinario. Yo ya estoy haciendo quinielas para la próxima edición. Guadalajara lo merece.

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