La mítica banda Los Toreros Muertos, liderada por Pablo Carbonell llegaba a Granada con ganas de arrasar, de presentarnos el que presumiblemente será su próximo álbum, el Colegio Público Javier Krahe, y lo hicieron con matrícula de honor.
Los Toreros Muertos salieron con aproximada puntualidad y disfrazados (como de costumbre), esta vez, para la ocasión, de colegiales. Salieron dando todo desde el minuto uno, con ‘A tu casa‘, ‘Antípodas‘ o ‘Manolito‘, desatando la primera gran oleada de aplausos. Fuera nerviosismo, dentro sudor. Many Moure, bajista, ya lleva tres copas a la tercera canción, alegando que las anteriores «se le habían caído», y Pablo le contestó con una sincera y contagiosa carcajada.
(Sinceramente creo, y lo comprobaré a lo largo de la noche, y del día siguiente, que Pablo Carbonell tiene la risa más sincera, y contagiosa con la que me he encontrado)
Turno para el clásico del maestro Javier Krahe ‘¿Dónde se habrá metido esta mujer?‘, una suerte de canción irónica y frívola, impensable en estos días, y le sigue ‘Pilar‘, otra frívola y divertida canción que no deja de ser una crítica la posición de la mujer en la sociedad, en este caso, el de una joven a la que nadie querrá porque tiene un hijo y por no tener grandes pechos. Quizá la música jocosa, el kazoo, o los chincha rabiña le quitan oscuridad a la canción.
Le sigue ‘Sábanas de seda‘ y ‘Teruel‘, canción de amor hacia Teruel y su falta de interés en general, ‘Un burdo rumor‘ y uno de los primeros éxitos de la banda, canción esperada con ansias, ‘Yo no me llamo Javier‘, donde el público parece haber vuelto a la década de los ochenta, e incluso por momentos creo visualizar un cardado. Falsa alarma.
El escenario se ha convertido en una orgía de papelillos y serpentinas, dignos del mejor domingo de carnaval en Cádiz, y las siguientes canciones son ‘Hoy por hoy‘, y precisamente ‘Hoy es domingo‘, donde Pablo Carbonell hace uso de su maleta de juguetes (elementos de percusión, bocinas, pandereta…), para recoger un pequeño pájaro que hace sonido con agua, desatando la carcajada general, dando paso a ‘No todo va a ser follar‘, otra obra maestra del inigualable Krahe, seguida de ‘Bicicleta estática‘, donde Pablo bromea sobre el parecido de la canción a la música de Miguel Bosé.
Ante los olvidos de las letras (a pesar de tener un libro en un atril con todas las letras), el sentido del humor siempre ha sido el santo y seña del grupo, así que no hay ningún problema, balbuceo, risa, y dejar pasar una nueva rueda de acordes hasta el siguiente intento de verso, esta vez, ‘La tormenta‘, para dar paso al momento de máximo éxtasis general, y es que no en vano, ‘Mi agüita amarilla‘ es una de las canciones emblema de la década de los 80 (más adelante entraremos en ese río en profundidad), pero, es el buque insignia que les catapultó a la fama en una apuesta de lo más arriesgada.
Ronda final del concierto, con ‘Paréntesis‘, la odisea espacial que emocionó a Bowie (o no) ‘El último mono de la NASA‘, ‘Nembutal‘, ‘Bum bum 1789‘ y ‘Nos ocupamos del mar‘.
Planta Baja tiene la obligación de acabar los conciertos a las 00:00, tenemos suerte, son las 23:40. No tenemos tanta suerte, Pablo entiende que son las 23:50. Así que nos despedimos con los dos primeros bises, ‘Cromosoma‘ y ‘Hasta siempre‘.
Pocos grupos pueden dar un concierto tan agotador, dejándose clásicos (pedidos a gritos por el público) como ‘Los toreros muertos‘ o ‘Soy un animal‘, pero, así son Los Toreros Muertos, un grupo dispuesto a romper con todo.
Sobre las nuevas versiones de Javier Krahe, como ya hemos dicho, matrícula de honor. Todo un acierto, en lo musical, y en quién pone voz a sus clásicos. Poca gente puede versionar a Krahe sin hacer el ridículo, y Pablo Carbonell es uno de los afortunados.
Tras dormir como un bebé, a la tarde siguiente Pablo Carbonell vuelve a escena, esta vez presenta sus memorias, El Mundo de la Tarántula en la Feria del Libro, con el ciclo de libros musicales organizado por Nani Castañeda (Niños Mutantes).
Pablo llega con cierto retraso (diez minutos de cortesía), nervioso a causa del café y con la caseta a rebosar. Se ventila la conferencia en veinte minutos, cuando se suponía que duraría el doble. Airea anécdotas, bromea con el público, saluda a caras reconocidas de la noche anterior, y coge la guitarra para seguir dando forma al libro, y su nueva obra de teatro, basada en el mismo. Lo hace cantando fragmentos de ‘Hurricane‘ de Bob Dylan (gran versión e imitación) o canciones que escuchaba en la radio a escondidas.
Da turno a preguntas, donde hablamos sobre la libertad de expresión en los años 80:
La bola de cristal fue un programa muy permisivo pese a ser infantil. Criticábamos la escena política, nos metíamos a diario con Ronald Reagan, luchábamos contra todo, pero incluso por esas fuimos censurados, por ejemplo, por Disney, que no nos dejó sacar ninguna imagen de personajes propios. En aquellos años también sufrimos censura y persecución, Javier Krahe fue perseguido física y musicalmente por el gobierno por culpa de la letra de ‘Cuervo Ingenuo‘, que hemos querido homenajear en nuestra nueva imagen.
Sobre los límites del humor (debate que no puede faltar en estos días):
Creo que claro que hay límites en el humor, no puedes, o no debes poder insultar a alguien libremente y sin ningún contexto. Pero, tampoco creo que sea posible lo que le ha pasado a Cassandra, no veo normal que vayas a la cárcel por un chiste. Piensas que somos tontos, así que ellos nos dicen lo que podemos escuchar y lo que no, como si no tuviésemos capacidad de decidir qué nos interesa y qué no.
O sobre ‘Mi agüita amarilla‘:
Esta canción, que no deja de ser la historia de un borracho que piensa en cómo se extenderá su propio meado, ha sido analizada en revistas sobre psicología, sobre por qué el individuo cree que el entorno será afectado por su orín y no al contrario. Ha sido llevado a libros de texto en holandés para aprender castellano y versionada a varios idiomas. Lo que empezó como una broma, acabó siendo realmente trascendental, como la propia agüita amarilla.
Siento no recordar cada palabra y cada tema de conversación, pero, fueron dos grandes días para el recuerdo general.
Solo puedo dar las gracias por su amabilidad a Pablo Carbonell, y decir que espero que nos volvamos a cruzar pronto, en solitario o con Los Toreros Muertos.