El Cartagena Jazz Festival acogió el pasado viernes 6 una noche de lo más heterogénea e internacional con el folk de Iron & Wine y el jazz fusión de Richard Bona


Me dirigía al Nuevo Teatro Circo tras la presentación del libro ‘Indies, Hipsters y Gafapastas’ de Victor Lenore, perteneciente a la sección literaria del festival,  preguntándome si Sam Bean en solitario estaría a la altura en un espacio capaz de acoger a tantos espectadores al igual que en un local más íntimo, y vaya si lo estuvo.

Se supone que el estadounidense venía a presentar su disco de rarezas Archive Series Volume No.1 (2015), álbum que recoge temas anteriores a la creación del proyecto Iron & Wine, pero un elegante Sam vestido de negro con su copa de vino tinto en mano da la bienvenida preguntando qué temas quiere escuchar el público. En apenas segundos comienzan a escucharse diversas peticiones en todos los rincones del teatro.

El concierto contó con un añadido, Cartagena es una ciudad universitaria y, por lo tanto, cuenta con muchos estudiantes Erasmus. Tal vez fueron estos jóvenes foráneos los que le dieron ese toque informal y de humor a la noche, cosa que el artista agradeció sorprendido ante la gran acogida de los presentes. El espectáculo fluyó de una manera tan natural y espontánea que los espectadores expresaban su agradecimiento tras aceptar Sam las peticiones.

Puede que el folk no tenga mucho que ver en un festival de jazz, pero es de agradecer. Dos guitarras y un micrófono le bastaron a Iron & Wine para cautivar al personal con sus acordes y letras. El broche final lo puso un atrevido ‘Flightless Bird, American Mouth’ a capela.

   

Termina el concierto y desaparecen los Erasmus, tras unos minutos de espera sale ese compositor camerunés cuya música encaja más con el evento. No era la primera vez que Richard Bona actuaba en el Cartagena Jazz Festival, tras los primeras temas el bajista presentó a una banda, de lo más variada en cuanto a nacionalidades, capaz de sorprender con unos ritmos funk a la guitarra y unos ritmos de trompeta unidos al bajo del propio Bona. Un verdadero virtuoso del bajo, sin duda, pero lo que más admiro de este hombre es su gran registro de voz que le permite pasar de un tono grave a otro agudo sin ningún problema, haciendo de su directo algo maravilloso. A base de unos “loops” que él mismo iba grabando en solitario fue capaz de preparar una canción con su propia percusión y el divino recurso de su voz, una obra que podría inspirar a su país de origen.

 

Esta vez no hicieron falta agentes externos para apoyar el concierto, a Richard Bona se le da especialmente bien el espectáculo, hasta se atrevió a cantar en español con el clásico ‘Quizás, Quizás Quizás’. El artista, ante tantos aplausos y deseo de bises, volvió a salir con su contagiosa sonrisa tras despedirse diciendo que ya era muy tarde, pero sus ganas de diversión parecían pedirle más. Una improvisación bautizada como ‘Cartagena Sleepy Song’ fue la sutil forma de coronar la noche con un público que no quería marcharse.

   

En resumen, Iron & Wine y Richard Bona hicieron de aquel viernes un Cartagena Jazz Festival de lo más heterogéneo e internacional.

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