Los madrileños Toundra presentaron su cuarto disco en la Sala REM de Murcia, un potente directo de rock progresivo que engatusó a un público exigente.


El pasado sábado 23 de mayo pudimos disfrutar de una noche inmensa de rock progresivo en Sala REM en pleno centro de Murcia. El par de grupos que conformaron el cartel de la noche fueron un grupo recién formado como Galgo y los madrileños Toundra, la gran sensación del rock instrumental nacional que ya han pasado por festivales tan dispares como el FIB en Benicàsim hace un par de años o el recientemente extinguido 101 Sun Festival en Málaga el año pasado.

La noche la iniciaron los Galgo, un dúo formado por un guitarra y un batería cuya fama sobre los escenarios es inversamente proporcional a su calidad como artistas, si bien es necesario apuntar que poco de ellos se conoce. Durante un concierto breve de poco más de media hora, el par nos transportó con sus sonidos cálidos acompañados de visuales que aludían a imágenes de la naturaleza para hipnotizarnos con sus distorsiones de guitarra y sus golpes de baqueta.

Como digo, de fama quizás carezcan, pero el guitarra no parecía un novato en estas lides. Un dúo de rock progresivo puede ser una idea que dé pereza al personal o que pierda fuelle a la hora de mostrarlo en directo, pero aquello no pudo ser más potente. El guitarra sabía jugar de tal forma con su guitarra y las distorsiones que era capaz de llenar el hueco dejado por un bajo o cualquier otro instrumento extra, que lo que sonaba parecía estar creado por más de dos personas.

Además, el grupo era capaz de dejar el alma en el escenario. Cada tema, cada nota, eran capaz de vivirla y contagiar ese entusiasmo al propio público que no les conocía. Y entre tema y tema nada, ni un mísero descanso, ni aun cuando los propios músicos exhibían su propio agotamiento con ríos de sudor naciendo de sus cabezas desde el inicio del concierto, poco antes de terminar el tercer tema. Desde luego, el grupo Galgo fue una sorpresa de teloneros para cuantos estábamos allí.

Al rato de acabar el concierto de los ilicitanos, unos visuales formados por una pantalla completamente roja estática y los sonidos de cantos de pájaro de fondo nos alertaban de que el cabeza de cartel de aquella noche, Toundra, estaban a punto de mostrarse sobre el escenario. Y allí apareció el cuarteto formado por dos guitarras, un bajo y un batería, con el bajista central haciendo uso de vez en cuando de un sintetizador analógico que también se encontraba sobre el escenario. Empiezan con un tema lento, Strelka de su recién estrenado cuarto LP, ante una sala medio llena. Pero la sala, que merecía una mayor afluencia, no tardaría en tronar.

Las distorsiones vibraron en el ambiente, aliñando su sonido a medio camino entre el post-rock y el rock progresivo, pasando por temas de su último álbum como Lluvia, Belenos u Oro Rojo, pero sin obviar clásicos de sus primeros álbumes como Magreb o Bizancio. No había quien se pudiese estar quieto ante tamaños sonidos, impresionante la maestría que denotaban, mostrando a una gran parte del público que tomó escasos descansos para parar sus incansables botes.

Sin embargo, era extraordinario la forma en la que reaccionaban ante aquella música la infinidad de parejas que habitaban la REM aquella noche. Toundra no puede evitar la gran sensualidad que ha adquirido su sonido y la mayoría de sus temas, es por ello que el ambiente se volvía cada vez más pasional entre los amantes que nos rodeaban según iba sonando cada nuevo tema. Pero tanto los que venían en pareja como los que no forzaron a la banda, nada más acabar el concierto, a grito de “otra, otra” a volver con un bis con solo dos temas que nos dejaron con ganas de más, mucho más. Y ante tamaña epicidad de concierto, con la gran respuesta del público, los propios artistas que no llegaron a articular palabra, se dirigían a los asistentes esgrimiendo y ofreciendo sus instrumentos a los mismos, agradeciendo su complicidad.

En realidad es difícil definir mejor este concierto y más cuando pertenece a un género musical que elude la palabra para expresarse artísticamente, un grupo que incluso obvia usar la palabra para nombrar sus propios discos. Es difícil, en general, encontrar palabras para definir lo que es un concierto de Toundra. Y dicen que el objetivo del verdadero arte, de las verdaderas obras maestras, es evitar que sea posible describirlas con palabras. Y estos madrileños lo han conseguido.

Fotografías de Sergio Mercader

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