Proyecto Waikiki organizaba el pasado 12 de Junio otra de sus fiestas locas con las que lo llevan petando desde principios de este 2015. En esta última, la electrónica en diferentes vertientes pop-rock gracias a Belöp, Rusos blancos y Mirémonos  me hicieron pensar que siempre que hay un Waikiki -sea de garage, rock o, como en este caso, electrónica- las sensaciones una vez dentro siempre juegan a favor para disfrutar de un buen espacio de música en directo.


Antes de ir para Tabóo estaba en casa frente al ventilador intentando no derretirme del calor que comenzaba a freír cerebros en Madrid, y que aún sigue (y lo que queda). Estaba inquieto antes de salir de casa, ya con la sombra ocupando las calles de la ciudad, tenía mas ganas que nunca de ir a Proyecto Waikiki. Esta edición se aventuraba distinta, pero daba igual. Desde la primera fiesta me empapé de la frescura que transmitieron The Saurs y la locura que se vivió con Mahalo y The Parrots en la primera edición. Esta vez se preparaba la entrada al verano con un cartel con grupos que desconocía, pero de Waikiki me fío mas que del caserío y, a veces, la música va de eso, ¿no?, de descubrir nuevas bandas y que te hagan disfrutar mientras los ves sobre un escenario con gente que apuesta por buenas bandas independientemente de su posición en su estrato en el panorama musical a fin de ser plataforma para nuevas bandas y otras que están mas asentadas.

Mirémonos. Foto de Aida Cordero

Con estas sensaciones debieron salir los cuatro chavales que forman Mirémonos. La banda mas joven de la noche arrancó los conciertos con la fuerza de caballos desbocados que infunde el indie rock de los madrileños. Fueron a por todas. Se mueven como pez en el agua sobre el escenario, pero también saben cómo meterse a la gente en el bolsillo. El cantante recuerda en ciertos momentos a Elvis con su movimiento de caderas, de rodillas y ese tupé que se mantenía inamovible mientras explotaba de rabia con ‘El Saber que da La Muerte’ y ‘Porno’.  Se les notaba cómodos y bien asentados sobre el alto del escenario, el cantante pedía que la gente se acercara un poco mas, cuando de repente anunciaron una versión de ‘Helter Skelter’ que se alargó durante mas de 6 minutos, pero que podría haber sonado en bucle durante toda la noche y no me habría importado en absoluto, pero era su penúltimo tema antes de que tocaran ‘Parece Carnaval’ y se despidieran de un público que terminó reconociendo el saber hacer de estos chicos antes de recibir a la siguiente banda.

Rusos Blancos eran los siguientes en ocupar el escenario y desplegar su sonido cargado de matices en Tabóo. Era momento de experimentar algo distinto de manos de una banda con mas recorrido y músicos con mas bagaje e inquietudes traían el minimalismo a Waikiki y letras agridulces envueltas en bases electrónicas y synthes. Pero es una banda compleja que se divide en dos partes bien diferenciadas cuyo nexo de unión es la voz. Y esto se aprecia también sobre el escenario. Al lado izquierdo se encontraban los teclados y los instrumentos MIDI, al derecho el bajo y la guitarra para conformar la parte clásica- constantes y en la sombra- y en el centro Manuel Rodríguez a la voz. Ambas partes coexisten con paz y tranquilidad mientras su música nos llevaba a un sitio en el que no había estado nunca, algo así como un purgatorio que se sitúa entre el cielo y el infierno en el que su EP, Crocanti, salió victorioso y refrescaba igual que el helado que aparece en su portada. Resultaba realmente hipnótico. Aunque no lo tuvieron del todo fácil, porque la guitarra daba ciertos problemas y perdía la señal en algunos momentos en el tramo medio de su actuación. Detalles técnicos aparte, su momento álgido llegó con ‘A Otra Con Esas’ con la que cerraron su concierto en Proyecto Waikiki, dejando el bandeja la entrada del último plato de la noche.

Rusos Blancos. Foto de Aida Cordero.

Era entonces momento del postre, era el momento de Belöp. Me gusta el dulce y siempre me gusta dejar hueco para saborearlo todo lo que pueda, pero como a os había dicho era una carta a ciegas, y no esperaba prácticamente nada, sólo quería disfrutar de las bandas que había esa noche. Pero mas que un postre fue una contundente mariscada traída directamente desde Vigo (Redondela) a Madrid.

A priori, por experiencias anteriores de quien os escribe, un trío con una propuesta como la que defiende Belöp suele traer dificultades para llevar al directo, por falta de intensidad con respeto al formato físico o porque se pierden instrumentos al defender el directo. Para nada fue así. Los de Vigo venían acompañados de su técnico de sonido, lo cual fue un verdadero acierto, y supieron aprovechar bien el viaje a Madrid porque desde el primer momento el volumen había subido un par de puntos con respecto a las anteriores bandas. El bombo hasta retumbaba un poco en las costillas, recordándome esa sensación de acudir al festival. Íbamos a echar el resto de la noche que quedaba en Waikiki moviendo bien el esqueleto y lo recibíamos como “agua de junio” para bajar el calor que no se iba ni con la cerveza mas fría del mundo.

Belöp. Foto de Aida Cordero.

Sin embargo, a veces me quedaba mirando inconscientemente al trío llevado por la curiosidad que me provocaba escuchar algo de este nivel en ‘Far From Home’ a mitad de su concierto, y con el que meterían después la marcha necesaria para llevar muy alto el sonido del viernes con canciones nuevas y también con “hitazos” como ‘It’s not enough’ y ‘I will take it up‘ con las que terminaron de convencer a todos los que estábamos presentes en la sala con ese “soniquete” característico de Belöp que sigue la estela que me recuerda a ‘Girls and Boys’ de Blur, y gracias también al tándem que surgió cuando espontáneamente subía con ellos el cantante de Mirémonos para terminar mezclándose con el público y sacando la garra necesaria para cerrar una noche de espectáculo.

Esta vez nos faltó el Dj Set ofrecido por Javier Lorbada, única fiesta en la que ha faltado para colmar el post concierto de temas de todos los colores y décadas, pero la gente se resistía a salir, y los que dejaban la sala lo hacían con esa sonrisa esbozada en la cara después de haber estado en un buen concierto. Mi noche continuaría bebiendo chinolata por las calles de Malasaña pensando cuando anunciarían el siguiente Proyecto Waikiki. No Waikiki, No Party.

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