La ciudad de Cádiz se volcó una vez más con el No Sin Música 2017, en el que en su quinta edición pasaron más de treinta mil personas.


El No Sin Música es como esa flor que crece en tu descuidado jardín, un pequeño milagro que parece sobrevivir entre la maleza y que muestra lo mejor de sí misma en primavera. En el caso del festival gaditano, su época de esplendor está en el verano, pero solo los que están dentro saben lo que es luchar contra viento y marea (no olvidemos que esto es Cádiz) para que un evento de tres días de duración en pleno centro de la ciudad salga adelante. Nunca más una Cádiz sin su festival musical de pop rock.

Fotografía de Ismael Díaz Paúl.

Con un día más de duración, el No Sin Música 2017 abrió con El Kanka. El malagueño, que poco a poco va escalando posiciones en esa pared vertical que es la escena española, ofreció un concierto serio –le sobran tablas a él y a sus compinches- a la par que divertido, dejando claro que la indiefórmula no es la única forma de acceder a grandes escenarios. Tenía difícil destacar El Kanka en un jueves con Iván Ferreiro, León Benavente, Amaral y Sidonie, y aún así, lo hizo. Tras la frescura de Juan Gómez, apareció sobre las tablas gaditanas Iván Ferreiro y por todos es sabido que es imposible decir no a un concierto de este señor. Ya sea sobrevolando su esplendoroso pasado o su brillante presente –cómo suena Casa en directo-, Ferreiro se hizo con la costa gaditana, coronando su concierto con la eterna ‘Turnedo’.

El cambio de tercio sobre el Brugal Stage lo ofrecieron unos siempre agresivos León Benavente, que pese a ciertos problemas de sonido se hicieron rápidamente con el mando en el recién estrenado turno de noche. Su fin de gira entristecerá a mucha gente, pero si el sueño de la razón produce monstruos, qué no hará la actualidad española en la cabeza de Abraham Boba… Si por mí fuera, con tal de que no bajaran del escenario, les enchufaba un gotero: el capitalismo es así. Entre tanta tralla, apareció Amaral y las revoluciones bajaron, ya sabéis, a veces hay que bajar el puño. Eva y Juan, Juan y Eva, han sido capaces de hacer una transición perfecta entre lo comercial y lo alternativo, demostrando que la música es música y que tú, querido elitista cultural, te sabes sus canciones al igual que tus vecinos (esos que se van a coger sitio a la playa a las ocho de la mañana). Pocas bandas españolas tendrás la capacidad de desplegar tal cantidad de sencillos en directo, pocos grupos podrían dedicarse al instrumental dejando al público cantar. Amaral es uno de ellos.

La noche la cerraron unos Sidonie tan activos como siempre. Pasarán los años, se sucederán las bromas con respecto a su nombre –he de reconocer que Sidanie es tan ofensivo como gracioso- y ellos lo seguirán sellando en los carteles festivaleros. No saben dibujar un perro pero saben lo que nos gusta: el pop. Quizás la reciente caída en desgracia de Arcade Fire para Pitchfork le abra los ojos a una nueva generación, pero sabemos que no, sabemos que la crítica sigue guiando nuestros oídos. El peor grupo del mundo seguirá recorriendo carreteras infinitas al grito de unas luces de neón que si bien no son suyas, ellos han sabido comprenderlas y adaptarlas a su cometido: que el público goce. Gracias por colarnos en vuestra fiesta.

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