Quilt ha sido una de las mejores noticias gracias a Plaza, un delicioso álbum que combina lo mejor de la psicodelia pop con el encanto del folk.


La psicodelia ha vuelto a pasar de moda, pero no ocurre nada. Es un género tan rico y que exige tanta calidad, que siempre ofrecerá buenos productos. Quilt nunca han vivido en sus carnes el éxito, aunque la crítica siempre los ha tratado muy bien. Los de Boston, cuya alineación está formada por John Andrews (vocalista, batería), Anna Rochinski (vocalista, guitarra, órgano), Shane Butler (vocalista, guitarra) y Keven Lareau (vocalista, bajo), llevan desde 2009 sacando música de calidad, y su último álbum, titulado Plaza, continúa la senda de sus predecesores.

Plaza suena equilibrado, alegre, con gancho, y cuyo sonido es apto para todos los públicos. No resulta difícil de escuchar, más bien al revés, su complejidad -que existe a bajo nivel- es un acicate para repetir y agudizar el oído a lo largo de las múltiples escuchas. Si la psicodelia fuese comercial, Quilt estarían vendiendo unidades de Plaza como churros. Sin embargo tendrán que conformarse con ser los autores de uno de los mejores trabajos de pop psicodélico de 2016. Tampoco es mal premio.

El sonido que Quilt ha imprimido en Plaza une las mejores vibraciones de ambos lados del Atlántico en un viaje que se alarga por tierra hasta la Costa Oeste de los Estados Unidos. Quilt, que como he dicho, son de Boston, han logrado sumar la alegría y el tono juguetón de la psicodelia británica con el sonido jipi de California. Todos sabemos que el puerto de la capital del estado de Massachusetts es un lugar clave en la historia de la independencia norteamericana, este álbum logra unir lazos entre el Reino Unido y Estados Unidos, los dos países que han dominado el mundo en los últimos siglos. Un dominio que se ha trasladado a la música también.

Plaza comienza con ‘Passerby‘, en la que Rochinsk toma el papel de protagonista en las voces. Destaca el ritmo de la batería, lento y constante, además de las continuaciones que desde el teclado se hacen de los versos de Rochinsk. Por construcción, es un tema cercano a Temples, aunque carente de la complejidad que los de Kettering atesoran y expresan en su obra. Los efímeros solos de guitarra también evocan a los británicos, muy dados a adornar cada segundo. Sin lugar a dudas es un buen comienzo, ‘Passerby’ cumple con su función de enganche a las mil maravillas. ‘Roller‘ agrava el tono y parece buscar ambientes más oscuros, los diferentes pasajes en los que se divide el tema evitan que puedas distraerte, y la batería cuasi motorik nos guía a lo largo del corte. ‘Searching For‘ recuerda al ‘Where Will You Go‘ de Jacco Gardner en el estribillo, si bien el ritmo es más rápido y alegre que en el tema del holandés. ‘O’Connor’s Barn‘ cambia de tercio, y por fin vemos algo de ácido norteamericano, con unas guitarras alegres y juguetonas, acompañadas por una voz más templada y que no teme el tono de súplica llegado el momento. El juego de guitarras termina por constituir un tema que puede ser considerado como single sin temor alguno a la categoría de la palabra. El interludio central, con aires a la melodía de ‘Arnold Layne‘ completa un corte completo y singularmente sesentero. ‘Eliot St.‘ es genuinamente californaniana, siguiendo el camino abierto por su predecesora. Como en ‘Searching For’, volvemos a toparnos con un cambio vocal, siendo Andrews el encargado de cantar. El tempo bajo permite navegar sobre aguas tranquilas, una sensación -la de la tranquilidad- que la canción es capaz de inocular en el oyente. Continúa el disco, y desde Quilt aprovechan la aparente parálisis creada anteriormente, para acelerar en ‘Hissing My Plea‘, y crear un efecto de contraste. No es una canción rápida, pero por momentos no solo es alegre, sino que además es bailable. ‘Something There‘ es el aviso de la cuesta abajo que tiene este Plaza al final. No es que baje la calidad, es que las revoluciones hacen que el motor de Quilt rinda mejor. El papel de la banda es este, nada de riffs alocados, nada de instrumentales eternos. La clave está en la sencillez y en la calidez de todas y cada una de sus composiciones. ‘Something There‘ es una bonita canción de veraniega, sin apenas connotaciones del dream pop del hacen gala. Es simplemente pop preciosista. ‘Padova‘ es lo más experimental que vamos a escuchar en el trabajo, y logra explorar el lado más folk del grupo, aquel que rebusca en la cultura americana original, la que existía antes de la llegada de los colonos. Los tambores chamánicos y el slide de la guitarra parecen estar invocando a los espíritus nativos de la música. Un arma más en la recámara de unos Quilt que tienen la calidad suficiente como para sorprender a estas alturas. ‘Your Island‘ es otro potencial sencillo. Corta, alegre, con una guitarra solista a buen nivel, y un estribillo fácilmente tarareable. ‘Own Ways‘ cierra Plaza por todo lo alto. Es la canción más larga, y de nuevo aparecen ecos de Gardner y de su álbum de debut –Cabinet of Curiosities– en concreto de ‘The One Eyed King‘. Sin embargo la deriva que siguen los de Boston es muy diferente, desembocando en un sonido a mitad de camino entre el britpop y el rock clásico, algo posible gracias al virtuoso uso de los instrumentos de cuerda.

Plaza es un trabajo eminentemente de los sesenta y que bebe de buenas sustancias: aquellas que solo dan buenos viajes. Quilt han logrado un disco soleado, que rezuma felicidad. Hipnótico pero no apabullante. Plaza domina los sentidos desde la distancia; hace que te sientas bien sin invadir tu mente, y sin embargo, cuando te das cuenta te está teledirigiendo. Con una base de pop y numerosas trazas folk, el disco estaría encuadrado dentro de la etiqueta del dream pop más artesanal. Por último, destaca también la cohesión entre temas, fruto de unas voces cristalinas, una instrumentación limpia, y una atmósfera siempre optimista. Si te gusta el Revolver de The Beatles, Plaza -a su forma- te atraerá. Las tardes de primavera y verano han ganado otro disco que les haga las veces de banda sonora gracias a Quilt.

 

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