Requiem for Myself suena oscuro y frío, pero sobre esas cualidades destaca el talento de Weinf, que acaba iluminando la escena a base de deslumbrantes riffs y letras sencillas pero directas.


Dani Ruiz, el músico tras Weinf, ha logrado algo muy extraño: que uno se sienta cómodo despidiéndose. Requiem for Myself es un adiós continuo, en el que incluso los dos interludios (‘Estepa’ y ‘Ecuador’) inciden en el concepto del álbum. El resultado es una obra redonda, rebosante de calidad, llena de recovecos y que ataca de pleno al blues como género musical.

Hay mucho de melancolía y dolor en el sonido del disco, unos sentimientos que se camufla entre hipnóticos riffs y una fantasmal voz, para acabar asaltándote antes de que acabes la primera canción. Resulta interesante escuchar los cruces que Weinf efectúa con otros estilos musicales, buscando siempre el quiebro, un regate que te esperas, pero que tienes que acabar aceptando de buen grado. Los momentos más álgidos del LP se viven cuando el blues conoce a la psicodelia, como ocurre en ‘Keep my Mind Away’ y ‘Road Trip’. Aquí es donde el barcelonés saca lo mejor que lleva dentro, con melodías a veces endiabladas, a veces tranquilas y embriagadoras. El final de ‘Keep my Mind Away’ es sin lugar a dudas una de las mejores composiciones que han salido este año de nuestro país, y aunque dure menos de un minuto, estos segundos valen su peso en oro. En el directo, si Weinf continúa el desarrollo de la canción, puede asaltar el cielo a base de buen ácido y volver para contarlo.

Este Requiem for Myself es una gran noticia para el rock patrio, un álbum tintado de blues, soul y psicodelia, que embelesa al oyente y lo traslada a un lejano y pacífico mundo. Con estos ingredientes triunfaron unos tal The Doors, y no estoy diciendo que Weinf haya alcanzado este nivel, simplemente digo que no me importaría que este álbum fuese lo último que escuchase en mi vida.

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