El Proyecto Waikiki se une al club de sagas cuyas secuelas no tienen nada que envidiar a la original. His Majesty The King y Fuckaine se superaron en una noche para el recuerdo.
Waikiki es una de esas anomalías que de vez en cuando se dan, y que terminan convirtiéndose en un elemento más del paisaje. Apostar por la música en directo suena más a ejercicio de masoquismo que a buena idea, pero desde Proyecto Waikiki han demostrado que una idea, bien trabajada, puede hacerse realidad con éxito. Si la primera vez estuvimos en la Sala Taboo con Mahalo, Yakuzas y The Parrots, ahora el turno de His Majesty The King y Fuckaine en la Wurlitzer. Cambio radical de estilo y de protagonistas, pero hubo varias constantes en ambas ediciones: buena música, buen ambiente y un público fiel. ¿La fórmula del éxito? Probablemente.
Abrió la noche His Majesty The King, uno de esos grupos con los que uno no se explica cómo no son más conocidos. Y es que sonar así de bien, armados “tan solo” con una batería y una guitarra es complicado, y sin embargo, ellos no solo suenan bien, sino que además demuestran una personalidad abrumadora sobre las tablas. Comenzaron su espectáculo con “BS” un preludio de lo que iba a ser la tónica general de su actuación, eso sí, reservándose en dicho tema la voz de Clara. Rock rápido, punzante, en ocasiones ligero, en ocasiones profundo, pero siempre certero y eléctrico. El repertorio se nutrió principalmente de su último lanzamiento, un álbum homónimo que contiene varios himnos de marcado sabor noventero. Uno de esos himnos es “Imbécil” una canción más lenta, más grave, y en la que Clara canta en castellano (la banda canta tanto en nuestro idioma, como en inglés). “Imbécil” es una canción ancla, sencilla de primeras, pero con un crecimiento continuo, inexorable, un proceso en el que el tema va obteniendo matices gracias a un provechoso uso del instrumental disponible, y una letra llena de fuerza e indignación. “This Is Love” fue otro momento álgido en la segunda noche Waikiki, de nuevo His Majesty The King demuestran un conocimiento profundo del género rock. “This Is Love” es rápida, es distorsionada, y tiene una fase de parada y arranque que la hace realmente especial.
Y como la noche iba de himnos, no podía faltar “No”, un tema especialmente profundo, en el que la batería tiene un papel más sonoro que de costumbre (lo cual ya es decir). El papel de Nacho en “No” se antoja capital, ya que sostiene a la perfección a Clara, tanto en lo vocal como en la guitarra. La letra, que invita a unirse a ella, hizo las delicias del público presente, que al contrario de lo que cantaba, estaba encantado. El contrapunto lo puso “Nana”, que pasa del rock más desgañitado a un sonido que se sumerge en el shoegaze. Ruido sí, pero mucho más controlado. Estábamos llegando al final y “Beat Around The Bush” sacó lo mejor de Clara a la guitarra, no podía acabar la noche si unos solos trepidantes, y el tema da para lucirse. Y como no, el concierto no podía acabarse sin el tema estrella de His Majesty The King. Porque sí, este dúo tiene temazos, pero “Very Cheap. Very Drunk. Very Fast.” condensa a la perfección las virtudes que poseen. Desde el público se lo agradecimos desgañitándonos y con unos buenos pogos. El estribillo describía perfectamente lo que estaba pasando bajo el escenario.
Así finalizó el primer turno, sin que supiéramos muy bien qué había pasado, pero sabiendo perfectamente que estábamos en una noche Waikiki y que His Majesty The King es uno de esos grupos que hay que ir a ver siempre que se pueda, sus directos son pura energía.
Y tras una primera carga eléctrica, subieron al escenario Fuckaine. He de reconocer que solo los había visto en directo una vez, y que la experiencia no terminó de llenarme. Fue en el DCODE de 2013, y la banda madrileña se vio arrinconada a un horario que era un castigo (abrían el festival) y probablemente a una prueba de sonido más bien estéril. Mentiría si dijera que en cierto modo no los esta examinando, porque sí, un segundo bolo irregular hubiera provocado que mi idea de ellos hubiera sido negativa. Pero nada más lejos de la realidad, Fuckaine se comieron la noche madrileña. Cuando vamos a ver a un grupo con una carga alta de experimentación en su sonido y no nos convence el resultado solemos pensar que porqué no lo hacen más sencillo. Sin embargo con Fuckaine se me viene a la mente Picasso y esa famosa frase de “desde niño pintaba como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño”. Fuckaine demostraron ser unos músicos prodigiosos, con un sonido único, redondo y concreto. Todo ello sin renunciar a nada, siendo su música un verdadero puzle para el oyente. La foto que mejor define a estos chicos es la de los cajones de las pedaleras, un laberinto de cables y cajas que ellos usan para hacer magia.
“Cristales” abrió su actuación, de forma fantasmagórica y profunda, voces de ultratumba acompañadas por un teclado también venido desde el más allá. Con “Thnk U” se hizo la luz, al menos toda la luz que Fuckaine pueden llegar a transmitir. La guitarra de Fran se desgañitaba colapsando la sala, simplemente post-punk. Con “Kahuna” vivimos otro de los puntos álgidos de la noche. El tema, veraniego a más no poder, es una imponente mezcolanza de rock garage, surf y post-punk. El público se divertía escuchando una canción que encaja perfectamente con Waikiki, eso sí, bien regado de ácido. Mágnífica. Sonó tras ella el tema homónimo de la banda, “Fuckaine”, contenido en su primer EP Summer Songs For Kids, convirtiéndose en un añadido ideal para su predecesora. Era verano en la Wurlitzer. “Playground” fue la vuelta a la locura contenida, ese estado en el que la banda madrileña se maneja a la perfección, llevando a todo su instrumental a cruzar las puertas del sonido, colapsándolo todo. Sorprendió Fuckaine con “Get Fit” un tema con marcado sonido ochentero, a medio camino entre la electrónica y el hip hop, no fue difícil ponerse a bailar pese a que la noche estaba llegando a su fin. Acabó la segunda noche Waikiki al ritmo de “Tronquito de Brazil”, la canción más indie (y por indie me refiero a tradicional) de Fuckaine. ¿Secuelas? Física ninguna, pero el poso de haber vivido una noche única siempre estará ahí. Inolvidable.
Y Waikiki se acabó, pero no para siempre, porque la escena madrileña necesita noches así. Más noches en las que grupos que se alejan de la indiefórmula, esa que invade webs como esta (y miles más), tengan su merecida oportunidad de tocar y de demostrar que hay vida más allá del pop. Atentos, porque el 9 de mayo hay nueva entrega de ese paraíso llamado Waikiki.