La pasada noche del 1 de julio asistimos al primer concierto de la nueva temporada del ciclo MadGarden de conciertos, una suerte de evento musical ubicado en el privilegiado Jardín Botánico de la Universidad Complutense, un oasis en medio de la ciudad. Imelda May fue la encargada de iniciar el ciclo, acompañada por Lucky Dados como artistas invitados.
El calor era innegable y bastante notable, pero es cierto que el Jardín Botánico de la Complutense es bastante más llevadero. El ciclo de conciertos MadGarden tuvo un gran tino al elegir este sitio como centro de operaciones para llevar a cabo una serie de conciertos al aire libre de una calidad más que alta. En otros post os hemos avanzado la programación del ciclo de conciertos. El público se hacía el remolón y esa fue una de las razones por las que Lucky Dados, uno de los grupos de rockabilly más veteranos de nuestro país, tardara en saltar al escenario más de lo previsto. Es lo que tiene el calor sofocante de julio. Punk, rock and roll, y mucha energía es lo que destilan estos madrileños, perfecta antesala para la artista que vendría después. Los Lucky Dados cuentan con un líder, su vocalista y guitarrista Pedro Herrero que hace las delicias de los fotógrafos que andábamos por el foso, aunque nada que ver con ese showman que es Carlos López quien juega con el contrabajo como si fuera una ligera trompeta.
Lucky Dados eran conscientes de que el público no había ido a verles a ellos así que, entre temas propios, nos regalaron varias versiones muy potentes, y arriesgadas, porque tocar ‘Personal Jesus’ (Depeche Mode), ‘Roadhouse Blues’ (The Doors) o ‘Runaway” (Del Shannon) pasadas por su filtro personal no era tarea fácil. Tampoco olvidaron homenajear a The Ronnettes, apelando a su intención de no abandonar jamás su espíritu quinceañero, cantando ‘Be my baby’. Un concierto de calidad a la altura de los programados dentro del ciclo que duró unos 45 minutos.
Imelda no era la primera vez que visitaba España y, siempre que lo hace, tiene un éxito arrollador, con varios “sold out” a sus espaldas así que su concierto en MadGarden no iba a ser diferente. La enorme luna llena de ese día no consiguió eclipsar a Imelda. Un montón de rockers ataviados con sus ropajes, tatuajes y tupés copaban el jardín. La banda salió antes que ella. Con un elegante top rojo y falda de leopardo y su inseparable bucle-tupé bicolor.
‘Tribal’ fue la primera canción de la noche, dejando claro que su último disco, con el mismo nombre, iba a ser el protagonista, de hecho, el concierto lo cerraría también con otro tema del mismo disco. Imelda se mostró cercana, hablando mucho al público que disfrutábamos de esa peculiar pronunciación irlandesa que a veces dificultaba la comprensión, trabajándose la complicidad al hacer comentarios sobre el extremo calor que hacía ese día. Los discos Tribal (2014) y Love Tatoo (2009) fueron los que ocuparon esta primera parte, hasta que llegó el momento de las versiones. La primera ‘Go tell the devil’, de Sharon Shannon y la segunda, ‘Spoonful’, escrita por Willy Dixon y popularizada por en gran Howlin’ Wolf. Según Imelda, esta última era una de sus tres canciones favoritas de todos los tiempos.
Un momento mágico se creó cuando Imelda quiso que todo el mundo cantara desde el corazón, a la diversión, a olvidar la vida diaria, animando a que, aunque fuera durante unos minutos, lo pasaran bien, con el tema ‘It’s good to be alive’.
‘Eternity’ fue la primera canción de su disco Mayhem (2010), comenzando un monográfico de ese disco, intercalando canciones de Tribal, entre las que pudimos escuchar su tema ‘Psycho’ que sacó lo más salvaje del público, con esos aullidos, muy acordes con la luna llena del momento, terminando con ‘Johnny got a boom boom’, uno de sus singles con mayor éxito. La banda y la diva abandonaron el escenario, pero sí que nos deleitarían con bises.
El bajista apareció de nuevo en el escenario con un ukelele para tocar una versión de ‘Bang Bang (my baby shot me down)’, escrita por Sonny Bono para Cher y que también versionó Nacy Sinatra, y ‘Dreaming’. Pero, claro, no podían abandonar el escenario de manera tan pacífica así que volvieron a sacar el armamento rockabilly para despedirse tras ‘Pulling the rug’ y la enérgica ‘Right amount of wrong’, dejándonos con ganas de más.