Fuel Fandango deslumbra en Sevilla
La fusión de funk, rock, pop y flamenco de Fuel Fandango concentró a más de un millar de fieles e Sevilla, que se dejaron ver bien temprano alrededor del Estadio de la Cartuja, llenado enseguida la sala improvisada en los túneles del estadio.
En el interior un DJ escondido, de primeras poco acertado y bocadillos calientes, adecuados para la hora. Y aunque el DJ comenzó a acertar con grandes clásicos de Queen, Pink Floyd o Police, el panorama en la sala apenas varió durante cerca de una hora más allá de lo previsto para el arranque del concierto. Tiempo en el que el público tuvo tiempo de conectar con las propuestas del DJ, volver a caer en el aburrimiento y acumular impaciencia hasta el punto de abuchear a los técnicos que pasaban por el escenario para los últimos ajustes.
Hizo aparición entonces Mario Díaz, ante un gentío dividido entre los hastiados por la espera y verdaderos fans del cordobés. No duró la dicha más allá del segundo tema, tras el que, acusando problemas técnicos con una guitarra, anunciaron un receso de quince minutos para ponerle solución. Otro jarro de agua fría para los ánimos del público.
Volvió la banda mucho antes de lo anunciado y el concierto discurrió sin mayores incidencias hasta sumar diecisiete temas, en los que Mario Díaz repasó sus dos discos en solitario e incluyó algún corte de su época al frente de Los Aslándticos. Diecisiete temas que parecieron acabar con la paciencia de algún sector incondicional de Fuel Fandango, que recibió con pitos y abucheos la presentación de la última canción del grupo telonero; los mismos silbidos que se dejaron oí también a la despedida de la banda.
Se calmó el escenario, revolotearon los técnicos de nuevo, sonaron Lonely Boy o Bird is the Word, ahora sin mezcla alguna. Bajaron las luces, ascendió el humo y con él, gritos histéricos entre el público ansioso.
Entró Ale de cabeza al sintetizador, seguido por bajo y batería -el habitual Carlos Sosa. Se alargó la intro en la penumbra y el público vibró. Entró Nita y el público estalló. Tell Me corrió y desapareció cualquier descontento de entre el público.
Se sucedieron The Engine, No Sense -las dos partes, indiferenciadas- y City sin apenas espacio para aplausos y algún “¡Gracias, Sevilla!” de una Nita imparable, inquieta en los fragmentos instrumentales, impecable en su interpretación.
Arrancó Trece Lunas y apareció el abanico -uno y negro- en las manos de la cantante, arrancando la mayor de las ovaciones hasta el momento, que agradecerían al terminar el tema con un “esto de esta noche no tiene nombre”.
Siguió New Life, que terminó con el público coreando “¡Esa Nita! ¡Esa Nita!”, en la que fue sin duda la cumbre de la actuación.
Recorrieron después con Monkey, Talking y I say No los restantes imprescindibles de su trayectoria, dando cuenta a la vez de todos los estilos de su obra; entraron en la recta final con Read my Lips y de forma casi continua, Shiny Soul acabó de arrancar a los asistentes las energías que quedaban.
Salieron del escenario sin despedidas y, sin hacerse de rogar, volvieron para entregar dos temas más en el tiempo de bonificación; arrancando suavemente con Nature y cerrando pletóricos con Always Searching.
Dieron todo lo que pudieron y el público lo pagó con desmedido cariño. A pesar del arranque agridulce de la noche, Fuel Fandango no falló, convenció a los indecisos y dejó patente una vez más que están en el mejor estado de forma visto hasta el momento.