Dionisio siempre estuvo vinculado con la música. Acompañado de sus salvajes faunos daba rienda suelta a sus placeres más bajos mientras procedía a embriagarse del elixir de los mortales: el vino. En esta ocasión, sin llegar a la catarsis báquica habitual, de nuevo ambos elementos se hermanaron en la nueva edición del EnoFestival madrileño.


La tercera edición de este festival se celebró el pasado 26 de abril en las instalaciones del céntrico Círculo de Bellas Artes, localización digna de un evento tan señalado como el festival dedicado a la priva y a los acordes, el EnoFestival 2014. Hacía tiempo que no volvía a una de las que fue mi casa (y sigue siéndolo) durante la etapa estudiantil y al llegar a sus inmediaciones, subiendo por la calle de Alcalá, sentí una extraña sensación cercana al saudade portugués. En ese momento supe que el vino sería un gran aliado para pasar el trago de tanta melancolía y cuentas aún pendientes. El vino y la música.

Para la ocasión, se contó con varios ambientes diferenciados entre las catas y distintas actividades relacionadas y el escenario, lugar del apogeo estratosférico posterior. El cartel estaba bien organizado. Muy bien diría yo. El efecto in crescendo era evidente al echarle una ojeada pero vista la explosión posterior dudo que nadie apostase a terminar la noche subido sobre el escenario como si de un concierto.

Debido a que se trató de un festival de medio día, una tuvo que hacer una selección del plantel total. Nada personal. No os sintáis ofendidos. Puntual a la cita, fui testigo del saber hacer de Julio de la Rosa, ese hombre-orquesta capaz de dejarnos atónitos cada vez que despliega su prosa acompasada, quien presentó su último trabajo, Pequeños Trastornos Sin Importancia. Solito en el escenario. Ahí es nada. También lo fui de los pequeños problemas acústicos que tuvieron Fabián y la Banda del Norte. Pese a ello, amor hacia esas gafas y al enorme trabajo de conseguir un repaso más que competente a toda su carrera. Además, estuve ante una de las sorpresas de la jornada (opinión personal): El Último Vecino. Los ochenta han vuelto y sus seguidores están de enhorabuena con temas tan sumamente pegadizos como ‘Otra vez asustado’. Enganchan, de verdad de la buena.

Y no podrás quitarte de la cabeza los movimientos espasmódicos de su cantante, Gerald Alegre. A los postres, Disco Las Palmeras! No me equivoco si digo que después de un estreno prometedor, su segundo trabajo ha alargado mi felicidad por haberles (entrecomillado) descubierto. Lanza a favor del ruido con-sentido, del sucio-limpio y del reino de la oscuridad. Todo ello aderezado, una vez más, por esa acústica en momentos tan desalentadora. Y, para terminar, el chupito digestivo. La despedida. Mujeres…¿qué decir a estas alturas de Mujeres? Pues que siguieron haciendo lo que más saben, que es mover el cotarro con ayuda del punk y derrochando energía sin parar. Soft Gems, su último disco, así lo demuestra. Final apoteósico. ¿Para cuándo la próxima vendimia EnoFestival?

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