Entono el mea culpa. Llegué tarde al concierto. Yo que tanto me vanaglorio de ser puntual y prestar atención a todo el que pisa el escenario. Y ya que estamos con las ‘culpas’, habrá que decir también que en ocasiones es bochornoso el comportamiento del público: señores, señoras, señoritos y señoritas, a un concierto no se va por lucir palmito, se va a escuchar, acción harto difícil si mientras se está rajando a diestro y siniestro. Chapó por Willy Naves y su última frase antes de abandonar el escenario: gracias a los que me han escuchado. Ole tú. Nuestro querido ovetense, solitario ante la multitud que se apelmazaba y barruntaba como si de ogros maleducados se tratasen, se hizo más gigante con la única compañía de su guitarra. No hacía falta más: su presencia era suficiente para que aquellos oídos con un mínimo de gusto advirtieran cómo nuestro Willy Naves, ese vecino que tu madre querría como suegro, llenaba el escenario. Canciones de amor y desamor, melancolía a raudales expuesta en su primer largo (larga vida al crowfunding), Conversaciones con Demian: la perfecta base de lanzamiento de presentación del último trabajo de Smile, tocado también con la varita del anhelo del pasado (al menos sobre el papel). El cantante ovetense gana puntos en el directo gracias a su entrega y a su sencilla puesta en escena. Y es que no hace falta más para hacerse notar. Muy buenas sensaciones (nos quedamos sin saludarte, pero entre tanta marabunta de gente…).
Hace pocas semanas que se publicó el tercer disco de Smile, Out of Season, formado por trece temas con un sabor a whisky añejo y a felicidad de veranos pasados. Y sin embargo el concierto no tuvo nada de lagrimilla contenida. El quinteto empezó con Fight, primer corte del álbum, con el que consiguieron la atención y los primeros (de muchos) coros del público. Durante la primera escucha dudé de si se trataba de un directo o un simple evento de presentación aprovechándose del playback. No, tranquilos, la segunda opción quedó totalmente desechada al instante. Simplemente fueron terriblemente precisos en su sonido. Exquisitamente afinados. Sonaron como cinco robots: todo parecía indicar que cada movimiento estaba dentro de un plan sin espacio para la improvisación. El público estuvo entregado desde el primer momento hasta el final, ejerciendo de sexto jugador de banquillo coreando estribillos en cuanto tenían ocasión, contoneando rubias melenas para acompasar al peculiar baile de John Franks (cantante) cuando tocaba, pidiendo temas desde las mesas del fondo, fotografiando desde cualquier dispositivo que se tuviera a mano o twitteando donde y a quien veían en ese momento (no hay nada mejor que el cotilleo sano de los vecinos). La sala iba transformándose en un espacio que recordaba a las orillas sureñas norteamericanas, banjo en mano con Tom Sawyer y Huckelberry Finn de compañeros. Una fiesta playera donde asar malvaviscos al calor de la hoguera.
Los momentos álgidos de la velada lo marcaron temas como City Girl (primer sencillo de su reciente disco), Only Young (sí, reconózcolo, es mi favorita) u All He Needs (con versión final del grupo de Liverpool por excelencia). Tampoco podemos olvidar el fin de fiesta, en una acción ya típica en las agrupaciones, con su bajada al foso con los leones. El grupo al completo descendió al centro de la sala para interpretar a pelo, como a ellos les gusta, su Give me back. Tanto su excelente técnica como la simpatía de su cantante hicieron que el público congregado vislumbrase esa melancolía post-vacacional del disco. Tampoco vimos a Peter Pan.