Los cambios de fechas no siempre son bienvenidos ni por parte del público ni de los propios artistas. A muchos equipos de fútbol les juega una mala pasada la vuelta al trabajo en enero, cortando rachas meteóricas y pinchando en partidos clave e, incluso a priori, intrascendentales. Joe la Reina podían haber sido ese cortocircuito. Esa musculatura aún laxa sin calentamiento previo. Y, sin embargo, los turrones no se notaron. Ni mucho menos.

Enmarcado dentro del ciclo Alhambra Club Reserva 1925 en el 2014, y aprovechando la coyuntura, siendo parte importante de las Stereopartys que organizará este año el mítico sello discográfico Subterfuge, llegaron a Madrid Havoc y Joe La Reina para calentar al público del seco frío que asolaba la ciudad. La primera fecha del nuevo año. Una prueba para ambas formaciones: tastear Lo saben los narvales y corroborar el mantenimiento de Bailamos por miedo, respectivamente. La sala Clamores acogió un evento donde público y artistas se hermanaron durante sus actuaciones.

No se trataba de un rapero de raza afroamericana ni tampoco de una película norteamericana con las drogas como protagonista de fondo. Havoc partían como teloneros de Joe la Reina y traían con ellos su último trabajo, Lo saben los narvales, publicado en el pasado otoño. Lo sabían ellos y también nosotros. En este caso antes de la tormenta, llegó la calma. Entendámonos. Una calma luminosa. Brillante. Festiva. Un ‘me encantaría retorcerte el pescuezo, pero sonriámonos y brindemos por el nuevo año’. Una pulla desde el cariño. Dejando a un lado academicismos, es de esa gente que les ves y transmiten buen rollo. Fue nuestra primera vez. Repetiremos. Y nos llena de alegría el éxito obtenido los siguientes días en Actual Festival de Logroño. ¡Larga vida!

 

Con sus pintas habituales, sin necesidad de esa extraña afición que en ocasiones recorre la mente y figura de muchas formaciones y solistas del panorama musical por uniformarse (e incluso disfrazarse), apareció el trío que conforma Joe la Reina. Los donostiarras, más cómodos que anchos, se dedicaron a hacer lo que mejor saben: tocar e interpretar. Sin ademanes extraños, sin personajes creados y con las miras puestas en crear un ambiente envolvente entre ellos y los presentes en las mesas de mármol de la Clamores. La entrada al concierto, sin estar hasta los topes y teniendo en cuenta las fechas, fue amplia y por las caras vistas durante y después de la actuación, todos ellos volverían a una nueva función. Una función que se mantiene tras haber editado hace prácticamente un año su primer trabajo, Bailamos por miedo. Una función que era una prueba en la que se comprobó que dicho trabajo mantiene la misma fuerza que en sus inicios. Una función donde bailaron lenguas, sintetizadores y varias manos en una noche (casi) perfecta. Bailamos, sí, pero en ningún momento atisbamos el miedo en sus pupilas.

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