The Strokes – Comedown Machine
The Strokes, leyendas desde su primer álbum, sacaron su Comedown Machine el mes pasado, y pese a que parezca que llegamos con retraso, esta espera ha sido premeditada. Siempre es mejor dejar reposar los trabajos polémicos, y si vienen de una banda con cierto historial en este sentido, mejor que mejor.
Por nuestra parte, vamos a intentar no caer demasiado en citas de sus anteriores trabajos, lo justo y necesario. Nos parece un argumento bastante estéril y que se usa para defender un razonamiento y su contrario, por lo que el acuerdo es imposible. Muchos argumentan que si este álbum lo saca una banda novel, sería mejor valorado. Otros muchos defienden que si esto puede gustar a alguien es porque lleva la firma de los Strokes. De ahí que queramos analizar el disco, referenciando lo mínimo el restó de álbumes del grupo.
Comedown Machine aparece con una imagen triste, desangelada. Sin apenas promoción, con una portada simplista, un single que suena a despedida y una gira de promoción que ni existe. Observar este cuadro es duro, uno se espera lo peor, pero sin embargo no es así.
The Strokes han conseguido retomar el rumbo, no sabemos si por última vez (con la discográfica RCA seguro que sí), pero han logrado plasmar el Comedown Machine de personalidad, y el hecho tiene mérito. Y es ahora cuando se hace inevitable hablar de sus anteriores álbumes, los Strokes aquí han mezclado de una manera más que correcta los estilos de los que constan los predecesores de Comedown Machine, aliñándolo todo con un toque ochentero que le sienta bien al conjunto. No es una maravilla, pero sí que el nivel es aceptable. Tap Out, All The Time, Welcome To Japan, 50/50, Partners In Crime y una extraña pero adictiva One Way Trigger hacen que Comedown Machine sea una escucha aconsejada, si nos ponemos matemáticos son seis buenas canciones en un álbum de once, mayoría simple, pero mayoría. Tap Out tiene un toque funk que la hace muy animada, All The Time repite la fórmula del éxito de la banda, Welcome To Japan marca un ritmo agradable y pegadizo, 50/50 es un magnífico homenaje al punk, Partners In Crime recupera el guitarreo más strokiano y One Way Trigger es simplemente adictiva.
No estamos ante un disco de diez, pero el aprobado holgado lo tiene, está tan cerca de suspender como de sacar notable. Se espera más de The Strokes por lo que hicieron, pero hay que valorarlos por su presente, que no deja de ser Comedown Machine. Veamos qué opinan de él en otras webs:
Es imposible ignorar a un elefante en una habitación, así que vayamos directo a lo inevitable: Comedown Machine no es el nuevo Is This It, no es un retorno a las raíces, tampoco una clara evolución de ese sonido, no está a la altura de aquel disco perfecto, no va a tener el mismo impacto en ningún lugar del mundo y no sabemos si será o no lo último que hagan juntos (aunque intuimos que sí). Listo. Este tipo de consideraciones probablemente sea lo que llevó a la banda a decidir no dar notas ni sacarse fotos: debe ser insoportable hablar sobre lo mismo una y otra vez durante una década, y sin embargo acá estamos, haciéndolo de nuevo. ¡Ya ni siquiera planean salir de gira para promocionar el disco nuevo! ¿Para qué? Si igual todos quieren escuchar “Barely Legal”. La pregunta que se cae de madura ante la evidente disconformidad del grupo con esta situación (que los tuvo al borde de la separación al menos una vez) es: ¿por qué seguir? ¿Qué los motiva? ¿El dinero? Difícil. ¿La posibilidad de seguir haciendo música juntos? No parece: Countdown Machine está más cerca de Phrazes for the Young (09), el disco solista de Julian Casablancas, que de la cosecha anterior propia del grupo. ¿Un contrato previamente firmado? Quizás. Este es el último de los álbumes que tenían comprometidos con RCA, y la tapa deja la sospecha servida en bandeja.
Pero si nos olvidáramos de su propia historia por un rato, podríamos simplemente decir que Countdown Machine es un buen disco. Un disco de canciones pop-rock muy ajustadas, con un ligero tinte electrónico, con una batería sintética y un bajo calculado, con punteítos de guitarra muteada (¿hay algo más canchero?) y un cantante que puede usar tanto una voz apagada como un falsete sinvergüenza. “One Way Trigger”, el primer corte, no oculta las intenciones: una melodía de sintetizador que todo el mundo hizo bien en comparar con A-ha y un solo de guitarra medio grasiento son más que suficientes para ubicar el imaginario estético de estos Strokes en los ochenta. Como para despejar todo tipo de dudas, “Tap Out”, el temazo que abre el disco, suena como Hot Chip, New Order y Phoenix, de más a menos electrónico. Phoenix probablemente sea hoy la comparación más adecuada: arreglos impecables, precisión en el groove y un sonido cristalino para llevar el rock a las pistas de baile. Es lo que hicieron en Angles, y hoy lo repiten aunque el resultado sea levemente más desparejo: un rock a velocidad hardcore por acá (“50/50”), un tema que tendremos el caradurismo de describir como “post chillwave” por allá (“80’s Comedown Machine”), y un final con un piano fantasmal y una voz perdida le quitan consistencia a un disco que por lo demás tiene su horizonte bastante definido. Va de nuevo: Countdown Machine es un buen disco.
Pero… ¿cómo se hace para escuchar esto y no preguntarse en qué momento los Strokes pasaron de ser los encargados de devolverle la suciedad al mainstream a tocar unos temas prolijísimos? ¿Cuándo y por qué decidieron sacar las guitarras del primer plano y poner en su lugar los sintetizadores? ¿Por qué antes daban ganas de tomarse una cerveza y ahora hay que pasarlo con Speed? Lo cierto es que ya no quedan bandas como los Strokes, ni siquiera los Strokes. Aceptado esto: ¿se puede disfrutar un disco de ellos? Será más difícil cuanto más nostálgico uno se ponga, pero seguro que se puede. Mejor eso a ser una eterna viuda llorando algo que ya no está.
Enlace: Los Inrockcuptibles
Con un disco precedido de más silencio que de costumbre, The Strokes nos tomo totalmente por sorpresa este año cuando anunció el lanzamiento de su quinto trabajo de estudio, Comedown Machine. Y nos sorprendió todavía más cuando lanzaron la primera canción, “One way trigger”. Aunque me pareció buena, no tantas personas pensaron lo mismo, comparándola por lo bajo con “En el puente de San Blas” de Mana. Reconozco que no supe que tan en serio tomar este nuevo esfuerzo de la banda liderada por Julian Casablancas, ni siquiera cuando “All the time” me llamo más la atención. Hasta en eso este disco se parece a Angles: no se le puede tomar en serio hasta escucharlo completo.
“Tap out” da el pistoletazo de salida con un sonido bien disco, sintetizadores haciendo muro de sonido y Julian imprimiendo un falsette que será la nota característica de Comedown Machine de aquí en adelante. Arranque simpático al que sigue “All the time” que vuelve al pulso rockero que nos hizo conocerlos en 2001. Con todos los elementos de esos primeros discos, será un buen regalo para los nostálgicos.
“One way trigger” es, parecidos con Mana aparte, una gran canción que muestra una especie de cruce entre The Cars, Queen y Duran Duran. El falsette de Julian vuelve a la carga aquí, y un brillante solo (seguramente cortesía de Albert Hammond Jr) le pone la guinda al pastel. “Welcome to Japan” vuelve a ese aire discotequero al mejor estilo de Duran Duran o Talking Heads donde curiosamente el coro me recordó a Jorge Veloza. Suena mucho a “Taken for a fool” de su disco anterior.
“80’s comedown machine” en caso de extrañar las guitarras, llega esta con un aire mas ramonesco y donde tanto Hammond como Valensi sacan a relucir su crudeza y contundencia en cada nota que sale de ahí. “50/50” es una balada synthpop que caza con el espíritu de The Cars (concretamente el de su clásica “Drive) al que la banda rinde tanta reverencia. La batería sencilla pero más atmosférica por los ecos que produce y unos teclados que surcan toda la canción demuestran un nivel de madurez compositiva impresionante.
“Slow animals” continua en una línea similar, si bien ya son las guitarras las que conducen el tema. De nuevo el coro resulta bien pegadizo, siendo otro punto alto del disco. “Partners in crime” es una de las mejores canciones de toda la carrera de The Strokes, lejos. Unos teclados agradables y punteos delicados en la guitarra permiten brillar a la voz más que en cualquier otro punto del álbum.
Ya llegando a la recta final, “Chances” regresa con el pulso guitarrero un poco al estilo de “Under cover of darkness“. “Happy endings” es tremendamente pegadiza y con un estribillo al que no se resistirá ningún escenario de los que use la banda para tocar su album, con toda seguridad. “Call it fate, call it karma” cierra de forma casi acústica el disco, casi como lo hizo Angles en “Gratisfaction”.
Siempre he considerando a Angles como mi disco favorito de los neoyorkinos, y en este caso es la referencia indiscutible para hablar de Comedown Machine. En este caso han pulido más su trabajo, con un resultado bastante agradable. Por otro lado, me recuerda mucho lo que ocurrió con Arctic Monkeys y su Suck It And See: no fue tan fácil de escuchar a la primera, pero poco a poco ibas encontrando joyas que lo hacían más interesante.
Mas focalizado que Angles, con una participación más proactiva de los 5 miembros y una continuidad sonora que demuestra lo que en realidad significa The Strokes y lo que en realidad a querido significar siempre: una oda a la new wave, pero usando la fuerza del garage rock y el espíritu neoyorkino para hacerlo atractivo.
Mi recomendada es “Partners in crime”. Es como si la historia de Syd Vicious y Nancy Spungen volviera a cobrar vida.
Enlace: This Is Music For Dummies
No está del todo claro por qué los Strokes hacen discos, ¿no? No parece que lo disfruten mucho, y no es que les salgan las ideas musicales innovadoras por las orejas. Sin embargo, sus discos están lejos de no tener ningún valor. Comedown machine, su quinto álbum, es básicamente un viaje en solitario de Julian Casablancas, que muestra una vez más su enorme respeto por la New Wave de los 80. ¿Por qué es entonces un álbum oficial de los Strokes en lugar de otro disco en solitario de Casablancas? Sólo los Strokes pueden responder a esa pregunta.
El techno-pop de los 80 supone una condena para este tipo, dado que su manera de componer tiende a ser escasa en melodía y sólida en los ritmos. Empieza fuerte en Tap out, un homenaje a DeBarge con un solo de guitarra cogido del Running with the night de Lionel Richie. One way trigger plagia de manera inepta a A-ha y 80’s comedown machine apunta al lado más blando de Howard Jones. Welcome to Japan es simplemente el más obvio de una serie de momentos que recuerdan a Duran Duran (incluye una gran pregunta, eso sí: “¿Qué tipo de gilipollas conduce un Lotus?”). Pero baladas como Chances demuestran que Casablancas aún no puede cantar en falsete. Y sólo para recordarnos sus pretensiones, acaba con una dolorosa parodia de Tom Waits, aunque Waits se haría un tatuaje de One Direction antes que cantar una canción con un título como Call it fate, call it karma [Llámalo destino, llámalo karma].
Enlace: Rolling Stone