Lo que más me llamó la atención de Milán entonces fue que los de Colin pasaban por allí en su gira europea —por España no, para variar—. Lo segundo que había billetes baratos. Lo tercero que iba a ponerme hasta el culo de carbonara y parmesano…


 Texto: Vera

Y fui.
Además despedían mi estancia en la ciudad, pues tocaban la última noche: 1 de marzo.
Ya me había cuidado de impregnarme bien de la gastronomía italiana durante todo el fin de semana. Lo de comer como una bestia y no engordar es una ventaja que me permite hacer este tipo de viajes. Hasta reventar, doy fe.
Anyway.

The Decemberists

De The Decemberists puedo decir sencillamente que me flipan. En el entorno de Neutral Milk Hotel, The Shins o Andrew Bird encontramos a los de Portland formulando enigmáticas y esotéricas historias de personajes y hazañas inventadas, pero interconectadas entre sí, que evocan verdes praderas, altas cumbres, grandes lagos, guerreros que vuelven a casa tras la batalla, cantos al invierno y al verano, romances para la dama que aguarda en su aposento…
Joder, que subidón de azúcar.

No, en serio,para que os convenzáis definitivamente de que son la hostia, os invito a que visitéis las controvertidas críticas de Pitchfork: no sólo no suspenden ni un solo disco de los americanos —que para ser Pitchfork es un logro—, sino que además reciben menciones especiales en cuatro de sus LP´s y una buena crítica general. Pero como dijo célebremente Quentin, no empecemos a comernos las pollas todavía.

El concierto.
Nos llevaron a la idílica zona de Navigli, conocida por sus canales a la veneciana, así como por su hipsterismo al cubo y su moderneo redundante (perros hipster, lo juro). Malasaña no llega ni a la suela de las creepers milanesas.
El sonido de la Magazzini Generali no era espectacular, todo hay que decirlo. De distribución rectangular y alargada a caballo entre sala de conciertos y discoteca no era el lugar idóneo para un directo. Pero había algo peor en el show: las teloneras. Por ser correcto diré solamente que no entendí bien el concepto de Serafina Steer. Para gustos los colores, pero en la música no debería caber cualquiera, lo siento. Había escuchado algo grabado antes y es el típico grupo que no sabes si te gusta o no, y piensas que el directo te sacará de dudas. Y bueno, digamos que me sacó (o me dejó incrédulo más bien, no lo tengo claro).

Y por fin, The Decemberists. Con una copa de vino arrancó Colin Meloy. Estaba feliz. Como para no estarlo, con el sold out consolidado desde hace un mes la fiesta se presentaba animada. El directo lo resolvieron bien, alternaron temas del nuevo disco What a Terrible World, What a Beautiful World con temas míticos de la banda, pero destaco tres momentos que me tocaron mi corazoncito latino: “The Crane Wife” es la canción que da título, a mi juicio, a su mejor disco; tocaron las tres partes de la canción, en total quince minutos de pista —y no hay más porque el protagonista termina colgado de una rama— que la gente vivió eufórica. Otro momento clave fue el himno de junio. Ni es la más conocida, ni la más famosa, ni el single, ni nada. Sencillamente me parece magnífica. Y no pensaba que la fuesen a tocar. Y la tocaron. El silencio reinó en toda la sala —menos yo, que me la cantaba entera— hasta el último estribillo que fue tarareado por todo el mundo y explotó en una lluvia de aplausos: “June Hymn”.

The Decemberists

Todo esto para acabar con “The Mariner´s Revenge Song”, canción en la que el batería se pasa a timbal y pandereta, Jenny Conlee canta junto al resto de mujeres de la banda como si fueran niñas a coro, el guitarrista Chris Funk haciendo de modelo con motivo de la MFW (Milan Fashion Week), el bajo contribuyendo a hacer el payaso con el resto de la banda… y a los nueve minutos de canción comienzan a acelerar el tempo a cada estrofa que tocan, cada vez más rápido, interactuando con los aplausos de la gente que intentaba seguirles, acabando así en éxtasis para todos, músicos y público. Triunfaron.

De vuelta a casa pensé en el concierto. Pensé en el final apoteósico y el éxito que había tenido. Pensé en Colin. Pensé en el himno de junio. Y en la pose de Chris.
También pensé en porqué no habían venido a España. Y después pensé que, de haberlo hecho, no habría comido aquellos suculentos carbonara…

Texto: Vera

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