Sigur Rós dio un espectáculo difícil de igualar en un DCODE que pasará a la historia como uno de los mejores festivales celebrados en Madrid.
Sigur Rós (Rosa de la Victoria en islandés) son jamón de pata negra entre todo el chopped que te puedas encontrar en un festival, por muy indie que sea. Y un buen catador los reconocerá y apreciará, pero es cierto que un buen jamón potencia su sabor con la presentación adecuada, y desde luego un festival multitudinario no es la presentación adecuada para apreciar en todo su esplendor todo lo etéreos que pueden llegar a ser, con toda su magia minimalista que yo, desde ese sitio efímero privilegiado como es el foso de los fotógrafos, pude apreciar de cerca, viendo cómo esa (falsa) tranquilidad que parecen transmitir se torna en rabia intensa cuando ves cómo Jón Pór Birgisson, en pleno éxtasis, rompe el arco con el que toca su guitarra. Un espectáculo que hay que ver en sala pequeña.
El vocalista se mostró imponente. Su voz, impecable y implacable se hubiera llevado el premio a interpretación del festival en caso de haber existido. ‘Hoppípolla’, ‘Sæglópur’ o ‘Varúð’, por citar canciones de diferentes épocas de la ya veterana banda, dejaron bien patente que Sigur Rós tiene cuerda para rato. Los esperamos para futuros DCODE o lo que les venga en gana.