En este primer álbum de Priests se conjugan reflexiones tanto éticas como estéticas, ignorando el apoliticismo de buena parte del punk de la pasada década de los noventa para reafirmarse en el siglo XXI.
Hace ya tiempo que el posicionamiento político en lo musical ha dejado de estar reservado para los grupos más underground, con la inclusión de elementos reivindicativos percibiéndose en determinados ámbitos como algo cool. Pero también es posible hallar ejemplos de otras tendencias, como las vagamente manifestadas en aquella ya añeja entrevista donde Russian Red se significaba de derechas; o más recientemente, en lo expuesto por unos Taburete capaces de describirse como «de derechas en cuestiones económicas y de izquierdas en las sociales» y llamarle a eso centrismo sin asomo de ironía. Sin embargo, resulta mucho más frecuente encontrar discursos en los que predomine algún tipo de compromiso social, lo que ha terminado por dar lugar a una evidente voluntad del mundo corporativo de apropiarse de las consignas y el lenguaje de la protesta. El objetivo no es otro que emplear estos símbolos a modo de reclamos comerciales, lo que acabaría por despojarlos de su contenido original y desactivarlos. Y aunque intentonas como las de Movistar o Pepsi se han topado con un rechazo abrumador, no sería imposible imaginar que futuras estrategias comerciales alcanzaran mayor éxito.
Mientras tanto, las posturas reivindicativas han llegado a ser tan frecuentes en letras y declaraciones de todo tipo de grupos que puede parecer excesivamente convencional continuar encontrándolas en el punk, desde su origen una de las bandas sonoras por excelencia de la rebelión. Pero este es el caso de Priests, un grupo de Washington, D.C. que tras un single, un EP y nada menos que dos casetes acaban de publicar un primer trabajo de larga duración titulado Nothing Feels Natural (Sister Polygon Records, 2017).
Casi desde el instante de su aparición ha habido un notable empeño de buena parte de la crítica en comparar este debut de Priests con Silence Yourself (Matador Records, 2013) de Savages, un álbum con el que presenta semejanzas sonoras superficiales a pesar de proceder de una tradición musical diferente. En Savages hallamos ecos de Bauhaus, Killing Joke y otras bandas del periodo en que el post-punk iniciaba un viraje hacia lo que posteriormente se llamó rock gótico. Sin embargo el sonido de Priests bebe de fuentes decididamente punk (en su modalidad riot grrrl) y electroclash, con un grupo como Gossip siendo un referente bastante más próximo que Savages. De hecho, la voz de Katie Alice Greer, que tan poderosamente define el sonido de Priests, cuenta con un timbre capaz de hacernos pensar en la propia Beth Ditto. Por otra parte, junto a una clásica formación de guitarra, bajo y batería hallaremos otros instrumentos, algunos de los cuales le imprimen no poco carácter a los temas en que aparecen: en especial el piano de ‘JJ‘ y los saxofones de ‘Appropiate‘ y ‘Suck‘, siendo estas dos últimas las canciones que abren y cierran el álbum respectivamente.
Con un total de diez temas que apenas le hacen rebasar la media hora de duración, la premura e inmediatez de Nothing Feels Natural pueden darse casi por sentadas. La intención post-punk es algo que no se llega a apreciar más que durante algunos momentos fugaces, como el estribillo de la titular ‘Nothing Feels Natural‘, dominado por un ritmo motorik sobre el que escuchamos una guitarra esbozando el esqueleto de una melodía. Y aunque la importancia de un grupo como Priests debería proceder de sus letras, encuentro que la mayoría de sus mensajes hacen gala de una excesiva ramplonería: una canción como ‘Pink White House‘ no haría sino ganar en potencia si sus letras fueran un poco más allá de la repetición de obvias consignas. Pero por encima de estos detalles Nothing Feels Natural es un álbum de interesante escucha, gracias a un sonido ecléctico que rebasa sobradamente su confesa intención punk.