La Moby Dick está de aniversario. Y Madrid también debería estarlo. En estos tiempos que corren, las veintidós primaveras que cumple esta sala cercana a los dominios merengues del Santiago Bernabéu son todo un logro.


Mayor aún si vemos la cláusula de nombres de la escena nacional e internacional que han pasado por los interiores de la ballena. Por hacer memoria de mis últimas visitas, hay que nombrar a Amnesia!, Varry Brava, Smile, Motörama, etc. La importancia de la sala Moby Dick radica en su apuesta por directos de calidad y por el mantenimiento de ese leiv motiv, por encima de otros factores menos vocacionales. Por ello, desde El Ukelele: gracias.

Más que ladridos, lo que dan Perro son picotazos. Picotazos adictivos que hacen que una vez que has ido a uno de sus conciertos quieras volver cada vez que tienes ocasión. Pasado el fervor de las primeras escuchas de su primer larga duración, Tiene Bacalao, Tiene Melodía, y del sold out del bolo que se marcaron en la Siroco, la sensación de estar ante una banda con un futuro (y presente) abrumador es innegable. El aplauso unánime recibido por crítica, profesionales y público (a menudo tan diferentes) resulta una carta de presentación muy significativa y desde la Moby Dick, que si por algo destacan es por el buen ojo de su programación, no ha tardado en volver a traerles a la capital.

¿Qué decir de Perro cuándo aún tenemos en nuestros oídos sus dos últimas visitas a la capital? Los adjetivos que se les pueden dar son muchos pero siempre se quedaran cortos con lo que supone verles en directo. Campechanos como ellos solos, con sus vestimentas sin uniformar, que lo mismo te encuentras al protagonista de Napoleon Dynamite que una camisa hawaiana, los chicos de Perro se mueven por el escenario como si estuvieran en su casa. Tal cual. Con una naturalidad tan pasmosa que no sorprende ver a las percusiones compartir litrona en medio del escenario (y demos gracias porque Fran casi muere de insolación focal) o ver a Guille preguntando por Murcia como si de un presentador televisivo se tratase. Perro son Perro. Hablan, beben y tocan como unos demonios. Van desgranándote cada tema de su último trabajo, Tiene Bacalao, Tiene Melodía, y te recuerdan sus primeras canciones, como ‘Bicicleta’ o ‘Popera’, sin que te des cuenta de que las manecillas transcurren a un ritmo frenético. No importa si se encuentren un público un tanto estático (como en esta ocasión) o si descubren que la primera fila, esa que tanto encandila, no conoce a George Finidi. Pese a ello, tocaran ‘Marlotina’, ‘La reina de Inglaterra’, ‘Gran Ejemplo de Juventud’, ‘Paco Fiestas’ o ‘Camiseta’ como si no hubiera un mañana. Como si el fin del mundo fuera a ocurrir al sonar el último acorde. Memorable su final con ese toque de sesión drum and bass. Benditas muñecas. Aún sufro las consecuencias de habernos colocado cercanas a los altavoces. Sólo una pregunta: ¿para cuándo los bises?

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