Miles de páginas escritas, montañas de cintas VHS de dudoso gusto y cientos de películas giran entorno a nuestro (denominado antiguamente) instinto favorito: el sexo.
Pues si queréis sopa, Almudena Grandes (Madrid, 1960) os prepara dos tazas bien grandes.
Andaba yo revisando la estantería del salón (la bonita, donde están los libros de tapa dura y faja) rebuscando un título, pero nada me llamó la atención. Luego miré en la librería del pasillo, donde escondo los libros viejos. Esos de tapa blanda arrugada, hojas amarillas y etiqueta en pesetas. Antiguos libros en herencia y títulos clásicos. Y cómo no, ahí estaba Lulú.
Un título archiconocido para los que crecimos sin internet, pero no de fácil acceso. Cuando el control parental era un «niña a la cama que ésto es de dos rombos» o «deja eso que es de mayores». Vi la película hace muchos, muchos años y el recuerdo era una nube lejana. Así que la lectura se presentó más que apetecible.
Cuando en la primera página empezó narrando sobre anos fruncidos y mezquinos de mueca dolorosa. De un hombre hincado a cuatro patas sobre una mesa cual perrillo indefenso. De zapatos de tacón inmundos con los que penetrar y herir… Supe que aquello iba fuerte, y así fue.
Lulú, la protagonista, es una joven de quince años. La séptima de una familia de nueve hermanos. Las carencias afectivas y de atención de la adolescente hacen que su hermano mayor, Marcelo, se convierta en una referencia para ella. A través de su hermano conocerá a Pablo, doce años mayor que ella y con quién descubrirá el sexo de una forma muy peculiar. Esta misma forma es la que la llevará hacia los límites de su propio cuerpo en busca del deseo y en busca de lo que Pablo hizo de ella hasta bien entrados los treinta.
Lulú caminará cual equilibrista sobre la línea que separa sus miserias más profundas de sus placeres más absolutos. Algo irremediablemente unido para la protagonista.
Su obsesión transformará el sexo de Lulú en algo febril, sucio y detestable para gran parte de la sociedad, pero no se interpreta así entre las líneas de Almudena Grandes. Sí que es cierto que las constantes escenas de sexo explícito dejan en un segundo plano la trama, de la que es fácil desengancharse. Como telón de fondo, la convulsa España de la transición y principios de la democracia. Pero no negaré que he disfrutado con cada una de las escenas en las que el término erótico deja paso a lo pornográfico. Con un lenguaje duro, específico y tan visual, que se podría decir que me llegaban los olores de los fluidos corporales. Que le otorgaran el XI Premio La sonrisa vertical, no es una casualidad. Que parezca que fue escrita ayer en lugar de en 1989, tampoco.
La tortuosa relación entre Lulú y Pablo, o la ausencia de la misma, marca el tempo de esta novela, no apta para morales cristianas y fans de la postura del «misionero». Y aunque algunas partes de la historia son prescindibles, la lectura de este libro no debería serlo.
Piel, sudor, genitales, semen, temblores y dolor. Así de cargadita viene la sopa.
@pati_difusa_