Excelente actuación de la banda navarra en la Sala Planta Baja de Granada, en un concierto sin fisuras, con sonido sobresaliente y un setlist basado en su rutilante último trabajo.
La media entrada en Planta Baja no hacía justicia a Kokoshca a priori en su visita a la capital granadina. Tras vivir en directo el concierto pudimos confirmar, que en efecto, el grupo de Iñaki, Amaia, Iñigo y Álex es un conjunto de quilates, digno de un lleno de bandera. Sentimos decir a quien faltó a la cita, que por diez euros se perdió un gran bolo. De lo mejor que se puede disfrutar hoy día en este ámbito.
Los Kokoshca son diferentes al estándar pseudo indie (aunque este término haya quedado obsoleto y tengamos que hablar de un nuevo mainstream, con etiquetas que pretenden ser modernas y chachipirulistas), que pulula por nuestras queridas salas y festivales. Estilo tan reconocible, en la mayoría de los casos, hasta el punto más monótono del formato prefabricado.
Esta banda, sin embargo, tiene una impronta más de grupo noventero -cuando había algo más de contracultura, subversión y heterogeneidad en las propuestas alternativas del underground-, con actitud combativa y arriesgada. Su último disco –Algo Real (Sonido Muchacho, 2016)– cuarto largo de Kokoshca (noveno en total), es un claro ejemplo de lo que hablamos. En mi opinión, su obra culmen.
Kokoshca llegaba a Granada para presentar su último Disco –Algo Real (Sonido Muchacho, 2016)– , en mi opinión su obra culmen. El disco más destacado y redondo del final de la campaña pasada, en el seno del pop-rock español. Sin duda, el concierto estuvo a ese nivel y colmó las elevadas expectativas del público.
En este inmenso disco, el grupo navarro navega por océanos de sordidez y oscuridad realista que inundan ‘R.B.U’ (que alguno ha bautizado como la “nueva canción protesta” de Kokoshca), o la versión del conjunto de post-punk The Make-Up, ‘Yo nací’ (una verdadera gozada crítica, ácida y de reminiscencias amargas). Sabores y sensaciones muy fuertes, en ambos casos. Nos encontramos con piezas de rock urbano, crudo, incluso ochentero, en ‘No queda nada’; pero también tendencias más ramonianas (con tintes aflamencados y canallas, incluso, en ‘Mi consentido’), pasando de formas más salvajes y punzantes, a las sutiles y melancólicas de ‘El escultor’ o ‘Cuánta hermosura’ y la seductora y lisérgica ‘Serengetti’, cuya melodía, tan original y envolvente, viene acompañada de una lírica sencillamente genial, que encierra mucha de la esencia de este gran disco. En mi opinión el más destacado y redondo del último parcial del anterior curso, en lo que se refiere al plano del pop rock español.
En el concierto, aparte de una trepidante sucesión de los temas citados y un sonido sobresaliente, destacaron canciones del anterior disco Hay una luz (2013), como ‘No volveré’ o ‘Directo a tu corazón’, o piezas iniciáticas -muy celebradas- del grupo, como ‘Chica preferida’ o ‘Nena’, pero sobre todo, la emblemática ‘La fuerza’, como colofón de un excelente directo.
No hubo bises, y no por ganas del respetable. Se echó de menos alguna canción especial (‘Jon y yo’, con su guiño a Lou Red y su ‘Walk on the Wild Side’, es una debilidad personal que tengo). Pero en esas señas de identidad que destacaba al principio, en esa peculiaridad, y al mismo tiempo, gran virtud, que es su impronta fuera del statu quo establecido, reside buena parte del encanto y la singularidad de estos chicos. Lo fácil no va con ellos. En todo caso su reto es algo real. Y en la realidad hay mucha complejidad desgarradora.