Muchos les dieron por heridos de gravedad tras su tercer disco (Minutes to Midnight), otros cuántos los mataron a críticas a su cuarto largo (A Thousand Suns), y unos cuántos les tacharon de vendidos tras las reminiscencias electrónicas de su último disco (Living Things) y su posterior recopilatorio de remixes (Recharged), con su colaboración con una de las cabezas visibles del EDM, Steve Aoki. No sabemos si han sido víctimas de una repentina epifanía, o si de verdad ven que han formado parte de esa decadencia del rock moderno hacia sonidos blandengues y poco arriesgados de esa lacra que inunda tanto festivales como radios que es el indie, pero lo que es del todo seguro es que han vuelto. Porque The Hunting Party, su nuevo disco que saldrá a la venta en España el 17 de junio a través de Warner Bros Records, es el regreso a su sonido más vibrante y visceral desde ese maravilloso Meteora que impactó contra la escena hace ya 11 años.
Desde el primer segundo en el que suena la voz desgarrada de Chester Bennington gritando como un condenado en Keys to the Kingdom, hasta las últimas notas donde se mezclan los chillidos de Bennington junto con la voz melódica de Mike Shinoda en A Line in the Sand el ritmo de los californianos es apoteósico, con algunos repuntes de falsa tranquilidad que vuelven a ser interrumpidos tanto por la gigantesca labor como batería de Rob Bourdon como del grandísimo esfuerzo realizado por Brad Delson, sin duda los dos grandes pilares sobre los que se ha sustentado Linkin Park en éste último disco, y donde nos han deleitado con sonidos que nos recuerdan tanto a sus primeros trabajos como a la música que se escuchó durante buena parte de los años 80 y 90 en el ámbito rock, rap, metal y punk. Porque si, éste álbum reúne un compendio de géneros que se mezclan de manera magistral, de esa manera en la que solo los chicos de Agoura Hills pueden hacerlo, y desarrollando el pilar fundamental de su trabajo, que son los sonidos híbridos.
Podría decirse que el miembro del grupo que más eclipsado ha quedado ha sido Joe Hahn, aunque vemos que su labor queda a la vista más bien en los conciertos que han ido ofreciendo en los últimos meses, donde nos ha deleitado con su gran trabajo como DJ en sesiones que relajaban el ambiente en los setlist cargados de rabia y nostalgia con los que han deleitado a portugueses, alemanes, polacos y rusos en sus más recientes apariciones.
- Lo Mejor: La banda volviendo con un disco para sudar adrenalina. Brad Delson y Rob Bourdon se reafirman como grandes músicos, Chester Bennington se deja la voz en cada una de las canciones, Mike Shinoda vuelve con sus mejores versos pero se reafirma como gran productor al ser él el artífice de éste monstruo hecho disco. Keys to the Kingdom, All for Nothing y A Line in the Sand.
- Lo Peor: Joe Hahn y Phoenix, prácticamente desaparecidos, tragados por la apoteosis rockera. Podrían haberse utilizado más las dotes del bajista sobre todo, para hacer pasar al álbum de notable a sobresaliente. Until It’s Gone y Drawbar podrían haber sido mucho más grande con un tratamiento más original en la lírica del primero, y en sacar partido a Tom Morello en el segundo.