Las incomodidades provocadas por la gran masificación derivada de la venta de sus 25.000 localidades no han hecho sino ratificar el éxito de DCODE, un festival destinado a crecer más allá de sus confines actuales.
La edición 2017 de DCODE ha dado lugar a diversos debates: desde la conveniencia de seguir concentrando su celebración en un único día hasta decidir quién ha sido el auténtico cabeza de cartel de un festival cuyo programa se asemejaba a la Hidra de Lerna. El uso de los Tuents a modo de fichas o tokens no reembolsables continúa sin convencer a nadie —excepto quizá a Telefónica— y las alianzas con empresas de VTC se han consolidado como tendencia: si en la última edición del festival Tomavistas la oferta corría a cuenta de Cabify, en este caso ha sido Uber quien ofertaba cinco euros de descuento a los asistentes a DCODE. Se trata de una aparentemente exitosa estrategia comercial que se suma a la creciente presencia de estas empresas en producciones audiovisuales y cuya inequívoca finalidad es la de mejorar su imagen de marca entre un público joven ajeno a polémicas. Pero a pesar de su interés, el análisis de este tipo de cuestiones excede el relato de lo acontecido el pasado sábado 9 de septiembre.
En su lugar cabría comenzar mencionando lo temprano del pistoletazo de salida, pese al ligero retraso sobre el horario previsto para la apertura de puertas. Así, pronto pudimos acudir a las inmediaciones del escenario «pequeño» a echarle un vistazo a los barceloneses Holy Bouncer, con una propuesta que bebe tanto de los años sesenta como los setenta y aúna el gusto por el hard rock de viejo cuño con los matices psicodélicos emanados de un órgano Farfisa. Sin embargo, el sonido de Holy Bouncer se volvía tanto más rockero cuanto más se alejaba su cantante del instrumento mencionado para emplearse con la percusión o, simplemente, hacer gala de una notable presencia escénica libre de parapetos.
El público reunido al calor de la propuesta de estos barceloneses todavía era escaso, por mucho que la asistencia a un concierto que comenzó frisando el mediodía difícilmente pueda considerarse madrugar. Sin embargo, cuando Miss Caffeina relevó a Holy Bouncer sobre el mismo escenario la audiencia ya era mucho más nutrida, amén de contar con una saludable proporción de fans. Tras una entrada triunfal anunciada por una cinematográfica sintonía digna de un péplum añejo o un wéstern épico, Miss Caffeina tomaron el escenario para ofrecer una actuación en la que destacó la interpretación vocal de un Alberto Jiménez que en algún momento se detuvo para agradecer nuestra temprana asistencia a quienes allí nos congregábamos.
Tal y como la aplicación para smartphone de DCODE insistía en recordarme, tras Miss Caffeina llegaría el turno de Iván Ferreiro. Pero en un alarde de distinción preferí alejarme durante un rato de la zona donde se encontraban los escenarios principales y acercarme a un lugar que, aunque no del todo ignoto, sí había sido bastante menos publicitado. De este modo, en el área infantil del recinto pude presenciar el pequeño concierto ofrecido por la cantautora angloespañola Alondra Bentley, quien solo necesitó acompañarse de una guitarra acústica que arropara mínimamente su maravillosa voz para interpretar un repertorio pensado para los más pequeños pero que también incluyó temas como ‘I Feel Alive’.
Sentí perderme la actuación de Marem Ladson, flamante ganadora del concurso BDCODER, pero la obligatoria pausa para reponer fuerzas —y fluidos— apenas sí me permitió llegar a tiempo para ver a La Femme, uno de los grupos por los que sentía mayor interés. Sorprendentemente, este sexteto francés invadió uno de los escenarios principales al ritmo de ‘Paquito el Chocolatero’ y ofreció un espectaculo rebosante de ecléctica vitalidad con la actitud festiva como hilo conductor. El concierto llegó a su final con una ‘Antitaxi’ que fue recibida con insuperable exaltación y sobre la cual llegué a oír a alguien haciendo un chascarrillo sobre si su título podría interpretarse como una alusión a Uber. Bromas aparte, el de La Femme fue uno de los mejores conciertos del día y no he tenido reparo alguno en ir a verlos de nuevo tan solo tres días después, en esta ocasión escoltados por Los Nastys durante una actuación en una sala madrileña en la que se pudo ver a unos cuantos miembros de Holy Bouncer entre la audiencia.
Con el fin de fiesta llegó el momento de aproximarse a Carlos Sadness, ukelele en mano durante una actuación preciosista con numerosos momentos tan memorables como la versión realizada de la clásica ‘Groenlandia’ de Zombies. No pude ver a Milky Chance ni tan siquiera de soslayo, aunque tras conocer la noticia de sus futuras visitas a Madrid y Barcelona el próximo mes de marzo me he alegrado de ningunearlos en beneficio de Daughter, otro de los grupos cuya actuación en DCODE esperaba con impaciencia. Pero el entorno no favoreció en exceso a una banda de vocación intimista, si bien su creciente intensidad les permitió alcanzar unos niveles apropiadamente rockeros. No obstante, hubiera preferido verlos en un recinto más acorde a su particular idiosincrasia y espero que la gira promocional del recientísimo Music From Before the Storm (Glassnote, 2017) finalmente incluya alguna fecha en España.
Tras despedir a Daughter los pesos pesados del cartel comenzaron a hacer su aparición, representados por un Liam Gallagher dispuesto a honrar aquellas declaraciones en las que afirmaba «Yo soy Oasis». Tras el tema instrumental ‘Fuckin’ in the Bushes’ a modo de introducción pregrabada, el cantante británico arrancó con ‘Rock ‘n’ Roll Star’ y ‘(What’s the Story) Morning Glory?’, sentando así las bases de una actuación en la que el público recibió con entusiasmo otras canciones de su antigua banda como ‘Slide Away’ y la inevitable ‘Wonderwall’ al tiempo que exhibía no poca indiferencia ante su material más reciente, que verá la luz próximamente en el álbum As You Were (Warner Bros. Records, 2017). En cuanto a Band of Horses, he de admitir que la indiferencia que me producen me llevó a verlos desde la distancia, escuchando canciones como ‘Laredo’ con la mente ya puesta en Interpol.
La inclusión de Interpol en el cartel de DCODE me causó cierta extrañeza en un primer momento. El pretexto para la presente gira de la banda neoyorquina es la celebración del decimoquinto aniversario de su primer álbum, Turn on the Bright Lights (Matador, 2002), aunque una efeméride similar ya se conmemoró hace cinco años con la publicación de una edición ampliada. Por ello, unos Interpol que interpretaran este disco de cabo a rabo no me parecían una opción especialmente apropiada para el público festivalero, supuestamente más ávido de grandes éxitos que de conciertos monográficos. Por ello, no estaba preparado para el fervor con que la audiencia recibió las primeras notas de ‘Untitled’, despejando así todas mis dudas. En realidad no hay mucho que decir acerca de una actuación en la que la banda se limitó a interpretar uno por uno los temas del mencionado disco, con un sonido tan excelente como cabe esperar de un grupo de trayectoria tan consolidada pese a que la voz de Paul Banks no sea lo que solía. Con todo, la mayoría de elementos que hicieron grande a Turn on the Bright Lights —dejando de lado la obvia ausencia del bajista Carlos Dengler— estaban allí al detalle: hasta las guitarras de Daniel Kessler y Paul Banks eran como las que utilizaban hace década y media. Como propina pudimos escuchar tres canciones extraídas de Antics, aunque personalmente hubiera preferido escuchar alguna concesión a álbumes posteriores o, mejor aún, que el grupo hubiera interpretado una ‘The Specialist’ incomprensiblemente ausente del set escogido para DCODE.
Tras asombrarme durante unos minutos ante unos Exquirla cuya propuesta no alcanzo a entender —aunque no sienta por ella un desprecio semejante al manifestado por Víctor Lenore— hube de apresurarme para ver a unos Franz Ferdinand cuyo concierto ya había dado comienzo. Lo primero que pude apreciar fue el inesperado tono rubio de la cabellera de Alex Kapranos, confirmando así que el bienintencionado fan que me señaló su presencia en el palco que dominaba el backstage durante el concierto de Interpol había estado en lo cierto, aunque yo no llegara a reconocerlo del todo en aquel momento. En todo caso, ya han transcurrido varios años desde la publicación de Right Thoughts, Right Words, Right Action (Domino, 2013) y la banda hizo lo que cabía esperar, ofreciendo un actuación cuajada de grandes éxitos entre los que no faltaron ‘Do You Want to’ y una versión a ralentí de ‘Take Me Out’. Quizá los escoceses debieran ser cautelosos y no avanzar aún más por una espiral descencente que sin duda terminará por conducirlos a la irrelevancia a menos que algún futuro álbum exhiba una parte de la chispa que un día tuvieron y que creo que aún conservan.
DCODE 2017 continuaría aún durante varias horas, con las actuaciones de unos The Kooks también empeñados en vivir de las glorias pasadas y de Varry Brava —a quienes de veras lamenté perderme—, pero las casi catorce horas de festival que ya llevaba en el cuerpo forzaron mi retirada temprana de una celebración que se prolongaría hasta bien entrada la madrugada y cuya edición de 2018 ya comienza a despertar un merecido interés.
Fotografía: Aída Cordero