Madrid se vestía de otoño el 18 de septiembre, la lluvia y el viento llegaban justo en el momento exacto. Daba igual que aun quedasen varios días para el equinoccio, la capital debía estar preparada para recibir al chico triste por excelencia, ese que solo compone cuando está jodido de verdad,  y ese es The New Raemon.

Con todo el papel vendido, un “sold out” más que se apunta Ramón en esta gira en solitario, la sala Clamores se fue llenando a lo largo de la tarde, hasta tal punto que las escaleras eran uno de los lugares más cotizados (afortunados aquellos que reservaron mesa con antelación).

The New Raemon salía a escena vestido de riguroso negro (aunque sigue siendo de pueblo) y tan solo escudado en su guitarra acústica. Sin vacilar ni un instante comenzó con “El refugio de Superman”, con esta entrada en acción todo nos hacía pensar que iba a ser una noche muy intensa en la que viviríamos en directo temas rescatados del pasado, y nuestras sospechas se confirmaron cuando sonó “La siesta” tema que inicia el disco “La dimensión desconocida”, su trabajo más pop. Y llegó el momento álgido de todo concierto de Ramón, “su” canción más conocida, la que sonó en la radio durante meses, “Te debo un baile”, esa versión que hizo del tema de Nueva Vulcano y gracias al cual sus compañeros del sello B-Core se pueden tomar una paella cada seis meses a su salud, debido a los royalties.

Se notaba que el catalán estaba tranquilo sobre el escenario, parecía sentirse en casa y como si de un cuentacuentos se tratase Ramón contó a su público diversas anécdotas, haciendo estallar en carcajadas a toda la sala y como no, también hubo tiempo para sus ya famosos chistes malos.

Mecidos por los suaves acordes de Ramón Rodríguez nos fuimos introduciendo en el disco que no le gustó a nadie, o por lo menos eso es lo que dice el cantante, porque en Clamores todos cantamos aquello de “cualquier día de estos me voy a alzar y voy a reventar”. No podían faltar temas de su último trabajo, “Tinieblas, por fin”, y al igual que le pasó a Pigmalión nos enamoramos de la belleza de “Galatea”, aunque tan solo fuese en canción. “La cafetera”, que terminó con un guiño a Manos de Topo y su “te has perdido cien domingas”, cantado como el mismísimo Miguel Ángel.

Como el propio Ramón reconoce la mayoría de sus canciones versan sobre el mismo tema (que le han dejado y está triste, vaya), pero hay gloriosas excepciones. Estas son el country mediterráneo de “El cau del pescador” o “Elena-na”, canción por la cual Ramón está a la espera de que Chris Isaak le demande por plagio, aunque fuese no intencionado.

Y así pusimos fin al primer bloque del concierto y es que el de Cabrils lo traía todo muy bien estructurado. En esta segunda fase el espectáculo dio un giro radical, la luz del escenario cambió a tonos azulados y Ramón colgó la guitarra acústica para coger una española, la cual compró a un amigo una noche de borrachera (si quieres saber la historia entera ve a los próximos conciertos). The New Raemon decidió ponernos los dientes largos e interpretó dos de sus nuevos temas, que formarán parte de su próximo trabajo “¡Oh rompehielos!”, el cual verá la luz durante los primeros de 2015.

La velada iba llegando a su fin y el público, que se resistía a que el concierto acabase, gritaba sugerencias a Ramón, quien como buen demócrata hizo lo que el pueblo quería y cantó unos cuantos temas más. Comenzó el último bloque y con el una despedida por todo lo alto, con “Tú, Garfunkel”, que fue coreada por todo el público, con grandes imitaciones a Sylvester Stallone durante el estribillo. Como broche final Ramón se despidió con “Risas enlatadas”, dejando al público con una sonrisa de oreja a oreja.

 

 

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