Sábado de puente en la capital madrileña. Lluvia y frío incómodo en la noche en que se le iba a rendir el homenaje a Máximo Ruiz Ferrer. Faltaban un par de horas para llegar a la primera medianoche de la primavera mientras la gente iba entrando religiosamente en la Sala El Sol y así formar parte de ese público que disfrutaría de una de las primeras fechas de Napoleón Solo en su recién estrenado último trabajo. Sí, ese homenajeado Máximo Ruiz Ferrer.

 

Napoleón Solo – Fotografía Eva Sanabria

Las vacaciones, por muy pequeño que sea el descanso, hacen mella en cualquier tipo de evento y así ocurrió en una de las primeras presentaciones en sociedad del último álbum de estudio de los andaluces Napoleón Solo. La sala no estaba hasta los topes, no nos engañemos, pero lo importante esa noche no era la cantidad. La calidad siempre ha de primar y el público allí presente no estaba por estar. Atrás quedó la parafernalia de practicar el arte del paripé y de acudir por el mero hecho de ser vistos. Los parroquianos presentes venían a disfrutar del directo de la última perla creada por Alonso Díaz y compañía. Nada de móviles en modo grabación sin ningún tipo de sentido ni de selfies a destiempo. Los únicos protagonistas iban, y serían, ellos y las canciones. Benditas canciones.

 

Napoleón Solo – Fotografía Eva Sanabria

Máximo Ruiz Ferrer es un ser anónimo y, quizás por ello, forma parte de todo el colectivo. Atmósferas oscuras conseguidas gracias a la ayuda de la electrónica. Amores, desamores, el vacío de la soledad y la terquedad. Palmas y secuencias oníricas. Máximo Ruiz Ferrer no es un disco de fácil escucha. No has de tener un coeficiente intelectual por encima de la media, pero has de tener cierta sensibilidad para disfrutarlo. Lo efímero se volatiliza y la atención ha de ser máxima. Y así se pudo comprobar en el concierto que ofreció Napoleón Solo en Madrid en el que el público permaneció atento, incluso estático, ante la interpretación de canciones nuevas como ‘Matamuertos y la Cruel’, ‘Del Amor Perdido’, la ya popular ‘Las Cinco Como Siempre’ (tema que sirve de perfecto enlace entre su anteriores trabajo y el actual) o ‘Llegó el Verano’. Coros y melodías que a servidora le hacen pensar en el pop nacional de los sesenta y setenta. En un disco atemporal, de coplas populares y electrónica psicodélica que va desplegando sus encantos en cada escucha. Los temas más aplaudidos fueron los míticos ‘Lolaila Carmona’, ‘Perdiendo el Tiempo’ o ‘Tiene que Acabar’, canciones en las que el público (y los propios Napoleón) se soltó la melena y el concierto empezó a tener tintes festivos. Sin embargo, este Máximo Ruiz Ferrer tiene otro tipo de alma, quizás más opaca. Más introvertida. Un alma que ha de ir abriéndose escucha tras escucha, concierto a concierto. Sea cuando sea la próxima vez que les vea por Madrid, estoy segura de que ese alma poliédrica tendrá un sentido (aún más) diferente.

Napoleón Solo – Fotografía Eva Sanabria
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