The Parrots


El Proyecto Waikiki mentía, o al menos contó una media verdad cuando se definió como: “un paraíso terrestre donde disfrutar de buenas olas y de sabrosos cócteles mientras el sol desaparece en un atardecer de película. Una delicia para los sentidos. El emplazamiento ideal para ejecutar el dolce far niente con premura. Un lugar donde disfrutar de la vida.”


Las buenas olas eran gigantescos tsunamis provocados por los leviatanes que fueron ocupando el escenario uno tras otro. Los sabrosos cócteles podían ser sorbidos o podían impregnar tu ropa, y el sol luchaba contra una tormenta musical de dimensiones bíblicas. Era el paraíso sí, pero del garage.

Mahalo

Abrió la noche Mahalo. Los benjamines del cartel, una de las nuevas caras del rock madrileño, estrenaban Proyecto Waikiki, y se marcaron un concierto de época. Sin vergüenza, sin ataduras, se abalanzaron sobre un público que recibió con sorpresa a unos chicos que están llamados a protagonizar carteles por toda España. Su primer tema, ‘We Can’t Win’ fue su único error, porque vaya que si ganaron. Sin embargo, hasta dentro del setlist arreglaron ese fallo, pues cerrar con ‘Mi Polla’ equivale a cruzar nadando el Mediterráneo, llegar a Mallorca, pedirte una botella de Jäger e irte de fiesta. ‘Issues’, ‘Ain’t Cure’ y ‘Stay There’ fueron otros temas destacados, que revolvieron al público hasta el punto de que el solista de la banda acabó haciendo crowd surfing sobre un mar de gente. Desde El Ukelele ya hemos hablado de ellos hasta la saciedad, pero apunten su nombre en letras mayúsculas en su maldito smartphone: MAHALO.

Tras unos primeros cuarenta y cinco minutos frenéticos, llegó el primer descanso. La organización del Proyecto Waikiki funcionó como un reloj suizo. Bueno, en realidad no sabemos si funcionó, o no, pero dio la hora correcta siempre que la miramos. De igual forma, los trabajadores de la Taboo facilitaron que el espectáculo no sufriera ningún percance. Un diez para ambos.

Yakuzas

Segundo tiempo, el sol volvía a lucir y se reflejaba sobre un buda gigante que hacía de bola de discoteca. Como una premonición, también apareció ante mí un dragón sobre el auditorio, y no, yo iba limpio, ni agua había bebido. Era el dragón que había presidido el Año Nuevo Chino y que sin duda tuvo que poseer a los Yakuzas, y damos las gracias por ello, porque si son los Yakuzas los que poseen al dragón no sale vivo nadie de allí. Buda gigante, dragón y Yakuzas, era el momento de que un nuevo tsunami, esta vez sobre las costas asiáticas del Pacífico, inundara la Taboo y elevara al Proyecto Waikiki a la cresta de la ola. Sobre los Yakuzas quedan muchas menos cosas de que decir que sobre Mahalo, pero no por ello dejaron de sorprender. No hubo ni tiempo para huir de los pogos. Los animales, que tienen una sensibilidad especial con respecto a la actividad sísmica, fueron conscientes al momento de que aquello iba a ser una orgía musical. Los Yakuzas también lo sabían y fueron a ganarse a las masas desde el principio: ‘Animal’, ‘Magnetismo Personal’ y ‘Carne y Hueso’ fue el tridente que canciones que sonaron de inicio, y probablemente sean los tres temas que mejor describan lo que allí pasó. Imaginen el Coliseo de Roma, recuerden el foso. Pues lo que allí aconteció fue como una naumaquia romana en la que los espectadores, cual trirremes, chocaban entre sí al son de Yakuzas mientras los fluidos volaban. Los menos atrevidos, como un servidor, disfrutábamos del espectáculo desde las gradas. ‘Ya Dormiré Cuando Esté Muerto’, ‘¿Te Hace Eso Tu Chico’, ‘Clávame Tus Chapas’, ‘Arde Madrid’, ‘Mujer Madura’, ‘Rey’ o ‘Las Chicas de Oro’ fueron otras canciones que sonaron en un segundo acto que se cerró con ‘La Ley de Chamberí’, la ley promulgada por Yakuzas para dejar bien claro quién está en el poder. Con semejante setlist a ver quién osa discutirles la supremacía en su territorio.

Nueva parada tras otros cuarenta y cinco minutos trepidantes. Tiempo para reponerse, hacer balance de heridos, tomarse alguna pócima mágica para recuperar fuerzas y prepararse para que unos pajarracos aterrizaran sobre el escenario. Los pajarracos no son otros que The Parrots, y ya os podéis imaginar que su hora de concierto se tornó en legendaria.

The Parrots

Como exóticos luchadores captados en los límites del Imperio, los tres loros se posaron sin delicadeza pero firmes sobre las tablas. Son los putos Parrots y su nombre suena incluso en Austin, Texas. La Taboo presentaba un aspecto impresionante, llena a rebosar, con un buen número de víctimas propicias para unos pogos salvajes. Solo tienen tres extended plays, pero les dio para una hora de concierto. El milagro de los panes y los peces a nivel artístico: talento musical, control sobre el tempo y actitud. Una guitarra, una voz principal, un bajo, unos coros y una batería bien apoyadas en reverbs, fuzz, overdrives y echoes son las armas de The Parrots, y con ellas iniciaron nueva lucha contra el aburrimiento que ganaron por KO. El inicio fue titubeante por culpa de una cuerda de guitarra rota, y después otra. En toda leyenda que se precie, el héroe es expuesto a pruebas, y la de The Parrots fueeon este contratiempo rápidamente superado. ‘I Did Something Wrong’, ‘Dee Dee Dangerous’, ‘Loving You Is Hard’, ‘I Am A Man’ hicieron olvidar la cuerda maldita, y Diego, con una Fender Stratocaster como la de David Gilmour se alzó victorioso sobre la mala suerte. Lo que ocurrió durante este concierto hace cierto el refrán de que “una imagen vale más que mil palabras”. Podría tratar de describir aquello, pero me cuesta. Quizás ‘El Jardín de las Delicias’ de El Bosco en versión Sodoma y Gomorra pueda acercarse al maremágnun que se vivió. El público, algún Mahalo, algún Yakuza, algún Nasty, y alguna Hind contribuyeron al espectáculo desde el foso e incluso hicieron apariciones estelares sobre el escenario. El Jäger se desparramaba con alegría y el éxtasis alcanzó su cénit. Mención especial al momento de histeria colectiva cuando empezaron a sonaron Los Saicos y su legendaria canción ‘Demolición’. Y es que The Parrots no solo beben la bebida del “maestro cazador”, sino que también lo hacen de otras bandas, y en esta ocasión nos dejaron una versión para el recuerdo. Estamos deseando saber cómo van a salir del SXSW, pero nos tememos que no va a ser su primera estancia allí, y que además va a ser la más corta. Han nacido para volar alto.

Con el subidón de The Parrots, sumado al disfrute de Yakuzas y Mahalo comenzó la última parte del Proyecto Waikiki, una especie de “tercer tiempo” del rugby en el que disfrutamos de sabrosos cócteles, y de la selección musical del gran Javier Lorbada, que hizo las veces de DJ. La tormenta tropical había arreciado, las aguas estaban tranquilas, cristalinas, disfrutábamos de la vida allí abajo. Con lo cual no me va a quedar más remedio que desdecirme y darle la razón al Proyecto Waikiki. Porque después de la tempestad, llegó la calma.

Fotografía por Aída Cordero

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