Travellin’ Brothers están formados por seis personas. Bueno, por ocho. Bueno, por once. Realmente podría decirse que se trata de un proyecto abierto al que cada vez se van sumando más componentes para placer del oyente. Una formación originaria del País Vasco que bebe de las raíces de la Norteamérica profunda, tal y como se observa en su último lanzamiento discográfico, Magnolia Route, un viaje por estilos como el jazz, el soul o el blues. Ya te contamos como se las gastan en directo y ahora recuperamos la entrevista que les hicimos horas antes de la gloria de Clamores.
¿Quiénes sois, de dónde venís y qué hacéis?
Somos Travellin’ Brothers. Nos fundamos a finales de 2003 a las afueras de Bilbao, en Leioa. Somos un grupo familiar formado por dos hermanos y un primo y amigos que se han ido incorporando al proyecto como son Isi (batería), Ander (piano) y Alain (saxofón). Ese es el sexteto original, el núcleo duro, pero la familia va creciendo.
En las actuaciones he visto que a menudo ampliáis la formación.
Sí, tenemos el sexteto, el octeto y el Travellin Brothers Little Band, formato con el que tocamos en Clamores donde se añade trompeta y trombón al sexteto base. Una formación muy clásica del swing y del jazz. Y para formatos más grandes como auditorios o en festivales, está la Travellin Brothers Big Band donde contamos con nueve metales, coristas…somos unas 16 personas en el escenario. Y ahora en este último disco, hemos añadido un coro también.
¿Cuáles son vuestras influencias?
Nos gusta escuchar la misma música en cualquier estado de ánimo, independientemente sea para estar en casa o para salir de fiesta. Sólo que es un radio muy amplio. Nuestra influencia viene de la música americana de raíz, sobre todo de la afroamericana, pero también la más blanca, como el country. Cada uno de nosotros viene de las raíces del jazz, blues, gospel o swing y entre todos las hemos ido compartiendo, asimilando y homogeneizando. Creemos que tenemos un sonido muy nuestro, muy personal, que hemos sido capaces de llevarlo a nuestro último disco, Magnolia Route donde cada canción es un pequeño universo dentro de la música de raíz americana y que traslada perfectamente todos nuestros gustos.
Cuando una escucha Magnolia Route bien parece que nos encontramos en distintas ciudades debido a esa variedad de subgéneros.
Magnolia Route es la metáfora del viaje sonoro que hemos realizado hasta llegar a este sonido. Tu puedes tener una intención, pero igual hasta que verdaderamente consigues llegar hasta tu meta necesitas que pase un tiempo, recorrer un camino, un poso. En cierto modo, el disco es como si mostráramos todo el abanico que podemos abarcar. Las canciones que iban saliendo eran de ambientes muy diferentes, paradas distintas en un mismo camino. Toda esta música llega del folk, música de raíz que viene de la cultura popular afroamericana o blanca.
En el disco contáis con diferentes colaboraciones. Una de las que más ha llamado mi atención es la del coro femenino de La Kantería. ¿Cómo surgió la idea?
En cada disco siempre intentamos crecer y sorprender al público. En estos diez años pensamos que hemos ido cosechando cierto éxito precisamente por eso. Hace ya unos años sorprendimos con el formato de la big band y en este último disco nos hemos acercado a estilos como el soul o el gospel y también hemos decidido introducir un coro gospel. A nosotros nos gusta hacer las cosas muy nuestras y por ello elegimos a un coro clásico de nuestra localidad. Quizás lo más sencillo hubiera sido venir a buscarlo a Madrid, Barcelona o incluso grabar pistas en Estados Unidos, pero preferimos hacer como hemos hecho siempre y demostrar que desde aquí también es posible. Están surgiendo fechas junto con el coro y estaremos en el escenario más de treinta personas. Es un montaje bastante importante tanto en lo musical como en lo visual. Es muy espectacular.
Me tiene enamorada la portada de Magnolia Route con ese toque a carteles de conciertos de otro tiempo.
En este caso, nuestro diseñador de siempre (Igor Uriarte) nos enseñó varias ilustraciones de Raúl Gómez y nos gustó mucho su onda para este trabajo así que nos pusimos en contacto con él. Le contamos la historia de la banda y de Magnolia Route para que le sirviera de inspiración. Igor (Uriarte) ha dado los últimos toques a los interiores. Ha sido una portada que ha tenido muy buena aceptación. Un disco a la altura de la música (risas).
Hay una canción que se llama ‘La Reina Criolla’. ¿Quién es ella?
(Al habla Jon, autor de la letra) La reina criolla sería la mujer que regenta el garito donde se toca muy buena música, donde todos vamos a pasar la noche, donde se mezclan los santos y los pecadores. Cuando estaba trabajando en el ambiente del disco estaba investigando sobre los años veinte y descubrí que había muchas mujeres de origen caribeño que regentaban garitos. Al documentarme, leí varias historias sobre crímenes y el ambiente turbio de los años de las prohibiciones. Ahí era donde verdaderamente estaba la juerga.
Además, le puse un toque latino al hablar de criolla. Piensa que estamos hablando del Golfo de México y tanto Florida como Cuba quedan muy cerca. Sólo tienes que ver a las big bands de los años cuarenta y cincuenta en las que la música negra africana está ligada a la música negra caribeña. De alguna manera era rendir homenaje a una vertiente del blues con un toque más latino. No hay que renunciar a esa escena latina.
Tocáis muchos palos como el mambo, el jazz, el swing o el blues, ¿pensáis que son subgéneros que ocupan una parte muy pequeña tanto en la sociedad como en el mercado de la que deberían?
Están infravalorados e infrautilizados. Pero bueno, la vida es así. Nosotros también somos más pobres que Botín y consideramos que deberíamos ser más ricos (risas). Pero la vida dice que Botín tiene más dinero y ya está. Hoy en día estamos con el indie y el gafapasta, y tanto el blues como el jazz como todas las músicas que han nacido a partir de ellas son una minoría y no desaparecen porque la gente que toca y ama esta música se encarga de transmitirla y no se va a perder. Pero evidentemente, está infrautilizado puesto que serviría para culturizar a la gente mucho más que lo que tenemos que oír ahora en los medios generalistas. Es música del siglo pasado que infunde muchos valores y que tiene una calidad mayor que las nuevas músicas donde parece que cualquier cosa que suene a nuevo vale, tenga o no calidad. Si el blues o el jazz tienen este espacio que tienen no hay que romperse las vestiduras y pelear desde aquí. Nosotras la disfrutamos, la amamos como es y somos felices ante cien personas o ante diez mil.
A su favor hay que decir que es una música de directo. Tiene un factor de riesgo, de funambulismo, de improvisación increíble. Dicen que el público que acude a estos conciertos es mayor pero no creo que sea una cuestión de edad si no de acceso. Tú te pones a tocar blues en la calle y se para todo el mundo a escuchar. Esta música está escondida entre la montaña de otros estilos que son más fácilmente asequibles para las nuevas generaciones. Aparte, esta música tiene un concepto de espectáculo y show. No solo escuchas, también ves. Es una música festiva y participativa. Y eso es lo que buscamos. Tiene poco eco pero la gente cuando lo descubre se enamora. Son los tiempos que nos ha tocado vivir y no pasa nada. Tampoco vamos a cambiar de estilo aunque igual unas gafas de pasta nos quedaban bien (risas).
Habéis viajado por todo el mundo. Con este trabajo tenéis una gira bastante hermosa. ¿Qué fechas tenéis en el futuro próximo? ¿Volveréis a dejaros ver por Estados Unidos?
La verdad es que tenemos el verano bastante repleto. Hasta octubre estaremos rodando por varios festivales y ciudades. En octubre viajaremos a Londres por primera vez para convencer a los ingleses de que la buena música está al otro lado del charco aunque la cosa está complicada. Y luego tenemos prácticamente todo el año cerrado. En noviembre nos vamos a Suiza, Alemania y Polonia, y después en diciembre tenemos una pequeña gira con la Big Band en el formato Christmas. También giraremos con Andy J. Forest, un bluesman multi-instrumentalista de Nueva Órleans con el que estaremos por el norte de España y el sur de Francia.
En Estados Unidos estaremos a finales de enero donde recorreremos la parte final de la Magnolia Route. Tocaremos en varios clubs de Memphis y Nueva Órleans. Es un trabajo que estamos disfrutando muchísimo al tocarlo en directo.
De todas las actuaciones que habéis hecho, ¿hay alguna que recordéis con mayor cariño?
Es complicado y cada uno podríamos decir varias. Por ejemplo, cuando tocamos en el club de B.B.King, en Memphis, y vimos a todo el público americano aplaudiéndonos. Nos dijeron que habíamos pasado a la siguiente fase en una especie de batalla de bandas. Éramos los únicos europeos junto con otro grupo holandés y los americanos habían valorado nuestra música…fue increíble. O, por ejemplo, en un festival en Basilea, en Suiza. Pusimos una plaza de 3.000 personas patas arriba y tuvimos que hacer una barbaridad de bises. Bajó Jon al público sin micrófono y todo el mundo callado. Luego rompiendo a aplaudir. ¡Menos mal que nos dijeron que eran fríos! Además, piensa que estos dos casos han sido en dos países que no están condicionados, no te conocen ni te han oído nunca. Sólo saben de ti los programadores y ver que tu música sin ningún tipo de predisposición ni prejuicio funciona…es increíble.
Otra más sería el día que terminamos nuestro disco anterior de la Big Band. El disco se grabó en directo y conseguir que seis aldeanos de Bilbao grabásemos un disco con 16 músicos en directo, acoplarlo a nuestro sonido y hacerlo en una sola toma, fue una noche especial. Algunos teníamos a nuestros hijos entre el público y fue muy emocionante.
Nosotros podemos decir que todos los conciertos son importantes, sea en una plaza de toros o en un club pequeño. Lo damos todo igualmente y cada concierto es especial. Con que haya una persona de entre el público a la que le haya gustado, ya estamos felices.
¿Alguna anécdota que pueda contarse?
Tocábamos con la Little Band de teloneros en el concierto de Johnny Winter. Hicimos las pruebas de sonido y tocamos ‘All Tore Down’. No siempre la hacíamos en el directo, pero la usábamos en las pruebas. La mala fortuna hizo que su manager pasase y nos comentó que no podíamos hacerla porque Johnny (Winter) la iba a tocar. Le dijimos que sin problemas pero, claro, ella no conocía el concepto de la vasquitud (risas). No estaba en el setlist, pero la tocamos con una rabia increíble. Son el tipo de cosas que definen las experiencias.
También recordamos que, en los inicios, tocamos en un bar de Bizkaia delante de cuarenta o sesenta personas. Menos gente de la que estamos acostumbrados, pero terminamos vendiendo discos como churros encima de las mesas. Esos recuerdos son muy importantes porque, independientemente de donde vayamos a tocar, no sólo nos esforzamos cuando son escenarios importantes. No tocamos por el dinero, que es sólo una manera de medir el esfuerzo y el compromiso que tenemos con lo que presentamos a la gente. Hay sitios a los que no volveremos porque no nos gustó el trato y otros a los que iremos cada vez que nos llamen porque están regentados por personas impresionantes como en nuestras visitas a Hervás, Béjar o Aranjuez.
Y ya para terminar, ¿a quién os gustaría que entrevistásemos?
Todo el mundo tiene derecho a que le pregunten por su opinión, la verdad. Vamos a decir a Anaut, que tiene una propuesta muy interesante.