Maika Makovski se presentó el pasado jueves, 4 de junio, en Zaragoza dentro de la minigira que ha realizado en España gracias al proyecto musical y educativo de la Sociedad de Artistas Interpretes o Ejecutantes (AIE) para el intercambio entre músicos españoles y alumnos del LIPA (Liverpool Institute for Pewrforming Arts).
Suenan las primeras notas de “Vulnerable” en el Centro musical y artístico de Las Armas de Zaragoza, y Maika Makovski irrumpe en el escenario enfundada en un escueto mono negro de lentejuelas con un escote de vértigo acompañada por 6 alumnos del LIPA.
Un chorro de energía brota desde el inicio y su brillo se acentúa por las luces todavía más.
Ante la primera frase de la mallorquina preguntándonos si todos sabíamos lo que habíamos ido a ver esa noche, la respuesta del público fue afirmativa, inmediata y rotunda.
Siempre sabe cómo acertar. ¿La clave de su éxito? Quizá su espontaneidad o su personalidad o sus dotes de monologuista que también presenciamos,o su voz, en definitiva, su savoir-faire.
Con cada canción nos muestra su carisma y elegancia, las mil y una caras de su expresividad y tan pronto nos encontramos ante la dulzura de su voz en temas como ”Friends”, o con la garra y la potencia de “No blood”.
Supo dar el protagonismo que se merecían sus acompañantes, cada uno de ellos tuvo su momento estelar y se mostró como una buena anfitriona; no solo presentándolos hasta en tres ocasiones, sino apoyándolos con miradas de aprobación y orgullo, alentándolos a seguir y sirviendo de ejemplo. Gracias a eso, pudimos apreciar y disfrutar los coros de la princesa noruega, la batería en segundo plano (sólo escénico), la impresionante guitarra eléctrica de pies descalzos o el sonido del teclado, en ocasiones a cuatro manos. Formaron un grupo, distinto a los tres barbudos que suele llevar detrás, pero que no tienen nada que envidiar por la solidez que mostraron para haberse aprendido las canciones en cuatro días.
Algo menos de una hora de espectáculo, es la única pega, en las que hubo cabida para momentos estelares como en “When the dust clears” o, la esperada, “Lava Love” con la que se despidió oficialmente acompañada. Volvió una vez más para un segundo bis, sola con su guitarra, y dejarnos con la boca abierta y la piel de gallina que acabó con una atronadora ovación.
Quizá sea la manera de interactuar o que la realidad supera a la ficción, y en este caso, el directo supera a la grabación. Lo que está claro es que resolvió la noche de una manera espectacular convirtiendo el show en algo brillante y vibrante por la luz que emana. ¡Vuelve pronto!