• Por José Domínguez
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  • 28 de enero de 2016

Conocía a las mil maravillas el talento creador de Jacco Gardner a través de su capacidad de inventiva en el estudio, pero lo que no sabía es que el holandés también era un ejecutor sobre el escenario, sobre el que genera movimientos emocionales y físicos.

Noche húmeda en Sevilla, la bruma recorría la ribera del Guadalquivir asaltando Torneo, y desembocando en las calles aledañas. Por allí se sitúa la coqueta Sala X, un oasis entre talleres y discotecas latinas que vivieron tiempos mejores. El ambiente, además de húmedo, era frío, no se divisaba un alma en la zona a excepción de las de los parroquianos de los bares de la zona: había partido de Copa del Rey. Sin embargo, cuando se fue acercando el momento, el público respondió, registrando la sala un lleno.

El primero en subirse a las tablas fue Ramírez. A este músico valenciano ya lo conocimos en el Monkey Week, y nos dio tanto gusto hacerlo que tras ello lo entrevistamos, y reseñamos su magnífico Book of YouthDe primeras no entendí que fuera telonero de Jacco Gardner, no me encajaban el uno con el otro, pero al final me di cuenta que son dos asesinos con cara de niño, de los que la matan callando con sus melodías pop. El valenciano más etéreo en lo instrumental, y más personal en lo vocal, justo al revés que el holandés. La pareja perfecta para predicar un pop más complejo que el que se suele escuchar, con muchos ingredientes en común en la receta de ambos músicos, pero propuestos desde posiciones distintas: cosas de componer con un prisma de por medio. Su tarea no era sencilla, porque un telonero no tiene que defender -ganar desde la defensa es algo solo concebible si estás consagrado- su trabajo, sino que tiene que presentarlo, y lograr que al público le guste lo suficiente como para que recuerde tu nombre. El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto.

No lo tuvo fácil Ramírez, en la sala todavía había trasiego de entrada e incluso de salida de gente con destino al guardarropa, y él para más inri, estaba solo sobre el escenario, sin más armas que su guitarra y un ordenador. No pudo contar con su magnífica banda, pero no se notó. Si uno cerraba los ojos podía situar perfectamente a sus dos acompañantes habituales, con la sorpresa de que al abrirlos solo estaba él. Su delicioso pop, cubierto por el misterioso manto del lo-fi y movido por aires ensoñadores, conquistó a la sala. “From a Seaside Town”, “How to Get Over a Break Up”, sonaron entre otras pocas, en las que se encontraban “Suddenly Sunshine” de Marc Jonson, y otras canciones que publicará próximamente. Esto último, una noticia alentadora para los que estamos prendados con su estilo. El resultado final fue un concierto corto pero intenso, en el que dio lo mejor de sí. Incluso demostró que puede hacer un poco suyo, una canción de un genio como Jonson. Los asistentes supieron quien era Víctor Ramírez, y a buen seguro que la próxima vez serán más puntuales si actúa él.

Tras un breve instante de silencio, apareció Jacco Gardner junto a su banda. El genio de Hoorn es un multiinstrumentista con calidad certificada, todas composiciones nacen de él, y solo de él, con excepción de la batería, que no sé si no se atreve a tocarla por algún trauma con su antiguo compañero de grupo en The Skywalkers. Pero para defender su música -él ya está en esa categoría- necesita de unos buenos acompañantes. Todos ellos, como equipo que son, merecen ser destacados: el guitarrista Ben Rider, soberbio, el artífice de la línea solista del instrumento; a Jasper Verhulst un bajista que comparte fenotipo con su líder, las mata callando; Nic Niggebrugge, el que ordena el patrón del ritmo, el hombre que acelera o frena en el momento preciso desde la batería; y por supuesto Frank Maston, que le da el sonido característico a la banda desde el teclado.

La alineación de Jacco Gardner es la tradicional, como su pop: bajo, batería, teclado, guitarra solista, guitarra de acompañamiento. Un pop, que si me van a permitir el inciso, no es barroco. El barroco suele ser definido desde lo despectivo, con negatividad, y aunque la música de Gardner comparte la complejidad de este arte, lo que Jacco Gardner hace es pop psicodélico. Su arte tiene un principio y un final, y con Hypnophobia además ha demostrado que puede llegar a ese mismo destino con la misma belleza y algún rodeo de menos. Dicho esto, que viva el Barroco. El líder de la banda no necesita más que ese acompañamiento, hay espacio en la música para la inventiva, claro que lo hay, pero en ocasiones recurrir a los clásicos es causa cierta de éxito, además de una pista sobre el conocimiento histórico que el artista atesora de su oficio.

Con mucha timidez, el holandés fue sacando temas adelante, tanto de su genial Hypnophobia, como de su sorprendente Cabinet of Curiosities. Evitando los temas meramente instrumentales, Jacco Gardner y su banda nos brindaron un par de jams entre canción y canción que fueron sin lugar a dudas minutos de oro. Sonaron “Hypnophobia”, la épica “Before the Dawn”, la intimista “Face to Face” y por supuesto su aclamado sencillo “Find Yourself”. Sorprendentemente, el público sevillano coreó, cual hooligan deportivo, las melodías más reconocibles de Gardner, un hecho que hizo que el músico se fuera despojando de su timidez y frialdad para ir entrando en lo que para él sería la mayor de las alegrías. Su impenetrable rostro permite pocas interpretaciones, pero ni el más frío de los hombres puede contener un sonrisa o una alabanza ante un público tan entregado. El Cabinet of Curiosities también ayudó a ver el risueño lado oculto del de Hoorn, ya que sus canciones tiran más de letras, y de ritmos de digestión sencilla. “Chameleon”, “Where Will You Go”, “Clear the Air”, o “Watching the Moon”, presentaron al Jacco Gardner jovial, tan cercano al misterio como el actual, pero con un enfoque juvenil cercano al que Syd Barrett hizo de la psicodelia (“See Emily Play”, “Matilda Mother”, “Octopus”…). Tras un impasse en el ácido trance, provocado por la marcha de los artistas, la música volvió a la sala, gracias a unos bises que terminaron de hacer las delicias de todos. En pocos conciertos de psicodelia en sala he visto a la gente bailar, desde luego, en nuestro país en ninguno, hasta que llegó Jacco Gardner.

Al final, al holandés no le hizo falta defender su trabajo, al contrario, siguiendo las enseñanzas de su compatriota Johan Cruyff, decidió que había que alcanzar la victoria apostándolo todo a la ofensiva, y si es con carácter preciosista mejor. Su gira por España continúa, pero en alguna dimensión oculta a nuestros sentidos quedó grabado entero el concierto de Jacco Gardner en Sevilla, y viendo al músico tras el concierto, estoy seguro de que él mismo tiene la llave para abrir la puerta a esa dimensión. No tardes mucho en hacerlo maestro.

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