Foto y texto: Aída Cordero Domínguez
Estamos acostumbrados a los cambios de tercio radicales a los que nos somete el señor Mark Oliver Everett, Mr. E, alma mater de Eels. Si en su gira anterior salían al escenario con chándal esta vez se marcan una imagen diametralmente opuesta: ataviados con traje, sin destacar en el elegante escenario decorado con unas minimalistas luces anaranjadas, manteniendo la línea intimista que ha demostrado en su último álbum, The cautionary tales of Mark Oliver Everett, dejando claro quién es el protagonista. Aun tengo en la retina y en los tímpanos el sonido del último concierto que dio en Madrid, en La Riviera, en el que el segundo bis pilló a muchos de los asistentes saliendo de la sala, y no soy la única, de hecho el propio Mr. E hizo referencia a “lo bien que nos lo pasamos aquella vez”, pero ahora todo iba a ser diferente, más pausado y profundo. Ahora realiza su gira en teatros, más acorde con este disco personal lleno de vivencias propias que quiere darnos a conocer.
El Circo Price no estaba completo, pero sí bastante lleno, había muchísimas caras conocidas (The Right Ons, Rufus T. Firefly, Vetustos, Javier Limón….) signo de la veneración que éste talentoso artista norteamericano de voz áspera profesa.
A caballo entre la elegancia, el saber estar, cierta improvisación (cómo salir del paso cuando el sonido del contrabajo se estropea), chistes medidos y preparados y muchísima ironía. Eels, en este concierto enmarcado dentro de los Veranos de la Villa, repasaban ese nuevo disco y muchos de sus éxitos anteriores, aunque pasados por ese filtro de suavidad y ralentización del tempo para hacer que encajaran como unas piezas más de esa maravillosa y exquisita maquinaria que son sus conciertos (como la versión más surf de Birds, My Beloved Monster o Last stop: my town) . Sin duda desprende y contagia amor por la música, la cual, según ha declarado en múltiples ocasiones, le ha salvado la vida (porque Mr. E no ha tenido una vida fácil) y se siente tan cómodo en el escenario y tan pleno que en un arrebato decide bajar a las butacas y abrazar a todos los que estábamos ahí, por si fuera poca la complicidad que había conseguido con el público. Nos quedamos con ganas de más porque Mr. E nunca aburre, su prolífica carrera está diseñada a prueba de hastío.
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