El Festival Internacional de Benicàssim, en su edición de 2017, ha demostrado que sigue siendo el rey del verano y que no va a ser nada fácil arrebatarle el trono en los próximos años.
Como decía el anuncio: «¿Y el Madrid qué? ¿Otra vez campeón de Europa?». Que el tiempo es cíclico se sabe desde hace milenios, así que no debe extrañarnos ver al Real ganando títulos en mayo y al FIB haciendo lo propio en julio. El escenario Las Palmas ha dejado de ser una pirámide que mostraba el esplendor del pasado para refulgir con fuerza de nuevo. El Festival Internacional de Benicàssim ha encontrado de nuevo el equilibrio y en él ganamos todos: foráneos y nacionales. Que nadando entre el pop, el rock, el trap y la electrónica; que a veces sumergido en el pasado y a veces en el futuro; acaba celebrando la gran fiesta de la música.
Arrancó el jueves con los primeros acordes de Ride, un plato fuerte a última hora de la tarde que acogió a los más fieles del evento. Sin embargo, a unos metros del escenario principal, Dream Wife estaba dando uno de los mejores conciertos de toda la edición. El trío establecido en Londres demostró que las distancias entre el pop, el rock y el punk son mínimas, y el público agradeció su entrega en la carpa de Radio 3. Stormzy y The Weeknd iniciaron la ronda del pachangueo -entiéndase como algo positivo y divertido- en el escenario principal, que ya se había llenado casi por completo de fieles a ambos artistas. Pero el gran concierto de la apertura del FIB no estaría en Las Palmas, se celebraría en el VISA con The Jesus And Mary Chain demostrando un estado de forma impecable, con un setlist variado y un cierre legendario a cuenta de ‘I Hate Rock ‘n’ Roll‘. Después de gozar con su directo no puedo más que querer ser como ellos de mayor. Y ahora sí, vuelta a Las Palmas para cerrar la primera jornada con Bonobo.
El viernes era el primero de los dos días grandes del FIB y en el ambiente, además del polvo rojizo, flotaba cierta magia. Las melodías psicodélicas de The Wheels emergían desde la zona sur del recinto, al igual que lo harían después los sonidos ácidos de Alien Tango. Pese a ello, el verdadero tripi a esas horas serían unos Temples que se mostraron implacables. Los de Kettering cumplieron su promesa de hacer algo bizarro, en virtud a un setlist que mezcló a las mil maravillas Sun Structures y Volcano. La soltura que ha adquirido el cuarteto sobre las tablas solo es comparable al que han demostrado en el estudio de grabación con su segundo LP. Blossoms tomaron bien el relevo momentos después. Lo hicieron repasando su primer trabajo y tocando algo de lo que está por venir para delicia de los presentes. Vuelta al VISA para una nueva ración de pachangueo, esta vez servido por el talentoso Joe Crepúsculo, un artista que por fin disfrutó de un horario que le brindaba un público más o menos consciente. Todo esto ocurría poco antes de que se fuera a vivir uno de los más grandes momentos del FIB, o al menos eso se preveía.
Los Planetas aparecieron cayendo p’abajo en Las Palmas. La legendaria banda de Granada, que estaba de vuelta en Benicàssim, por fin con un nuevo y aclamado larga duración, dio un concierto bueno sin más, pero alejado de la mística que desprenden. Un grosero error al inicio de los bises terminó por confirmar que no era un buen día para Los Planetas, que abandonaron el escenario con la misma frialdad con la que actuaron. La noche remontó con James Vincent McMorrow, un músico pop de nuestro tiempo, que es capaz de cazar diferentes sonidos y plasmarlos a las mil maravillas con la ayuda de su gran voz. No sé cómo aterrizaron Foals en Benicàssim porque el gentío concentrado para ver su concierto era inmenso. La banda capitaneada por Yannis Philippakis dio uno de sus típicos conciertos, uno de esos en los que el setlist no termina por ayudar y que acaban convirtiendo su espectáculo en una montaña rusa que es difícil afrontar sin biodramina (o sin algo peor). Menos mal que La Casa Azul despejó dudas con uno de los mejores conciertos del verano, estos sí, con una elección de canciones impecable y con una actitud arrolladora. Guille Milkyway ha de estar orgulloso y nosotros de enhorabuena: está de vuelta. deadmau5 cerró la velada con más tralla, el saco de dormir seguro que no se hizo tan duro después.
El sábado llegó con un «no hay billetes» en las entradas de día. ¿Pesadilla? Para nada, la organización dio lo mejor de sí misma para intentar mantener el pulso del FIB constante, sin que las hordas de fans de los RHCP disparasen las emociones. Tal y como me dijo un amigo, si tuviéramos que tomarnos un chupito cada vez que a alguien con la camiseta de la banda americana, habríamos caído antes de entrar. The Strypes, que fueron asignados a Las Palmas, dieron un recital acorde al lugar y dejaron claro que el relevo generacional en el rock alternativo está asegurado. La británica Marika Hackman, bien acompañada por una banda a la altura de su figura, ofreció un concierto impecable en el que el pop fue el gran protagonista. Su I’m Not Your Man es uno de los discos del año y pudo ser disfrutado en Benicàssim. Ojalá la próxima vez su nombre aparezca con letras más grandes, su trayectoria no desmerece la otros.
Con Dinosaur Jr. y Liam Gallagher viajamos en el tiempo. Un tiempo que si bien es cíclico, pasa facturas difíciles de pagar. Los de Amherst no tuvieron su mejor día en Las Palmas: ni su sonido ni el horario ayudaron. Dinosaur Jr. pasaron sin pena ni gloria por Benicàssim, y en este caso no es algo subjetivo, bastaba mirar a tu alrededor y a las pantallas gigantes para darse cuenta de que la gente estaba a otra cosa. Aquí sí que deberíamos hacer algo de autocrítica, porque algunas actitudes en las primeras filas fueron poco aceptables y a esas horas el alcohol no era una excusa. El sol bajaba, la luna se hacía presente y la marea de público crecía: ¡ni que tocara Oasis! Porque no, Liam Gallagher no es Oasis, nada más que hay que ver su éxito fuera de la banda que formó con su hermano Noel para darse cuenta de que la genética no le fue favorable con respecto a su hermano. A su favor hay que decir que es la voz de la citada banda y que está tan bien acompañado que si uno quiere, puede engañarse y pensar que está en un concierto de los Gallagher. Sin embargo el oasis -perdón por el juego de palabras- se acaba en cuanto Liam se sale del guión y toca sus planas canciones. A estas alturas de la película sigue atrapado en su ‘Wall of Glass’, perdido en una ‘Chinatown’ imaginaria.
Pese al decepcionante intervalo vivido en Las Palmas, el FIB seguía, pero había que ir a lo seguro. Los Surfin Bichos no ofrecieron ningún saliente al que agarrarse, mala elección por mi parte. El revival noventero del sábado estaba empezando a hacer mella en mi moral, así que antes de venirme abajo me fui a ver a Las Bistecs. El dúo ofreció un espectáculo divertido y fresco, lleno de humor y de melodías bailables capaces de eclipsar a los viejos dinosaurios incapaces de enganchar su talento (que lo tienen, y mucho) con el presente. Ahora es cuando Red Hot Chili Peppers deberían hacer acto de presencia, o en caso de sorpresa Peter Doherty, pero no es así. La resistencia, que de primeras no llenaba el escenario de Radio 3, pero que al final casi lo hacía, estaba con Biznaga. Letras incendiarias pero cuidadas, ritmos endiablados capitaneados por la furiosa batería, melodías desnudas pero cada vez mejor engalanadas por los instrumentos de cuerda… Biznaga no terminan de creer en el futuro, lo cual es totalmente lógico, pero su Centro Dramático Nacional y su Sentido del Espectáculo apuntan a discos de culto en no mucho tiempo y yo podré decir que lo di todo cuando estaban plenamente vigentes. La electrónica trap de Mura Masa y el rock de Biffy Clyro cerraron la gran noche del FIB que navegó entre la nostalgia y la euforia.
Llegó el domingo, llegó el cierre pero el FIB mantuvo el nivel. Declan McKenna, uno de esos chicos llamados a capitanear el futuro del pop junto a algunos conocidos ex miembros de boys bands, actuó temprano y demostró una enorme suficiencia. Su próximo lanzamiento discográfico está creando cierto ánimo de ilusión y habrá que escucharlo con atención. Tras él, Las Odio dejaron bien claro porqué se llaman así. Solo las he visto dos veces, pero en ambas ocasiones salí del concierto con gente que se sentía enfadada y estafada. A decir verdad, el cuarteto no puede ser más punk. Sus desenfadadas letras y sus pegadizas melodías las han colocado en el ojo del huracán para bien o para mal. Que sea así por mucho tiempo, eso significará que están tocando la tecla correcta.
La velocidad sobre el escenario de Las Odio me permitió disfrutar largamente de Slaves. ¿Qué decir sobre esta pareja? Isaac Holman y Laurie Vincent me dejaron con el culo torcido. ¿Se puede ser más potente y contundente en directo? No lo creo. En once canciones entraron a fondo en Are You Satisfied, pasearon sobre Take Control y se dejaron caer en el Sugar Coated Bitter Truth. ‘Sockets’, ‘Cheer Up London’, ‘Hey’ y ‘Where’s Your Car Debbie?’ hicieron que la explanada del VISA se quedara pequeña, un espacio que terminó por hacerse irrespirable con la guinda de ‘The Hunter’. Si dios existe, que tenga en su gloria a Slaves.
El cambio en los horarios entre Love of Lesbian y Kaytranada provocó un cierto desorden mental, un jet lag festivalero, puesto que los catalanes suponían un cambio demasiado brusco con respecto a Slaves. Los fieles de los creadores del mítico John Boy respondieron bien, demostrando ser fans verdaderos, ocupando bien los vacíos que dejaban los curiosos que no hemos entendido bien El Poeta Halley pese al gran desempeño que LoL demuestra en sus directos una vez tras otra. La oferta de Bad Gyal no era más atractiva que la de Love of Lesbian, pero en esas aparecieron Havalina y el cuerpo recuperó algo de color. Había esperanzas de despedir el FIB por todo lo alto, mordiendo sombras y no el polvo.
Y el presagio se cumplió. Kasabian, una las bandas de mi adolescencia, a la que nunca había visto en directo porque sus últimos trabajos me han dejado indiferente, ofrecieron un concierto legendario, un concierto que pasará a la historia del FIB. Los de Leicester, con un setlist perfecto, me hicieron viajar varios años atrás, años en los que iba al camping del propio festival y en los que los escuchaba a ellos en el móvil como si fueran a estar allí. Serge Pizzorno y Tom Meighan han sabido aguantar bien el paso del tiempo, remontando incluso con el lanzamiento de For Crying Out Loud, cuyas canciones se deslizaron con suavidad entre las del 48:13, el homónimo Kasabian, West Ryder Pauper Lunatic Asylum, Empire y del Velociraptor!, del que solo sobrevive ‘Vlade The Impaler’. Estar en un concierto de Kasabian es una celebración en sí misma, una experiencia en la que se canta cual ultra y en la que los pogos (y el temido pero sexy wall of death) están a la orden del día. Gracias Kasabian, creo que sentí lo que otros habían sentido anteriormente con Los Planetas o con Liam Gallagher, solo que yo lo hice con más compañía y movimiento.
Y ahí acabó mi noche, puesto que mi acompañante acabó con un esguince que le trataron en el centro de atención sanitaria del festival lo mejor que pudieron, que tampoco fue mucho. No estaría de más darle mejores medios a los profesionales sanitarios, hombres y mujeres que aguantan estoicamente toda clase de visitas tóxicas.
Siempre me jacté de haber ido al último gran FIB -el de 2011- y ahora creo que voy a poder hacer lo propio con esta edición. El Festival Internacional de Benicàssim 2017 ha recuperado el mojo, ha vuelto a hacerse con una fórmula que llena. La fórmula no es otra que unir el pasado con el futuro sin olvidar el presente, ofreciendo una mayor presencia trapera y con un escenario eminentemente electrónico. Esto es un festival popular, no una reunión de FAES.
¿El año que viene qué? ¿Otra vez al FIB?