Dicen que en acústico todo suena mejor y por eso, el pasado viernes 22 en el Jardí Botànic de Valencia, L.A. pasaron de 6 a 3 para ofrecer un concierto impecable al aire libre.
Yo ya sabía a lo que iba aquella noche, o al menos creía saberlo; después de ver la actuación de L.A. en el SanSan y gritar a los cuatro vientos en mi cuenta de Twitter que para mí fue la mejor del Festival, solo me cabía esperar algo bueno del concierto que voy a describirles e incluso me hubiese valido si hubiera sido la mitad de bueno; pero es que encima lo fue más de la mitad.
Luis Alberto Segura, Pep Mulet y Damian Tejedor nos hicieron esperar, no lo vamos a negar; pero la espera no fue tan dramática como el crío que tenía detrás berreaba, eso tampoco lo vamos a negar. Cuando te acostumbras a ir sola a conciertos aprendes a observar con detenimiento y lo aprecias todo mucho más; y a mí con el ambiente que se respiraba ya me tenían ganada: un acústico en pleno centro del Jardì Botànic y sobre un escenario rodeado de infinitud de especies de árboles y demás plantas —de las que probablemente nunca sabré el nombre— que daban un encanto extra al que se sumaban una hilera de bombillas y los focos azules, rojos y blancos que nos acompañaron durante todo el concierto y por los que al técnico de L.A. hay que hacer una mención especial.
Yo lo iba apuntando todo en mi indie-diario y recuerdo que a las 21:35h bajaron las luces y comenzamos a escuchar el sonido de las olas rompiendo en un mar ficticio, olas que nos preparaban para que a las 21:43h, ni un minuto más ni un minuto menos, los tres mosqueteros subieran a la tarima y ‘Living by the Ocean’ empezara a sonar.
Después de un inicio relajado, muy propio de un acústico y carente de eléctricas y percusión, el trío fue despertando a lo largo de ‘Living America’ —con un estribillo en el que el término “aporrear” decido que deje de ser negativo y pase a referirse a que Luis tocaba su acústica con tanta energía que dudábamos de si la silla sobre la que descansaba iba o no a quebrar—, para dejar claro a la tercera canción, ‘Evening love’, coincidiendo con la entrada de la batería, que con sus acústicos también saben repartir fuerte.
L.A. repartieron fuerza musical y también sensualidad, de esa que hace que te tengas que agarrar la tela del pantalón porque no puedes sacudir a quien quiera que tengas delante por educación. Si alguien no siente cosas por dentro con esos “tsssah!” de Luis Alberto que acompañan a la parte instrumental con dos eléctricas de ‘Over an over’, que venga a decírmelo a la cara si se atreve y aún así den por seguro que no lo creeré.
Ante lo que estaba presenciando, un concierto casi a la luz de la luna en la que las voces sonaban como de ultratumba y cualquiera diría que estábamos en una sala y no al aire libre, no me hubiera sorprendido que me dijeran que los chicos de L.A. no son humanos; pero sí lo son y, como tales, cometen errores, aunque se fíen de una tecnología que no suele traicionar. “Es el primer fallo que tenemos en esta gira”, se disculpó entre risas Luis Alberto; y le perdonamos, porque a la tercera fue la vencida y aquel chisme era imprescindible para hacernos vibrar con ‘Oh, Why?’.
Hay canciones que solamente necesitan una voz en compañía de una guitarra, así que Damian y Pep abandonaron el escenario por unos minutos para que Luis Alberto se abriese al público y nos contase un poco sobre su yo del pasado, aquel que comenzó en la música con unas baquetas a lomos de una batería y que ha querido homenajear en esta gira tocando ‘Let it Ride’, un tema que por aquella época acostumbraba a versionar. También hubo lugar en este interludio para escuchar ‘Close to you’ en acústico y hacerme llorar; no pierdan la oportunidad de presenciarlo en directo, de verdad.
Queríamos poder secarnos las lágrimas pero no nos dejaron. Damian regresó para ponerse manos a la obra con los teclados y llegó el turno de la dramática ‘Stop the Clocks’. Seguidamente, el trío se recompuso al completo y se pusieron de acuerdo para hacer sonar ‘Under Radar’ y crear una atmósfera que más que describirla con palabras, vale la pena ver.
Antes de cumplir con el reglamentario paripé de *nos bajamos del escenario, pero que sabéis que volvemos, solo tenéis que llamar*, Luis hizo apología a lo que había comentado encargándose de la batería para interpretar ‘Love comes around’, se despidieron hasta el Festival de les Arts e hicieron como que cerraban al grito de “I’m getting ooooldeeeer noooow”.
Pero no, como marca la ley ellos regresaron y nos deleitaron con una ‘Ordinary lies’ fuera de lo normal y una ‘Outsider’ que fundió al público en palmas y de la que sentí cada intensa nota por todo mi cuerpo gracias a la decisión de terminar el concierto sentada en un altavoz.