L.A. en la Joy Eslava

Anoche tuvo lugar en la madrileña Joy Eslava la presentación del último trabajo de L.A., ‘Dualize’. Para calentar motores salió en solitario el gijonés David T. Ginzo de TUYA, el cual sin ningún tipo de pudor se dispuso a preparar la noche con canciones llenas de altibajos tanto por su voz, que iba y venía, como por el carácter de las canciones que presentó, las cuales que recordaban en parte a Ben Howard. He de reconocer que venía sin haber oído absolutamente nada de él, pero sin duda me dejó con ese interés que busca todo buen telonero a la hora de aprovechar los minutos con los que se goza para intentar ganarse la confianza de un público, que sólo quiere ver al artista principal, en este caso L.A., y que tras marcharse David T. Ginzo con su guitarra y capucha, dejó claro el entusiasmo con el que Madrid recibía a Lluis Albert Segura y su banda, con un lleno que se comentó mucho en el entretiempo.

Así pues L.A. se enfundaron sus instrumentos y se dedicaron a deleitar a la Joy Eslava con la potencia vocal y la fuerza en escena que tienen, sobre todo liderados por su cantante, el cual con su pose, que recordaba a veces a Springsteen, y unas pocas palabras dedicadas al público, se supo meter en el bolsillo a todos los que estaban en la sala, yo mismo incluido, pues he de reconocer que a penas esta semana me puse en serio a escuchar sus dos largos (Heavenly Hell y el recién estrenado Dualize, que se ha ganado tanto a público como a crítica). El recinto poco a poco se despertaba y se desvergonzaba, coreando las tres primeras canciones, Dualize, Under Radar y Perfect Combination, y todas las que les siguieron. Canciones al más puro estilo del rock de la vieja escuela, desmarcándose (en mi opinión) del indie que muchos de sus fans idolatran. Sin duda lo que más me sorprendió del directo de L.A. fue eso mismo, rock puro, rock con letras hechas para ser coreadas a todo pulmón, rock para bailar, rock para saltar. Rock al fin y al cabo. Desde luego estamos ante uno de esos artistas cuya máxima virtud es mejorar en directo respecto a sus trabajos de estudio, con una voz poderosa que retumbaba entre las paredes de la Joy Eslava.

Oh Why y Mirrorball dieron comienzo a ese remanso de paz que cada buen concierto debe ofrecer, siendo la primera una gran canción en estudio pero que en directo desentonó con el ritmo rockero con el que nos tuvo acostumbrados Lluis Albert y compañía durante la primera media hora de concierto. Mirrorball resultó un parón suave donde el cantante muestra sus grandes dotes vocales incluso en agudos, la cual desató la pasión del público (mayoritario) femenino que se congregó en el recinto, las cuales acariciaban la atmósfera con súbitos piropos que el cantante respondía con su profunda voz en las estrofas y de manera rasgada y desatada a la vez en los estribillos.Con Rebel el rock volvió a la sala, haciendo caer incluso al público que parecía de piedra en la trampa de su ritmo ineludible, Y a partir de entonces cuesta arriba y a toda velocidad volvió a sonar la guitarra con potencia a la par de la voz del cantante, que en ningún momento cejó en potencia. Tras el primer encore, Lluis apareció sólo armado con una acústica, y tras mandar callar al público, tocó Elizabeth, una canción que la mayor parte del recinto coreó y que fue in crescendo, como es ya costumbre en la mayor parte del repertorio de L.A. Tras esta, aún en solitario, tocó Stop the Clocks, la más coreada de todas y que rompió en los coros con todos los miembros de la banda mientras la Joy Eslava se venía abajo, con parejas abrazadas bailando, grupos de amigos saltando y los demás moviéndose al ritmo de la canción más escuchada de Spotify.
Parecía que todo había acabado, pero atraído por el clamor popular aún en júbilo por la anterior canción volvió L.A. tocando primero Leading Role que bajó el altísimo ritmo con el que estaba la sala, aunque con las dos últimas canciones, sobre todo Outsider, volvió a hacer saltar por los aires los pies de la multitud y que aunque no fue un cierre tan apoteósico como hubiera sido con Stop the Clocks, logró poner a bailar a la Joy Eslava y con la que cerró un gran concierto que sin duda será recordado por los asistentes, con un inesperado Sold Out bien merecido y con los ecos de sus canciones aún resonando en Madrid. Y de Madrid al cielo.
Lo mejor: El inagotable e impertérrito espíritu del cantante de L.A.
Lo peor: La cabellera del bajista y que no acabasen con Stop the Clocks, canción que hubiera dejado en éxtasis tanto a mi como a la mayoría del público asistente.Nota: Debido a problemas técnicos (cosas del directo) no pudimos usar la cámara réflex y tuvimos que hacer las fotografías desde el móvil. Disculpen las molestias.
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