The Limboos practicaron su mambo exótico en El Intruso el pasado viernes 9 de septiembre ante los bailes desinhibidos de los parroquianos aún veraneantes.


Los escenarios Mahou han vuelto tras unas merecidas vacaciones y septiembre promete ser más que el típico mes de retome del tempo perdido. Tanto que el pasado viernes 9 de septiembre la temporada se abrió con el concierto de una de las bandas que ha puesto el jazz exótico en boca de los amantes más tradicionales y también de los liberales de oído: The Limboos. Pese a que su Space Mambo cuenta ya con dos añitos a sus espaldas, no deja de sonar refrescante con cada escucha. Si ese acercamiento sonoro se produce en directo en un ambiente como la atmósfera intrínseca de El Intruso, la fórmula acaba de implosionar.

El Intruso es esa sala que cualquier novelista hubiera elegido para dar rienda suelta a su pluma. Su mejor caso y un antihéroe detectivesco dejándose arrastrar por los sonidos de ultratumba de un local en el que está prohibido tener los pies quitos. Escaleras, rampas, escenario, barra, sillones en oasis chill out y el recorrido previo a través del portal de edificios en el que se aloja. No se trata de Rue del Percebe, ni de la casa de Tócame Roque: El Intruso se encuentra en Augusto Figueroa 3 y esconde a los crápulas con más swing de todo Madrid.

En un primer momento me asusté al llegar: cuatro gatos acodados a la barra y ni rastro de la banda. Miré el reloj cariacontecida rezando para que no hubiera confundido día y hora. En la entrada me dejaron pasar, pensé, así que sólo puede ser un fallo de horario. Bueno, o quizás el siempre equívoco gancho de los carteles informativos. Salvo excepciones excepcionales, más te vale añadir al menos 15 minutos a la hora citada. Cerveza en mano me resultaba extraño guardar primera fila, ni siquiera apoyarme sobre el amago de mirador de la rampa que lleva a los baños. Era mejor sentarse frente al escenario y asistir al espectáculo cual emperatriz romana en el circo de los leones. La birra iba menguando al mismo ritmo al que El Intruso iba devorando personas. Un público que no había podido rendirse a cambiar la vuelta a la rutina por la última fiesta veraniega. Aunque fuese en medio del asfalto y de la boina celeste. Sin preámbulos ni teloneros previos, The Limboos entraron en escena para hacer bailar a los parroquianos presentes. Las palmeras ya estaban grabadas en más de una camisa masculina y el local ponía los gintonics y demás combinados. Sólo quedaba la música. Como bien indicaron por redes sociales, actualmente se encuentran en la grabación de su próximo disco y nos dieron alguna que otra sorpresa con temas que aún siguiendo con la estela de este Space Mambo, sí que advierten un leve giro instrumental. Esa instrumentación continúa siendo una de las bazas de la formación galego-madrileña: virtuosismo en las cuerdas, batería al tempo requerido, maracas locas que consiguen su efecto hipnotizante cual serpientes de cascabel y un saxo del averno capaz de convertir en magia cada aspiración de aire. Este conjunto se adhiere a la perfección a la voz desgarrada y sutilmente aguardentosa de su frontman. The Limboos habían venido a tocar más que a hablar aunque no faltó el triste (tristísimo) recuerdo a Sonia del Amo, impulsora del Tupperware y, por ende de la noche de Malasaña, tras su fallecimiento.

Las parejas y nuevos descubrimientos no dejaban de arrimarse mientras el tempo de la canción lo permitía. Incluso surgían cambios de cromos aprovechando descuidos en la barra del local. Ay, la ginebra. The Limboos continuaban ajenos a los depredadores de la noche, mientras seguían sin desafinar ni bajar el ritmo de tus zapatos de baile. Capaces de hacerte danzar con ‘Brownie’ en medio del desierto de Sonora mientras cabezas de mamífero, reptiles y reptilianos se mueven a tu ritmo; de preguntarte si levantarse ‘Early in the Morning’ de esa manera tan sexy debería estar prohibido; de llenar tus bolsillos de aire mientras das giros atmosféricos en su ‘Space Mambo’; de comprobar que no estás vagando por las calles de Nueva Orléans aprovechándote de una sabrosa jambalaya de pollo en ‘Big Chef’. Noches de mambo y cha cha cha para paliar los efectos de la vuelta a casa. O para empezar a prender la mecha del fin de semana. El concierto de The Limboos fue de menos a más y justo en el momento álgido se provocó el interruptus por parte del local: la hora de cierre estaba sobrepasada y la calabaza esperaba en la puerta. Ellos no pudieron hacer nada frente a la oposición del público. Los presentes querían continuar con la fiesta. Posiblemente convertirla en 24 Hour Party. No les culpo, el embrujo de The Limboos es adictivo.

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