Silvia Pérez Cruz, cantautora catalana que fusiona bolero, jazz y flamenco con una soltura pasmosa, acaba de publicar Domus, disco concebido en un principio para ser la banda sonora de la película ‘Cerca de tu casa’. El tercer largo de la cantante, sin embargo, emprendió un camino paralelo y se convirtió en una pieza independiente pero complementaria del filme, adquiriendo por derecho propio la misma importancia.
Domus, al igual que ‘Cerca de tu casa’ (cuyo estreno será el próximo 6 de mayo en el Festival de Cine de Málaga), nos cuenta el atroz dolor que la crisis causó en 2007 en nuestro país. Hay personas que tienen la suerte de ser demasiado jóvenes para recordarlo, algunos revivimos con dolor las noticias que nos contaban de familias sin hogar en un país del primer mundo, pero otros, otros revivirán el atroz dolor de la pérdida. La pérdida del hogar propio o del de seres queridos, la pérdida de aquellos que decidieron despedirse de una vida que no tenía nada más que penuria y miseria para ellos.
Decía Oscar Wilde que «El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos» y patente queda en ‘No Hay Tanto Pan’, canción que abre el largo. Faltan palabras y sobran emociones para describir la abominable belleza de un corte crudo y directo que revive la tragedia de la crisis en cinco minutos de pura hermosura. La voz de Silvia es delicada y poderosa, de esas capaces de llegarte al corazón, emotiva y casi tangible; y los arreglos de cuerda, así como la voz de un hombre que repite con un ápice de desesperación «estoy agotado, estoy agotado, estoy agotado», hacen de este tema una obra de bellísima monstruosidad.
«No hay tanto pan» dice Silvia, «alguien te lo da y después te lo quita» añade, «esta culpa no es tuya ni mía» recalca, «discursos y periódicos, banqueros y trileros […] te roban y te gritan y lo que no tienes también te lo quitan» termina con resignación. Resignación y derrota que afloran en la estremecedora ‘Cerca de tu Casa’, en la que el llanto de un piano triste y desesperado acompaña el lamento de alguien a quien no le quedan palabras para expresar la tragedia que la aflilge.
Le guiña el ojo a Federico García Lorca invirtiendo el sentido de su ‘Romance Sonámbulo’ en ‘Verde’, canción que habla, por oposición metafórica, de desesperanza. Desea dormir y soñar que vuela muy lejos con la poca dignidad que le queda en ‘De Frente’.
Pero Silvia no se limita a contar la historia como una mera expectadora, sino que reflexiona nos invita a abrazar una teoría que tiene un qué de Pasoliniano en ‘Todo Hombre’, en la que nos recuerda que todos somos hijos de alguien, todos tuvimos una abuela, que somos más parecidos que distintos. Que cuando un hombre desahucia a otro, está desahuciándose a sí mismo. Que esa misma suerte puede ser la nuestra. Que la división entre siervo y amo debe acabar y que todos somos esos pobres diablos que lo perdieron todo. Las voces de una población indignada que no quiere cerrar los ojos o mirar hacia otro lado en ‘Sí Se Puede’, que se pone de pie para defender a cientos de personas que no conocen, pero que son sus hermanos, sangre de su sangre en la dificultad.
Lejos de hacer un disco de “canción protesta”, la cantautora pretende más bien contar el drama de miles de almas anónimas y sensibilizar a tantos otros rostros desconocidos. Un trabajo orgánico y vibrante, gracias sobre todo a la voz armoniosa pero desconsolada de Silvia, realzada por violines y chellos magistralmente encajados, que despierta la conciencia y estremece el corazón.
Por Robbina Simeoni