Resulta chocante llegar a un concierto de Havalina y ver dos sintes encima del escenario. Da igual cuántas veces haya escuchado Muerdesombra (Ernie Records) o cuán preparado vayas para lo que se vendrá encima. Es raro y un tanto desconcertante, porque por un instante es inevitable que te preguntes si Havalina serán los de siempre, si su directo no se habrá visto afectado por ese cambio en su sonido.
La esencia de Havalina, afortunadamente, es algo tan contundente que no necesita preámbulos ni presentaciones y así, sin ribetes ni mayor bombo, hicieron su entrada recorriendo el pasillo visible que lleva hasta el escenario cabizbajos y sin mirar en otra dirección que hacia adelante, con la misma decisión y firmeza del guerrero antes de la batalla. Sin mediar palabra arrancaron la noche al ritmo de ‘Abismoide‘, corte que también abre el disco que venían a presentar, de ritmos casi bailongos y letra oscura. Impecable fue la ejecución, pero un poco fría la recepción por los fieles de siempre ahí reunidos, aparentemente algo inciertos acerca de la evolución de la banda.
Pero con el saber hacer del que subido a un escenario lleva más de tres lustros, encendieron ánimos con ‘Más Velocidad‘, desarrollada con tal decisión y ahínco que fue recibida mucho mejor entre los fieles ahí reunidos, sin importar lo lejos que queda del típico sonido Havalina. Y siempre con ese saber hacer, los volvieron a tranquilizar con ‘Órbitas‘, la íntima y preciosista balada que parece una continuación más madura y sentida de ‘Incursiones‘, que, esta vez, no faltó en el setlist para gusto y deleite de fans nuevos y de toda la vida.
Tras una pequeña pausa para agradecer al público con su habitual amabilidad y candidez haber acudido, una vez más, a lo que es una cita bastante recurrente en la capital malacitana, Manuel Cabezalí y los suyos arrojaron con toda su fuerza ‘Desierto‘ y el público se vino arriba poseído por un frenesí que se manifestó en cabeceos, movimientos espasmódicos de cuerpos poseídos por el rock y en coros a pulmón lleno, e hizo su curso a través ‘La Voz de Él‘, para transformarse finalmente en un trance de susurros con ‘Lazos Rotos‘.
Y en ese preciso instante, quedó claro Málaga había sido vencida: los presentes se rindieron ante la maestría de Cabezalí con la enésima guitarra (me vais a perdonar, pero perdí la cuenta) que transportó al público a otro lugar, un lugar lejano y fuera de lo habitual, un lugar descomunal como el sonido contundente y denso de ‘Alta Tormenta I‘ y ‘Alta Tormenta II‘, tocadas inevitablemente seguidas. En ese instante, ese en el que estaba Málaga rendida y vulnerable, desenvainaron ‘Hojas Secas‘ y quedó claro que habían ganado la batalla y la guerra.
Para la recta final dejaron temas más cercanos a su vertiente hard, como en un claro intento de hacer explotar de una vez por todas el ldelirio y la furia en la sala. Y sin el menor esfuerzo lo consiguieron con ‘Viaje al Sol‘ y ‘Malditos Mamíferos‘: entre los movimientos de cabeza cada vez más desatados, los brazos levantados con tal vehemencia que se convirtieron en saltos y unas bragas volando, se despidieron los de Madrid.
Volvieron para despedirse de verdad sobre las notas de ‘Imperfección‘, que sí sonó perfecta y dura, ensordecedora y contundente; el broche de oro a un concierto de sonido impecable y que sonó al más puro Havalina: un estruendo musical apabullante e infalible.