Apartamentos Acapulco son la última perla de Granada, ciudad que no deja de parir artistas y bandas que rezuman calidad y valentía estilística.
En una ciudad acostumbrada al continuo rumor del agua que transcurre por los ríos Darro, Beiro, Monachil, Dílar y Genil; una ciudad que ha disfrutado de la aparición de artistas y bandas señeras en casi todos los géneros, especialmente en el flamenco, el rock y el pop; el que emergiera un dúo llamado Apartamentos Acapulco que acapara talento y originalidad a partes iguales, no pasó de ser eso a lo que se le llama “un día más en la oficina”.
Sin embargo, el resto de los mortales, los que no disfrutamos del semillero de talento que es Granada, los que usamos el catalejo para distinguir nuevas caras y sonidos, o simplemente para resituar a los que creíamos haber perdido, hemos disfrutado mucho con este grupo que tiene nombre de urbanización de turística. Y digo grupo porque a Angelina Herrera e Ismael Cámara -el dúo original- se les han unido Pedro Velardo, Charly Gang y Efrén Gaz. La nueva formación se ha mostrado como lo que son: unos artesanos del dream pop, unos obreros del shoegaze. No hay duda de que Apartamentos Acapulco son los hijos de la escena de la capital nazarí de los noventa y principios del nuevo milenio (que nadie olvide Viaje de Estudios de Lori Meyers nunca). Por trayectoria discográfica no pasarían de aprendices, pero su sonido destila maestría. Su manejo del tiempo a través del ritmo, de las melodías vaporosas, de las letras evocadoras, hace que sus dos EPs –siguiendo el guiño futbolero- duren noventa minutos y no treinta. Si me permiten seguir con el juego, y viajando hasta Inglaterra, diría que su música no solo permite el replay, sino que lo tiene como norma.
La regla de Apartamentos Acapulco parece estar basada en la discreción, en no elevar la voz más de la cuenta para que nos sintamos como en casa. Con nuestro sofá, nuestra mesa repleta de huellas y manchas, nuestro plato precocinado, nuestra cerveza y una buena serie o película. Esa discreta sencillez, esa rutinaria transición, es lo que hace que Siete nos eleve a la gloria. Y cuando acaba, nos hace ser conscientes de que hemos de recoger el tinglado y fregar. Fregarlo todo excepto la mesa, puesto que sobre ella vamos a posar y a dejar nuestros pies quietos, descansando, para seguir disfrutando de la tele, por mucho se vayan a quedar pegados sobre la superficie. La historia que dejamos aparcada por las tareas del hogar sigue adelante con más voltaje, tal y como fue el EP homónimo con el que los granadinos se estrenaron. Porque Apartamentos Acapulco fue la traca final del capítulo de una serie o un filme, un disco más ruidoso, con más acción y un cierre titulado ‘A‘ que nos emplazaba a la precuela o quizás a un reboot con más calidad todavía. Y así pasó con Siete, que habiendo salido el mismo año, es más sólido, con un desarrollo más fuerte, con idas, venidas y giros continuos.
En sus epés las capas se suceden de forma lógica, el sintetizado sonido crea atmósferas agobiantes y lentas, una percepción de enredo que Apartamentos Acapulco muestra a través de su particular y confuso prisma formado por un genial juego de voces. Su música deja traslucir horas de ensayo y mucho mimo, pero no solo eso. Uno no evoluciona sin conocerse a sí mismo, sin conocer su obra, y por supuesto sin ambición, sin algo de sana autocrítica. Y menos cuando lo hace en tan solo un año, con cambios en la formación (que se intuyen positivos pero podrían haber sido todo lo contrario), y con una incipiente presión mediática fruto del boca a boca, del web a web, del emisora a emisora. ¿Suena a cliché verdad? Quizás lo sea, pero impresiona viniendo de unos tipos y una tipa que afirman haber empezado así según leo en Muzikalia:
Pasábamos los días haciendo canciones en casa, componiendo con guitarra en mano, cantando, hasta que un día decidimos que no queríamos que todo esto quedara en el olvido y comenzamos a grabarlas. Poco a poco fuimos aprendiendo “algo” sobre la grabación y a estas canciones de una sola pista se le fueron sumando una y otras capas hasta que nos dimos cuenta de que iban cogiendo forma. Fue ahí cuando nos planteamos que podíamos montar un grupo, subir nuestra música a la red, solo por el hecho de divertirnos con ello y con el deseo de que la gente pase un buen rato escuchándonos.
Todos empiezan así, pero no todos evolucionan igual. Este crecimiento es el que les ha llevado a poder editar su música, esa que hacían por diversión con el sello Discos Imaginarios. Con ese nombre han de sentirse como en casa.
Jugar a adivinar las influencias de Apartamentos Acapulco no es un juego, es una apuesta segura. No se esconden y muestran las cartas a las primeras de cambio: Galaxie 500, Los Planetas, Él Mató A Un Policía Motorizado, My Bloody Valentine y Lori Meyers (estos últimos más en el plano moral que musical). Referencias absolutamente esperables que no sorprenden a las que habría que añadirles a The Jesus and Mary Chain, Sonic Youth y Slowdive. Más madera de combustión lenta, más humo denso. Tampoco es descabellado emparentarlos artistas nacionales como La Bien Querida e incluso con la crudeza de Sr. Chinarro. Menudo cóctel.
Ciertamente Apartamentos Acapulco son únicos, son valientes y derrochan seguridad. Esto último no me extraña, porque blandir el blasón de Granada a través del dream pop y del shoegaze achanta a cualquier crítico, aunque en este punto habría que volver sobre la palabra “valentía” porque la han demostrado para que sus obras mantengan la dignidad de la etiqueta “Granada”. Que Apartamentos Acapulco sigan mucho tiempo en activo. Su bruma, trasportada por la brisa, lejos de bajar de Sierra Nevada, sube desde la Costa Tropical mediterránea granadina con una humedad asfixiante.