Este septiembre es el veinte cumpleaños del que muchos consideramos uno de los mejores discos de la música británica: Urban Hymns de The Verve, un albúm de rock orquestal y psicodélico que puede ser interpretado como toda una lección de lo que es la vida.
1997 estuvo marcado por varios hitos musicales, como el asesinato del rapero Notorious Big en un tiroteo o la formación de nuevas bandas como The Libertines. Sin embargo, otro de los grandes acontecimientos que marcaron la industria y a toda una generación ese año fue el lanzamiento del tercer albúm de estudio de The Verve, el grupo liderado por Richard Ashcroft.
Tras la salida al mercado de sus dos álbumes anteriores, A Storm In Heaven y A Northen Soul, llegó Urban Hymns, que sirvió para que por fin The Verve estuviese en la cresta de la ola dentro de la corriente britpop. El trabajo, compuesto por catorce canciones entre las que se encontraban las baladas ‘Lucky Man’, ‘Space and Time’ o ‘Sonnet’; la agridulce ‘Drugs Don’t Work’ o la psicodélica ‘Neon Wilderness’ entre otras, recibió excelentes críticas de la prensa especializada y fue uno de los disco más vendidos del Reino Unido.
Otro de los temas incluidos en el disco, y quizá la canción más célebre de los de Wigan, es la mítica ‘Bitter Sweet Symphony‘, que pese a ver sido escrita integramente por Ashcroft no otorgó ningún tipo de beneficio económico a la banda, ya que sus derechos pertenecen a los Rolling Stones. Esto se debe a que el riff de la canción es muy similar a ‘The Last Time‘, canción de los Stones, quienes pese a que The Verve pidió permiso para su uso consideraron que este fue excesivo.
Polémicas a parte, esta canción y los otros trece cortes que componen el disco otorgan, desde los noventa hasta nuestros días, a toda una serie de generaciones una filosofía de vida que versa sobre el amor, confesiones de excesos, dudas existenciales y críticas al capitalismo, valiéndose para ello de sus melodías de guitarra pop y rock entremezcladas con la psicodelia y la música clásica y de las letras sinceras pero a la vez agridulces de Ashcroft, el frontman de voz profunda que un día inspirase la célebre ‘Cast No Shadow‘.