El cantante sueco de 32 años actuó el pasado 8 de febrero en la sala Joy Eslava de Madrid para presentar las canciones de su cuarto álbum Dark Bird Is Home.


.Texto: Javier Lorbada

Sorprendente llenazo hasta la bandera para ser un lunes y poder ver a este cantautor que regresaba al mismo escenario tres años y medio después de haber actuado solo con su guitarra ante mucha menos gente. Desde luego, hay que tener mucho morro para haber escogido semejante nombre artístico midiendo lo que mide. Ahora, él no se achica, y en directo, y aunque sea en uno de esos momentos en los que la banda que le acompaña abandona el escenario y él se queda solo con su guitarra, sigue sin parar de bailar, mostrando su faceta más hiperactiva, y haciendo un poco el chorra poniendo poses y buscando siempre la atención visual. En realidad, lo que me temo es que lo que quiere dejar claro es que no, él no es un moñas.

Me sorprendió, no me imaginaba que esas canciones que en disco están bien pero no acaban de cuajar ni resultar realmente especiales, pudieran tener tanta garra en directo gracias a su apasionada interpretación. Kristian Matsson es un tío muy listo, sabe lo que hace, domina a su público, le vacila, juega con él, y consigue metérselo en el bolsillo de esos ceñidísimos pitillo. Su gran baza es su preciosa voz: vale, ya, que sí, que a veces parece Bob Dylan… Pero es que además, canta muy bien. En temas como ‘Darkness Of The Dream’ incluso parece Bruce Springsteen, y en otros momentos más íntimos, se nota la buena relación con Bon Iver. A mí me parece que gana con banda, sobre todo gracias al excelente teclista, un fiera con la slide guitar, aunque Kristian decida estar casi la mitad del concierto solo, pero hay que reconocerle que se defiende muy bien en ese terreno. En total fueron casi dos horas de concierto que pasaron casi volando por su gran sentido del espectáculo. Yo, desde luego, la próxima vez que venga no me lo pierdo.

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