El grupo de rock gótico The Sisters of Mercy, que ni son hermanas ni son mujeres, volvió el pasado 9 de septiembre a Razzmatazz tras cinco años sin pisar la ciudad condal, ofreciendo un concierto cargado de misterio, humo y nocturnidad.
Rondaban las 20.30h de la tarde cuando la sala 2 de Razzmatazz abría sus puertas para dejar entrar a una multitud impaciente por ver al terceto británico The Sisters of Mercy. El grupo volvía al mismo lugar del que se despidieron allá por 2011, la última vez que pisaron la ciudad, para ofrecer un espectáculo sin cambios notables, tanto en escenografía como en el setlist, debido a la ausencia de un nuevo trabajo discográfico.
El público avanzaba entre risas, camisetas de la banda y entradas en mano, mientras en el recinto figuraban los carteles de sold out, conseguido pocos días antes del concierto. Alrededor de las 21.30h, el local se ahogó en aplausos y gritos impacientes porque apareciese la banda, mientras hacíamos nuestras apuestas sobre la canción con la que abrirían aquella noche. Pocos minutos después los clamores se acrecentaron y el escenario se inundó de humo, un detalle característico de todos sus conciertos, muy personal y con un toque más que interesante, cuando empezaron a distinguirse vagamente tres sombras sobre el escenario entre destellos azules y comenzaron a sonar las primeras notas de ‘More’, todo un clásico del grupo.
More, more, more
Primer tema de la noche, recibido entre palmas, un estribillo que el público no dejaba de corear y un calor sofocante. Llevábamos tan solo una canción a nuestras espaldas, pero entre la humedad propia de la ciudad y la supuesta ausencia de aire acondicionado del recinto parecía que no hubiésemos dejado de saltar en toda la noche… ¿Sería para que permaneciera intacto el humo en el escenario? Esa fue nuestra gran suposición, mientras usábamos nuestras propias entradas como un improvisado abanico: renovarse o morir, dicen, y sobrevivimos.
A pesar de ello, el espectáculo tan solo acababa de comenzar, y como dice la canción de apertura, queríamos más, mucho más. Continuaron con ‘Ribbons’ y ‘Doctor Jeep / Detonation Boulevard’, uno de los medleys más coreados, perteneciente también al mismo álbum que los temas anteriores: Vision Thing (1990). Minutos después viajamos atrás en el tiempo con ‘Amphetamine Logic’, de su primer disco, y continuaron con un par de temas de Some Girls Wander by Mistake (1992): ‘Body Electric’ y ‘Alice’, quizás algo menos sonados, así como ‘Crash and Burn’, la que les sucedió, no incluida en ningún álbum de estudio, aunque muy usual en sus directos.
Single va, single viene
Se acercaba el ecuador de la primera parte y el público seguía pidiendo himnos entre palmas y el abundante humo que a muchos nos hacía dudar de si realmente andaban o no por el escenario los miembros del grupo. La realidad era que sí; todavía les quedaba mucha guerra que dar, aunque prosiguiesen su espectáculo con una canción que lleva por título lo antitético: ‘No time to cry’. “No hay tiempo para la angustia, no hay tiempo para correr y esconderse, […] no hay tiempo para llorar”.
Con toda la noche por delante, se dejaron oír los primeros sonidos de otra canción más que esperada. Brazos que se movían en forma de ondas, alguno que otro personaje encaramándose sobre su compañero de pista, una fuente de efectos musicales siniestros y oníricos y un bonito juego de luces que combinaba el verde y el rosa: era el turno de ‘Marian’. Incluida en First and Last and Always (1985), como el tema anterior, esta simboliza un grito de auxilio a una mujer llamada Marian: “Te escucho decir Marian a través del agua, a través de la onda […] Sálvame, sálvame, sálvame de la tumba, Marian”, y a pesar de que el volumen fuese más que considerable y todos coreásemos el antropónimo al unísono, nadie acudió a nuestra ayuda, aunque faltaban segundos para derretirnos por el calor que flotaba en el aire.
Sin descanso ni palabra alguna, la elegida para seguir con el show fue ‘Arms’, un tema que tampoco figura en ninguno de sus discos, así como ‘Summer’, que le sucedió, pero no sin antes marcarse otro gran medley como ‘Dominion / Mother Russia’, dos temas en uno que ya aparecen en Floodland (1987) yendo de la mano.
El público se animaba, pero para no romper con la costumbre, los británicos no prosiguieron con otro hit, sino que nos volvieron a dejar con la miel en los labios para engarzar una canción titulada ‘Jihad’, que tampoco se incluye en ningún álbum del grupo, pero sí en Gift (1986) de The Sisterhood, la banda paralela que Andrew Eldritch, cantante de The Sisters of Mercy, creó, aunque tan solo sobrevivió un año. Tras ella llegaron de nuevo viejas conocidas, ‘Valentine’ y ‘Flood II’, con las que cerraron la primera tanda de canciones. Se difuminaron los últimos acordes y… ¡sorpresa! El cantante dejó ir un rápido “Thank You!“, las primeras y últimas palabras que nos dedicó en toda la noche.
Primero, último y siempre: First and Last and Always
Tras esconderse y volver a salir abrazados por los aplausos y las ganas de más del público, la banda dio comienzo al primer encore con otra canción de The Sisterhood, ‘Rain From Heaven’. Mayoritariamente instrumental, con este tema nos dieron tiempo para coger fuerzas al enlazarla con ‘Lucretia my reflection’ y la gran esperada ‘Vision Thing’, esa canción que nos pregunta qué es aquello que necesitamos para hacer que nuestro mundo cobre vida, así como para hacernos cantar (“What do we need to make our world come alive? What does it take to make us sing?”), aunque la verdad es que tan solo los necesitábamos a ellos.
Después de este mar de dudas, la banda volvió a dejar el escenario vacío, esperando un nuevo recibimiento apoteósico del público para reaparecer con el segundo encore. Poco tardaron en hacerse oír las primeras notas de ‘First and Last and Always’, una gran canción de su primer álbum, de nombre homónimo, seguida por una de las más esperadas, la canción estrella y sello de The Sisters of Mercy: ‘Temple of love’. Cabe decir que más que un templo del amor Razzmatazz parecía, gracias a la compañía del calor y el humo, el templo del fuego, aunque este se erguía más vivo que nunca, y el de la canción se estaba destruyendo: “The temple of love is falling down”, pronunció Eldritch, pero la euforia se mantuvo y el estallido de luces multicolor que gobernaba el estribillo viró al rojo de la más pura revolución.
Así dieron comienzo a aquel principio del final con ‘This Corrosion’, tema que acostumbra a cerrar sus directos, donde entre brillantes riffs de guitarra con una calidad de sonido mucho más limpia que la que nos había acompañado durante gran parte de la noche, la sala al completo entonó aquel “hey now, hey now, sing this corrosion to me”.
La verdad es que con esa invitación al carpe diem el grupo consiguió que aquella noche cantásemos ‘This Corrosion’ para ellos y para Barcelona al completo, porque aunque no fuésemos miles de personas ni estuviésemos en el templo del amor, lo que no faltó fue la energía suficiente para alzar la voz y vivir aquellos instantes del presente como si no hubiera mañana: los primeros, los últimos, y para siempre.