Crónica del concierto de Terrier y Turistas en la sala Silikona de Madrid con motivo de la celebración de los Coca-Cola Concerts de primavera.


Los Terrier se convirtieron en Turistas de lujo del castizo barrio de Moratalaz el pasado viernes. Las vecinas terrazas colgaban el cartel de aforo completo ante las temperaturas veraniegas y el re-gusto de una doble bien tirada sabía mejor que nunca ese 20 de mayo. La noche no era fácil, pero tanto los que jugaban en casa como la escuadra visitante supieron salir airosas del último duelo vivido en la sala Silikona con motivo de las sesiones primaverales de Coca-Cola Concerts.

La sala Silikona se asemeja a un típico central de la división de plata. Es fuerte, tiene experiencia y sabe a lo que juega. Conoce el fútbol desde antes de que tú nacieras y sabrá guardarse las espaldas usando todo tipo de trucos. Pero no le pidas lo que no puede darte. El Silikona, como se conoce en los alrededores, cuenta con décadas a sus espaldas y actualmente funciona como discoteca de mano en caso de que viajar al centro se pueda convertir en una odisea no apta para el pedal presente. También se sigue usando como local de conciertos, pero no es su cometido. Burbuja acústica es posiblemente una metáfora aceptable. No ha nacido para ganar balones al espacio en campo abierto. Junto a este pequeño gran problema de sonido, el concierto de Terrier y Turistas contaba con el inicio del festival Tomavistas como contrincante. ¿Quién dijo que fuera a ser fácil?

Los primeros que aparecieron sobre el ring morataleño fueron Turistas, banda que jugaba en casa y que disfrutó del favor de la mayoría de público que se atrevió a conocer la sala fuera de sus ámbitos (en ocasiones, a los madrileños les cuesta salir de la M-30). El cuarteto estuvo presentando los temas de su último disco, Alud, esa mezcla de pop-rock que entronca con el indie español de finales del siglo XX y las atmósferas sinestésicas del rock nórdico. A pesar de ser el primer largo que publican, Turistas se encontraron como pez en el agua disfrutando de los conatos de pogo que algún que otro colega intentaba llevar a cabo a partir de temas como ‘Pacífico’ o ‘El arte de la guerra’. La particular voz de Miguel ensambla a la perfección con la contundencia en las cuerdas y la percusión. El equilibrio entre la dureza y esa delicadeza de timbre. Sus temas están dotados de una parte instrumental que gusta de retorcerse mientras el viaje iniciático continúa su rumbo por medio de ‘Mi dedo acusador’ o ‘La lista de los elegidos’ y creando la duda de si tirarán por el camino fácil del indie-mainstream o por esas travesías inhóspitas de atmósferas heladas.

El público hizo un amago de bomba de gas durante el cambio de instrumentos, e incluso alguno decidió ir a por tabaco y no volver. Craso error, amigo, craso error. Era momento de los visitantes, Terrier está formado por músicos provenientes de grupos tan dispares como Fumestones o las Jennys de Arroyo Culebro. Estaban listos y en sus puestos y con un par de seguidoras preparadas para dejarse llevar (a las que desde aquí agradezco que animaran el cotarro). Y surgió el amor. El garage punk que se viene realizando en esta nueva ola por los Madriles gusta de suciedad y esa pose de indiferencia creada desde una posición acomodada. Terrier ejecuta un garage de calle, rock’n’roll de raza y pop oscuro, donde la técnica y composición no están reñidas con una naturalidad sobre el escenario que consigue hacerte creer que estés viéndoles en el salón de tu casa. La fascinación llega desde el pérfido realismo de sus letras (gracias Don Matías) y te traspasa en el directo con su circense actuación. Si me equivoco, me río y si no también. Terrier crean la armonía a partir del caos, acercándose más a bandas del punk ochentero y a sus remembers noventeros. El juego vocal crea puentes entre la solemnidad de Dolores (¿cuándo volvéis malditos?) y el precipicio evocador de Triángulo de Amor Bizarro. Las letras de Terrier son castizas y la chulería se desmarca en temas como ‘Dos cabezas’, pero también son poseedores de un imaginario fantaterrorífico (tal y como sostienen desde Sonido Muchacho, su sello) que dota a sus temas de una naturaleza de película de serie B. ‘Evolí’, ‘Tus ojos son puñales’, ‘Aliento final’ son sólo algunos de los temas que siguen perforándome el cerebro después de descubrir La plaga en directo. Por si fuera poco, Julio Iglesias también quiso unirse a la fiesta. Tras ella, la pregunta retórica surgió: ¿cómo no amarles?

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