Syd Barrett es un desconocido para muchos y una obsesión para unos pocos. Su obra, tan corta como sublime, es un enigma que embelesa a todo aquel que se enfrenta a ella. Este año se cumple una década desde que el genio de Cambridge falleciera, y desde El Ukelele estamos homenajeándolo como mejor podemos.


Hay dos características en la música de Syd Barrett que lo elevan a la categoría de genio sin necesidad de entrar en su vida personal.  Y eso que en su caso, lo personal, su vida, no es ni mucho menos anecdótico, ya que le añade lustre a un nombre que junto a otros, forma parte de la constelación de mitos y leyendas de la música contemporánea.

Esos dos puntos que hacen de Barrett un genio son, en mi opinión: su capacidad para que cualquiera sienta que ya haya escuchado sus canciones antes de darle al “play”. Sí, en efecto, uno hace un repaso a la discografía (especialmente en solitario) del de Cambridge y tiene la sensación de haber escuchado ya esas canciones. No porque copiara –vade retro Satana– sino porque hizo de sus melodías algo tan natural y humano que acabamos sintiéndolas como nuestras. Por si esto fuera poco, pertenece a una clase de autores -no muy amplia- que ni cuenta grandes historias, ni recurre al absurdo para no hacerlo. Al contrario que los que fueran sus compañeros en Pink Floyd, Barrett, no tenía una gran capacidad narrativa en el formato largo. Era incapaz de crear una historia con una introducción, un cuerpo y un desenlace para un disco. Sin embargo, lo que hizo a lo largo de su corta carrera fue contar sus experiencias. Sus viajes en The Piper at the Gates of Dawn, donde abrió puertas con llaves baratas; su enfrentamiento y posterior deterioro en el tríptico que debió haber formado parte del A Saucerful of Secrets (‘Vegetable Man’, ‘Scream Thy Last Scream’ además de la sí incluida ‘Jugband Blues’). Después navegó por el desamor, pero no por una historia de desamor, sino por todas las que han sido imaginadas, como si su sufrimiento fuera infinito, como si su cabeza no fuera capaz de encontrar un asidero al que agarrarse ante la vorágine que era su vida. En esta época también encontramos varias canciones de tipo floydiano, que seguro que hubieran formado parte de los grandes éxitos de su antigua banda. Me refiero a ‘Octopus’ (‘Clowns and Jugglers’ originalmente), ‘Swan Lee (Silas Lang)’  y ‘Opel’ (que algunos expertos aseguran que debió haber sido ‘Opal’). Syd Barrett no fue un artista conceptual, aquello no iba con él.

Lo que pasó entre 1965 y 1974 en esa cabeza solo puede calificarse como efervescencia. El propio protagonista lo sabía y dejó dos frases para la posteridad:

I’ve got a very irregular head. And I’m not anything that you think I am anyway.

It’s always been too slow for me. Playing. The pace of things. I’m a fast sprinter.

Sin lugar a dudas estamos ante una persona que fue tristemente consciente de que no funcionaba como las demás. Pero volvamos sobre el tema principal: su capacidad sobre la narrativa. Decía que Barrett no fue capaz de contar una gran historia bien articulada en un disco, y no porque no se lo propusieran (ahí está su fallo en la composición de la banda sonora de Speak). Tampoco recurría al absurdo para no hacerlo. Quizás algunos incluyan en esta categoría al The Piper at the Gates of Dawn, pero un álbum que usa de apertura ‘Astronomy Domine’ y finaliza en la tenebrosa habitación de ‘Bike’, mientras se enfrenta a gatos infernales, viajando a través de los Cautionary Tales for Children (aquí la versión alternativa) por teléfono, volviendo a los cielos en ‘Interstellar Overdrive’, para acabar extasiado por la paz del I Ching tras ver gnomos y disfrutar de la paz del campo… Amigos, eso es una gran historia, eso es un maldito viaje interminable propulsado por el ácido y para bien o para mal, narrado con las maneras que la lisergia requiere. Pero aquí encontramos un primer ingrediente de lo que después sería “su libro”. Habla solo de sus experiencias, de él, pero en capítulos bien diferenciados, con tramas que solo podemos relacionar entre sí por medio de la droga o del amor, si es que existe alguna diferencia entre ambas. Porque usó conceptos pero no los desarrolló. Nunca llegó a componer un gran relato como hicieran Pink Floyd. Sin embargo, quien se sumerge en su obra puede bucear entre canciones relacionadas entre sí, y que quizás, usando las técnicas atribuidas a su autor, sí que puedan ser ordenadas de forma que creen una narración inteligible. Con un inicio en el que el protagonista se enamore; un nudo salpicado por decisiones erróneas, por idas y venidas sentimentales; y un  final, como no, triste y descorazonador. Resulta imposible no sentirse identificado. De forma inevitable, vuelve, a cruzarse lo personal, sus vivencias (¿acaso puede ser diferente si hablamos de un artista y su obra?), con las nuestras, que como receptores, acabamos relacionando con nuestros propios fracasos. Si hay algo una más que la victoria es la derrota, y en ese tipo de letras fue un número uno. Con respecto a este asunto, el de la narrativa y los significados de la canciones, él mismo se pronunció así:

I think it’s good if a song has more than one meaning. Maybe that kind of song can reach far more people, that’s nice.

Su obra en solitario es una oda al dolor, a la pérdida, a lo efímero de la felicidad. Para Barrett, el verbo “amar” casi siempre se conjugaba en pasado, y el “doler” en presente. ¿El futuro? Él siempre entregaba su corazón, su futuro no era otro que el que fue, el de un supuesto perdedor, el de un hombre que quiso ser una estrella del pop y no pudo, el de un hombre que quiso formar su propia familia y no pudo. El de un hombre que finalmente se entregó derrotado a un voluntario anonimato del que jamás quiso salir por pura vergüenza. Interiorizó tanto el papel de fracasado que aún en vida, no se creyó el éxito que tuvo una exposición pictórica suya en Londres. De la misma forma, su hermana Rosemary afirmó que cuando vio el documental que la BBC emitió sobre su figura y los inicios de Pink Floyd, Barrett comentó –quizás socarron por aquella entrevista que la propia BBC le hizo en su día– “que la música sonaba muy alto”. Tan alto llegó, que desde tan alto cayó. En The Madcap Laughs solo se permitió tres momentos de alegría que llegaron con el nombre de ‘Love You, ‘Here I Go’ y ‘Octopus’. Curiosamente dos de ellas son canciones crepusculares: una cierra la primera parte del álbum, mientras que la otra lo abre. Ya he dicho que ‘Octopus’ no trata ni mucho de menos del amor, de hecho, me adhiero a la teoría de Julian Palacios, que en su libro Dark Globe habla de ‘Octopus’ como del resumen de un viaje. De una estrofa de esta canción toma título el álbum también, y era algo de esperar, ya que el tema acabó siendo su único single en solitario, una maravillosa rareza. ‘Here I Go’, por decirlo de alguna forma es más mundana, y su alegría nos es más cercana. Se trata de una historia bastante sencilla, un tanto fantasmagórica eso sí, porque lo que cuenta es la conquista del siglo. Pasó de estar con una chica con la que no congeniaba bien (“a big band is far better than you”), a acabar felizmente casado con la hermana de esta. Demasiado bonito para ser cierto, aunque no deja de ser curiosa su mención a “la gran banda”. En The Madcap Laughs además de la pena, encontramos la mayoría de sus versos más ágiles, esos que lo convirtieron también en poeta, en un representante tardío del romanticismo británico, el último de esa clase, aunque con trazas de movimientos posteriores. Ya en la apertura, con ‘Terrapin’ da muestras de un preciosismo, de un esteticismo abrumador, sobre todo para los no versados en lengua inglesa, que en ocasiones acabamos trabados:

Floating, bumping, noses dodge a tooth
The fins a luminous
Fangs all ‘round the clown
Is dark below the boulders hiding all
The sunlight’s good for us
‘Cause we’re the fishes and all we do
The move about is all we do
Well, oh baby, my hairs on end about you

Prueben a recitar las cuatro primeras líneas, y sientan la liberación que supone la quinta, en la que el sol viene a rescatarnos. Tampoco rehuye del juego de aquellos Cautionary Tales for Children que lo habían atrapado en su infancia. Esa alegría es capaz de plasmarla en ‘Love You’:

Honey love you, honey little,
Honey funny sunny morning
Love you more funny love in the skyline baby
Ice-cream ‘scuse me,
I’ve seen you looking good the other evening

El uso de la cadencia, de las palabras, del ritmo del acompañamiento es sencillamente perfecto, y nos retrotraen al Barrett jovial, a aquel que saltaba feliz en las fotografías promocionales de Pink Floyd, y no al gnomo gruñón que atacó ferozmente a un todavía imberbe David Bowie (al que solo le sacaba un año, por cierto). En ‘No Man’s Land’, canción eminentemente instrumental -y qué instrumental más bueno- se permite también un par de líneas para seguir forjando la “marca Barrett”:

They even see me under call
We under all, we awful, awful, crawl

Lo llamo “marca Barrett” porque es un estilo propio, enmarcado dentro de un contexto concreto -que no es otro que su obra y la redundante temática- y porque de alguna manera demuestra que las condiciones del autor no eran tan malas como Roger Waters, David Gilmour, Rick Wright y Nick Mason habían hecho creer. En lo que a composición se refiere, en The Madcap Laughs siguió funcionando como un reloj. Eso sí, un reloj sin alarma, pero no había perdido un ápice de forma en el apartado creativo, si acaso había devorado su anterior estilo para firmar una obra todavía más única. Ni en la amarga ‘Dark Globe’ se alejó del camino que había marcado, una de las pocas constantes que podremos seguir en su obra:

The poppy birds way
Swing twigs coffee brands around
Brandish her wand with a feathery tongue
My head kissed the ground

‘Octopus’ es uno de los cúlmenes del barretismo, es un viaje sí, pero un viaje más de palabra que de sonido. Tardó seis meses en componerla:

Trip to heave and ho, up down, to and fro’
You have no word
Trip, trip to a dream dragon
Hide your wings in a ghost tower
Sails cackling at every plate we break
Cracked by scattered needles
The little minute gong
Coughs and clears his throat
Madam you see before you stand
Hey ho, never be still
The old original favorite grand
Grasshoppers green Herbarian band
And the tune they play is “In Us Confide”
So trip to heave and ho, up down, to and fro’
You have no word
Please leave us here
Close our eyes to the octopus ride!
Isn’t it good to be lost in the wood
Isn’t it bad so quiet there, in the wood
Meant even less to me than I thought
With a honey plough of yellow prickly seeds
Clover honey pots and mystic shining feed…
Well, the madcap laughed at the man on the border
Hey ho, huff the Talbot
“Cheat” he cried shouting kangaroo
It’s true in their tree they cried
Please leave us here
Close our eyes to the octopus ride!
The madcap laughed at the man on the border
Hey ho, huff the Talbot
The winds they blew and the leaves did wag
They’ll never put me in their bag
The seas will reach and always seep
So high you go, so low you creep
The wind it blows in tropical heat
The drones they throng on mossy seats
The squeaking door will always squeak
Two up, two down we’ll never meet
So merrily trip forgo my side
Please leave us here
Close our eyes to the octopus ride!

La sensación de estar continuamente en movimiento, empalmando versos como el que une piezas de lego, saltando de una línea a otra, con la salvedad del descanso que da la soledad del bosque… Eso es talento, eso es saber hacer, eso es conocer tu rumbo, eso es hacer partícipe al oyente. En ‘Golden Hair’ hayamos la prueba de que no es casualidad que todo esto sonara así. Es sabido que Syd Barrett leía mucho, y se han llegado a hacer analogías entre los collage de la pintura, y su forma de componer las letras. Es probable que se haya abusado de estas analogías entre los diferentes artes. Pero es tal el misterio que existe en torno al cerebro de Barrett que hay que agarrarse a algo. Al collage de sus letras, a los trazos con sus riffs, a los paisajes con sus canciones… Él era más pintor -a ello acabó dedicando finalmente su vida- que músico, aunque es indudable que lo segundo se le dio mucho mejor. La letra de ‘Golden Hair’ es de un poema, considerado menor, de un tal James Joyce, y ha sido versionada por una banda llamada Slowdive. En la triste ‘Long Gone’ ilustra así la marcha de su amada:

And I borrowed the page
From a leopard’s cage
And I prowled in the evening sun’s glaze
Her head lifted high to the light in the sky
The opening dawn on her face…

La maltratada ‘If It’s In You’ (¿cómo Gilmour y Waters eligieron esta versión como la definitiva?) también contiene algo de magia, una magia que en parte oculta la pésima interpretación de Barrett, que desafina rozando lo desagradable:

Yes I’m thinking of this, yes I am
Puddle town, Tom was the underground
Hold you tighter so close, yes you are
Please hold on to the steel rail
Colonel with gloves
He isn’t loved on ‘Sundays Mail’
All the fives crock Henrietta
She’s mean go-getter
Gotta write her a letter.

En este sentido ‘If It’s In You’ es una canción considerada menor, pero tiene encanto. Si nos atenemos al cante no queda otra que agarrarse a la curiosa letra para justificar semejante afirmación.

¿Pero no hablábamos de la capacidad de inspirar de Barrett? Por supuesto, pero hay que analizar de dónde viene esa inspiración. No voy a entrar en lo instrumental -al menos ahora- pero sí me he metido a fondo en sus letras, que de una forma u otra se clavan en la mente de aquellos que las escuchamos. Porque es capaz de hacer bonita, incluso atractiva, la derrota. No gastaba las hojas de laurel en la cabeza de los vencedores, de los felices vencedores; usaba los adornos para embellecer el día a día, el penoso trascurrir de su tiempo. Se quitaba el sabor de la derrota con esas hojas intrínsecas a sus canciones. Su estilo poético fue el que marcó la diferencia con la gran mayoría de sus contemporáneos. Robyn Hitchcock, gran conocedor de su obra ha llegado a decir que Syd Barrett fue el Bob Dylan inglés. No anda desencaminado el líder de The Soft Boys. Barrett definió el disco que acabamos de repasar así, mostrando otra vez que era consciente de su poder:

Like a painting as big as the cellar.

En su segundo álbum, titulado Barrett, la decadencia es un hecho, por lo menos en la imaginación que desprendía para adornar sus pensamientos. Sin embargo, contó con el atractivo -ahora sí, hablo de las melodías- de una buena producción a cargo de Gilmour, que estuvo mejor solo que mal acompañado por Waters. Pese a ello, pese a la degradación, siguió dejando muestras de la clase que todavía atesoraba, aunque su último álbum no deje de ser una especie de canto de cisne venido a menos en lo lírico. En este LP caben explosiones, tal y como ocurre en ‘Dominoes’. En primer lugar, y por no perder el hilo, vayamos a su estrofa más lúcida:

Fireworks and heat, someday
Hold a shell, a stick or play
Overheard a lark today
Losing when my mind’s astray
Don’t you want to know with your pretty hair
Stretch your hand, glad feel,
In an echo for your way.

En segundo lugar, y haciendo una excepción, porque esto no va de melodías: aquí Syd Barrett se autografió el diploma que lo acredita como uno de los mayores genios musicales del siglo XX. Él era quien componía las letras y las melodías (basadas en dos líneas de la guitarra: la principal y la de acompañamiento). La letra era buena (más que buena), el acompañamiento de la guitarra era bueno (sencillo y natural, como casi todos los que hizo), pero la línea principal, la solista, fallaba. Era una línea que contenía slides, un arte en el que innovó usando objetos dispares, y en el que nos dejó obras maestras como ‘Remember a Day’ del A Saucerful of Secrets (aquí la guitarra es suya), y ‘Late Night’, que certifican su conocimiento del efecto. Sin embargo en ‘Dominoes’, la línea no encajaba, y Gilmour se lo hizo saber. Ahí fue cuando Barrett le dijo aquello de: “dale la vuelta a la cinta”. Su antiguo compañero y productor lo hizo, le dio la vuelta a la grabación, y no sé sabe muy bien cómo, aquello funcionó a las mil maravillas, dejándonos una de las mayores joyas instrumentales a las cualquiera pueda enfrentarse. Tanto por la sencillez del acompañamiento, como por la imposibilidad de su línea solista, solo trasladable a la realidad con la ayuda de la tecnología, ‘Dominoes’ es una canción de matrícula de honor.

En este disco también está ‘Rats’ un corte intencionadamente desagradable. Aquí no hay mucha poesía, pero Barrett hace notar su desencanto y nos muestra la creciente herida que albergaba en su interior:

Rats, rats lay down flat
We don’t need you, we act like that
And if you think you’re un-loved
Then we know about that…
Rats, rats, lay down flat!
Yes, yes, yes, yes, lay down flat!

Sin embargo en ‘Rats’ también hace uso de una técnica que después, de forma errática repetiría en ‘Word Song’:

Bam, spastic, tactile engine
Heaving, crackle, slinky, dormy, roofy, wham
I’ll have them, fried bloke
Broken jardy, cardy, smoocho, moocho, paki, pufftle
Sploshette moxy, very smelly,
Cable, gable, splintra, channel
Top the seam he’s taken off

No es de mis favoritas, mas aquí se recita más que canta, y eso hay que apuntarlo. Por contraste hay que citar su alegría en ‘Gigolo Aunt’, donde camina en sobre el pop comercial de finales de los 60 y principios de los 70:

Grooving around in a trench coat
With the satin on trail
Seems to be all around in tin and lead pail, we pale
Jiving on down to the beach
To see the blue and the gray
Seems to be all and it’s rosy-it’s a beautiful day!

El pack que forman Waving My Arms In The Air’ y ‘I Never Lied To You’ ahonda en la confusión que sufría el autor, un estado provocado por el paso de la alegría del movimiento hacia la tristeza de las promesas. Tras ellas aparece la deliciosa ‘Wined and Dined’, que será tratada cuando hablemos estrictamente de melodías (esta no la habéis escuchado nunca pero os la sabéis), y…

Wolfpack’. Esta sí interesa porque porque no le sobra ni una palabra, ni un verso, ni una estrofa. El conjunto es un mayúsculo canto de cisne, el último rayo verde:

Howling the pack in formation appears
Diamonds and clubs, light misted fog, the dead
Waving us back in formation,
The pack in formation
Bowling they bat as a group
And the leader is seen – so early…
The pack on their backs, the fighters
Through misty the waving – the pack in formation
Far reaching waves
On sight, shone right
I lay as if in surround…
All enmeshing, hovering…
The milder I gaze
All the animals laying trail
Beyond the bough winds
Mild the reflecting electricity eyes…
Tears, the life that was ours
Grows sharper and stronger away and beyond
Short wheeling – fresh spring
Gripped with blanched bones – moaned
Magnesium, proverbs and sobs…
Howling the pack in formation appears
Diamonds and clubs, light misted fog, the dead
Waving us back in formation,
The pack in formation…

Para algún sector de sus fans es su mejor canción, y si no lo es por unanimidad es porque tiene demasiadas canciones demasiado buenas. Cierra Barrett la infantil ‘Effervescing Elephant’, que Syd compuso mucho antes de que este álbum estuviera siquiera pensado, antes incluso de que Pink Floyd fuese una realidad palpable. En este sentido es interesante ver los cambios en su perspectiva, pese a que aquí volvemos a encontrar partes del Cautionary Tales for Children. Nunca terminó de perder el humor -humor inglés por supuesto- pero sí que fue haciendo composiciones más complejas, con más ingredientes y matices.

No acaba aquí el análisis porque queda Opel, el disco que salió en 1988 con algunas canciones inéditas del músico británico, y tomas desconocidas para los no iniciados en el mundo de los bootlegs. ‘Opel’ es de 1969 y debió haber entrado en The Madcap Laughs. Una vez más desconozco las razones por las que no solo no fue incluida, sino que además fue ocultada durante diecinueve años:

On a distant shore, miles from land
Stands the ebony totem in ebony sand
A dream in a mist of gray…
On a far distant shore…
The pebble that stood alone
And driftwood lies half buried
Warm shallow waters sweep shells
So the cockles shine…
A bare winding carcass, stark
Shimmers as flies scoop up meat, an empty way…
Dry tears…
Crisp flax squeaks tall reeds
Make a circle of gray in a summer way, around man
Stood on ground…

Otra vez el Barrett más genial, el más vivo, pero también el más herido, porque el final de la canción es este:

I’m trying
I’m trying to find you!
To find you
I’m living, I’m giving,
To find you, To find you,
I’m living, I’m living,
I’m trying, I’m giving

Word Song’ es una rareza, un corte en el que Syd mete palabras sueltas y que queda tal que así:

Stained, glaucous, glycerine, gold, goat, clover
Gold, local stocks, type, food, wild, national, lake, flag,
Valve, gyroscope, sect
Heat, helium, lead, bare, state, invention, medieval
Refraction, faction, ultra-action,
Hunter, interest, bullet, market…
Loads, liquids, neon, heater, jaws, jungle
Mains, signal, knives, kitchen
Ingot, lovely, mirror, mold
Mycenaean, moat, poppy, rubber,
Radar, rags, sugar, teak
Silver, poke, tin, beetroot,
Carrot, ebony, fruit, copper, silk…
Carpet, distant, pigmy, hid, pack,
Timber, pudding, straw
Raindrops, spattering, ramps
Chameleon, prairie, pods, trigger
Museum, scales, square, ultra, out of map, vent
Volcano, vain, wreck, tactic
Tidal, arches, valley, hand
Inflect, impression, loom, last, molten
You gamma, meeting
Lighting, signal, island, coral-cold

La palabra “gold” se repite, y otras tienen relación entre sí en la misma línea. En cualquier caso la canción en sí misma es un misterio y parece más un experimento que no sirvió ni de relleno para el Barrett que otra cosa. Está introducida en el análisis con la simple idea de que sirva como contraste con sus mejores momentos. En temas así se vuelve a hacer patente que los problemas que acompañaron al The Madcap Laughs hicieron que Syd terminara de perder la ilusión y la frescura, o quizás es que ya estaba exprimiendo las últimas gotas de un talento del que abusó como nadie. Fue una pena que no solo abusara de su talento… A modo de curiosidad, existe una cover de esta canción realizada por Damon Albarn.

Swan Lee (Silas Lang)’ es la otra rareza cuya ausencia en el Madcap es una incógnita. Tiene épica, tiene magia, en fin, tiene al mejor Barrett. Esta canción con Pink Floyd habría sido deliciosa, pero la niebla se cernió sobre ella, como pasó con otras tantas:

Swan Lee got up at the Running Foot pow-wow,
Heading from the fire to his waiting canoe.
Chattering Squaw untied the wigwam door,
The chief blew smoke rings two by two!
The land in silence stands…
Swan Lee, his boat by the bank in the darkness,
Loosened the rope in the creek is entwined.
A feather from the wing of a wild young eagle,
Pointed to the land where his fortune he’d find
The land in silence stands
Swan Lee paddled on from the land of his fathers,
His eyes scanned the undergrowth on either side.
From the shore hung a hot, heavy, creature infested
Tropic, Swan Lee had a bow by his side
The land in silence stands
Swan Lee kept time, half on land, half on water,
Grizzly bear and raccoon his fare.
He followed his ears to the great water fall,
Swan Lee knew deep down that his squaw was there!
The land in silence stands….
Suddenly the rush of the mighty great thunder,
Confronted Swan Lee as his song he sang,
In the dawn, with his squaw, he was battling homewards
It was all written down by Long Silas Lang.
The land in silence stands…
The land in silence stands…
The land in silence stands.

Syd Barrett nunca necesitó un disco para contar un relato complejo, para navegar por una narración conceptual. Su manejo del lenguaje, de cada palabra de forma individual, le ha permitido ser un artista de culto tanto por lo que hizo en solitario, como por lo que hizo en Pink Floyd. Tanto por sus hipnóticas melodías como por sus hechizantes letras.  Fue el corredor más rápido, porque su magia radicaba en la velocidad, en la brevedad, no en la imposición de un punto de vista. Él huyó del orden. Quiso que cada oyente hiciera suya cada canción, cada escena, cada sentimiento. Esa velocidad se fue disipando como le ocurre a los sprinters, que la pierden gradualmente a medida que van sumando primaveras: ley de vida. En el 74 no quedaba ya nada. Aquel año solo fue capaz de grabar unas líneas de guitarra en Abbey Road. Y he repetido mucho el término “magia”, pero no hay otra forma de explicar cómo contar tantas cosas, con tanto detalle y a la vez de forma tan universal, en tan pocos minutos. Sin hacerse pesado, sin que resulte chocante. Lo que salió de aquella mente entre el 66 y el 69 es historia de la música, y eso que he dejado las melodías para una segunda entrega que irá desde sus primeras grabaciones en 1965 hasta sus sesiones de 1974.

1 comment
  1. Muchas gracias por tomarte el tiempo de exponer con evidencia en dónde radica la genialidad de Barrett como poeta! Saludos desde otro pequeño gran rincón!

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