Sonograma continúan con la presentación de su primer largo, Tormenta. El pasado viernes 12 de febrero se marcaron un sold out en el Nuevo Contraclub de Madrid. Abran paso, señores.
Sonograma ha irrumpido de manera penetrante en el panorama musical nacional. El pasado año se sacaron un primer disco, Tormenta, que sonaba a clásico. A metraje ya rodado. En este aspecto, y antes de empezar con lo importante, es necesario aclarar que pese a ser su primer largo, estos chicos no saltaron de la cuna ayer. Todos ellos tienen los galones de participar en otros proyectos, aunque la niña de sus ojos siempre será Sonograma. Con Tormenta han logrado ese pequeño gran disco con el que poder hacerse grandes. Y eso es lo que vimos el casi centenar de almas que nos fuimos a la calle Bailén de Madrid, a disfrutar de su pasado concierto en el Nuevo Contraclub.
La plaza, como familiarmente se dice, estaba abarrotada y resultaba complicado moverse entre amigos, fanes y fanas, amantes (pasajeros o no tanto), familia y público anónimo (y entregado) que llenó la escueta sala el pasado 12 de febrero. Ese viernes aciago en lo que a lluvia se refiere, pero que quiso hacernos el favor de no molestar la hora que duró el concierto. Dos ukeleles fuimos testigos del amor que se profesaban ambas parejas torpemente ubicadas en medio de la marea de cuerpos que quería bailar al ritmo de temas como ‘Ensayo y error’, canción con la que comenzó la fiesta, o ‘Incadescente’, pertenecientes a su primer EP, Sacramento. Durante los sesenta minutos musicales, entre bromas intergrupales y amagos de monólogo publicitario, hubo tiempo para todo. Letras que hablan del amor y el desamor, el enamoramiento o el desencanto, del amor propio o el reconocimiento tardío. Y de la resaca, como ocurre en ‘Noctámbula’, a la voz de Víctor. Hay temas que tiene visos de himnos festivaleros, como ocurre con ‘Revolución’ o ‘Reina del Sur’, mientras que la ternura se apodera de canciones como ‘Bienvenida’ o ‘Voy a perderla’, en el que ambas parejas vecinas del público eran un dechado de arrumacos. El cuarteto hizo que los presentes viajásemos en el motor de un autobús, fuéramos los protagonistas de un día en el mundo, nos embelesáramos bajo los efectos del fluído García o mandáramos de viaje de estudio a las neuronas. Será que una empieza a peinar canas, pero todos esos recuerdos de hace alguna década los noté en cada uno de los temas que la banda madrileña interpretaron sobre el escenario. Una actuación en la que imprimieron mayor agresividad y revoluciones a los temas (que hizo que en ‘Santos y cobardes’ el olvido hiciera que el coro del público fuera parte importante), con un abanico de sonidos que fue desde lo desértico, el rock virtuoso o un toque funky que debe repetirse con mayor asiduidad (nota de la que suscribe). Un final apoteósico, previa espantada y regreso, con ‘Tormenta’, como no podía ser de otra manera. Recetar un concierto de Sonograma, alegra el día. Por mucho que sea aguado. Está comprobado.