Un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción.
Rufus T. Firefly actuaba en Ochoymedio el pasado viernes. Se encendía el último cartel con mayúsculas anunciando a la banda de Aranjuez. Una fecha difícil de olvidar para quien os escribe, porque pude presenciar uno de las actuaciones más sublimes a las que he asistido en las últimas fechas, tanto por calidad como por las sensaciones encontradas.
Apenas me moví, pero la procesión iba por dentro. Cómo si de una hipnosis se tratase, como si cada tema de la banda de Aranjuez me indujese en un sueño profundo me adentraba mas y mas en su música. Un directo con el que se desmarcan de sus ediciones en formato físico y las superan con creces, un asunto bastante complicado de por sí.
Con los sentimientos a flor de piel prácticamente en cada momento de la actuación, todo se magnificaba con su puesta en escena. Temas que tienen y transmiten vida: nacen, crecen e incluso se reproducen. Se reproducen en directo pensando que la línea que ha creado Rufus T. Firefly con su música da lugar a una banda a la que le augura un futuro esperanzador. Llenando a tres cuartos el Ochoymedio daba comienzo la velada mientras iban apareciendo progresivamente los miembros de la banda sobre el escenario de la sala con una proyección y una intro que sonaba como si fuese a llegar el apocalipsis y este fuese el último gozo de vida. Pues hubiera sido digno.
Los ojos me hacían chiribitas y mis oídos empezaban a latir al mismo tiempo que el corazón. Así, daba comienzo una actuación en la que anunciaban la despedida, de una forma dulce a la par que amarga, de Alberto Rey, su teclista durante estos años al que Víctor Cabezuelo (Voz, guitarra y sintes) se abrazaba tras haber compartido tantas experiencias. Otro momento inesperado fue cuando Santi Bautista (guitarra en Jero Romero) subía al escenario y agarraba la guitarra para acompañar a Rufus T. Firefly. Pero no iba a ser la única colaboración con nombre propio, Ekain Elortza (batería de Dinero) también les acompañó a los ritmos de ‘Somos el enemigo’.
Con todas estas sorpresas la banda ya encontraba todo el calor del público. Mucho feeling sobre las tablas del Ochoymedio, algo de grunge, algo de psicodelia, algo de noise. Todo esto siempre en una tesitura épica, los temas siempre crecen aunque empiecen pausados. Es el caso de ‘Subir a por aire’, un tema con un poderío que impresiona y con el que mostraron una pegada increíble la noche del viernes. El mismo pulso encontraban con ‘Nueve‘, el último single de los de Aranjuez, que era recibido por la ovación del público.
Después abandonaron el escenario durante unos instantes, realmente breves, pero se me hicieron eternos, y volvieron a ocupar sus posiciones con unas palabras de Víctor al público que no pueden ser más acertadas: “después de este concierto, en diciembre nos vamos a meter al estudio para daros un disco acorde con todo el que amor que nos habéis dado”. En mi opinión, no se puede decir mejor. Están contentos con todo lo que les ha pasado a lo largo de este año, pero quieren más y trabajarán para ello. Y yo, al igual que cada uno de los que les vimos esa noche, encantado de que sigan trabajando para volverles a ver en en acción demostrando el valor de una de las mejores bandas que tenemos en España en este momento.