Reseña del libro El café celestial (Expediciones Polares, 2016), el ¿diario? personal de Stuart Murdoch, voz y cabeza pensante de los escoceses Belle & Sebastian.
El café celestial tardó en llegar a España, pero bien mereció la espera. El libro de Stuart Murdoch, cantante y alma creadora de Belle & Sebastian fue publicado hace unos meses por Expediciones Polares junto a unas preciosas ilustraciones de Graham Samuels. Desde entonces ya han pasado dos relecturas del volumen y una no se cansa ante la retranca, la prosa afable, entretenida y delicada del escocés. Durante más de doscientas páginas se revelan verdades, falsos prejuicios y vida cotidiana de una estrella del rock un tanto atípica (o no), un diario de a bordo que nos hace volver al primer lustro de los 2.000 por medio de las frustraciones, aficiones y pasiones de un ciudadano tan común como tu y como yo. Todo ello pese al prólogo del radiofónico Julio Ruiz que, en ocasiones, peca de fanatismo adolescente, primando sus vivencias conjuntas al trámite introductor poético que debería ser.
El café celestial (Expediciones Polares, 2016) funciona, precisamente, como una tarde de confesiones, puestas al día, té, café, pintas y cigarros de liar en compañía de un amigo al que hacía demasiado tiempo que no le dedicabas el tiempo adecuado. O ante un completo desconocido. Mientras la lluvia de fuera amilana cualquier ánimo de paseo por la ciudad y la niebla ofrece una barrera demasiado tupida como para intentarlo, la única salida viable es la abstracción y el dejarse llevar por la conversación que te propone (Stuart) Murdoch, quien se desvela como todo un genio en lo que al relato breve se refiere. Lo que a priori podría parecer un libro más sobre idas y venidas entre giras, desenfrenos y grabaciones de discos (sí, también escribe sobre la grabación de Dear Catastrophe Waitress) se convierte en una sucesión de relatos en el que su persona ofrece un perfil humano con el que empatizar en todo momento. Sí, se trata del cantante de una de las bandas más famosas de Escocia pero también de un hombre de mediana edad que disfruta (casi) más de sus pachangas futboleras entre amigos, sus despejes mentales como mediofondista urbano, su trabajo en una parroquia local y de elevados (incluso snobs) gustos artísticos.
Gracias a una prosa firme y de vocabulario exquisito, donde la amabilidad de trato está tan presente como el sentido del humor, (Stuart) Murdoch consigue enganchar al lector a su mundo de bipolarismo pop donde sus traumas se ven expuestos tanto en la puesta en escena de las entregas de premios como en la cuenta atrás en la grabación del disco o en la angustia por el inminente cierre de Tchai-Ovna. Junto a esta parte dramática, el libro también cuenta con sus momentos cómicos donde es visible el sentido del humor sibilino del amante de listas y los viajes en tren en sucesos como su visita al ciclo de cine X del centro de arte contemporáneo de Edimburgo, la recopilación de las definiciones del término ‘sexy’ para sus fans o su encuentro travéstico con Christina Ricci entre bastidores festivaleros. La música no sólo le da de comer sino que es uno de sus mayores hobbies, resultando ser un auténtico fanático de sus compatriotas Franz Ferdinand o Camera Obscura y ofreciéndonos una lista de altura con la que fardar de conocimientos musicales.
Como bien dice Ricardo Cavolo, Belle & Sebastian son como un ejercicio de belleza universal, como una de esas idílicas tardes de la Toscana. Y esta fórmula también es válida para re-definir a El café celestial (Expediciones Polares, 2016) Va más allá de las historietas del abuelo cebolleta o del ejercicio de ego y auto-onanismo típico de los artistas. (Stuart) Murdoch sorprende como esos lugares que inesperadamente se convierten en el hogar al que volver cuando el nido propio consume. El bar de confianza. El Tchai-Ovna.