Quique González despide el año sobre las tablas del WiZink Center (Palacio de los Deportes) de Madrid dentro de la programación del festival Cultura Rock, acompañado por sus inseparables Detectives y unos invitados de lujo: El Drogas, César Pop y David Ruiz.
Cada vez que veo a Quique González subido a un escenario me siento en casa. Si pudiera elegir un lugar en el que vivir eternamente lo haría en un concierto de Quique, perderme en cada uno de sus estribillos y dejarme mecer por los acordes de su acústica. Con casi dos décadas en el mundo de la música ha conseguido que tan solo con acariciar su guitarra a miles de personas se les erice la piel, su música ha traspasado la frontera y se ha convertido en algo más parecido a la magia.
Quique González se colgaba la guitarra el 29 de diciembre en Madrid por cuarta vez en un año con su flamante Me mata si me necesitas (2016) bajo el brazo, en esta ocasión daba un paso al frente y abandonaba la comodidad del auditorio o el Circo Price para enfrentarse al ring del recientemente bautizado como WiZink Center, antiguo Palacio de los Deportes. Una apuesta aparentemente arriesgada que resultó todo un éxito, Quique volvía a casa para comerse Madrid.
El recital comenzaba como ya es habitual, con la cara A del Me mata si me necesitas (2016) sonando sin tregua. Desde que Quique presentó su último disco haciendo doblete en Leganés los nuevos temas han ido creciendo sobre el escenario, ahora vuelan solos y fluyen, ya se han ganado el derecho a ser coreados y celebrados, como ocurre con ‘Charo’, sin duda el favorito del público, y es que la voz de Caroline Morgan nos ha enamorado a todos.
Sobre las tablas el tiempo pareció retroceder tres años, cuando escuchábamos por primera vez el Delantera Mítica (2013). El penúltimo disco del madrileño reclamó todo el protagonismo, tres cortes se encadenaron para acabar con El Drogas haciendo su aparición en escena, el líder de Barricada supo insuflarle toda la rabia y el coraje necesarios a ‘¿Dónde está el dinero?’.
Era el turno de Salitre 48 (2001), con este disco el mundo de muchos de los que estábamos presentes en el Palacio de los Deportes cambió, cada verso encierra una historia de adolescencia a la que viajamos cuando Quique nos canta. Y al igual que nosotros ‘La ciudad del viento’ ya no es la misma que recordábamos y ‘Salitre’ ha madurado de la mano de los Detectives, que le han impreso más electricidad y potencia. Si hay una canción que consigue romperte el alma en dos esa es ‘De haberlo sabido’, pero si además Edu Ortega se entrega al violín y Quique le cede la voz a Nina, el público cae rendido conteniendo la respiración. A lo largo de esta gira Caroline ha pasado a formar parte de Los Detectives, se ha unido a sus filas y su voz se ha convertido en piedra angular de muchas de las canciones del madrileño, haciendo que estas crezcan aún más.
Los Detectives volvieron a la carga con Me mata si me necesitas (2016), para interpretar sin respiro la cara B del disco. Con ‘Relámpago’ Quique celebraba la amistad y saber hacer de César Pop, juntos cantaron desatados esta canción que compusieron a cuatro manos y bailaron al son de las teclas de David Schulthess. ‘La casa de mis padres’ cierra la revisión de su nuevo disco, después de esta extensa gira a Quique se le siguen atragantando las palabras cada vez que alza su voz como en un lamento en ese “papa, la casa huele a mama”; vemos cómo se rompe por dentro, pero también le vemos alzarse con fuerza para continuar recordando a otro gran amigo ya desaparecido, Enrique Urquijo y su ‘Aunque tú no lo sepas’.
Los consabidos bises nos regalaron un cierre perfecto junto a David Ruiz, cantante de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, que hizo suya ‘Y los conserjes de la noche’. Con su voz rota demostró que él siempre está dispuesto a hacernos disfrutar, y así lo hizo acompañando también al músico madrileño en ‘Dallas – Memphis’, dejando un rastro de confeti y al público con ganas de más. La despedida llegó de la mano de ‘Vidas cruzadas’ y el modo karaoke que siempre la acompaña.
Quique González demostró ya hace mucho tiempo que él no es un cantautor al uso, que puede pasar de la guitarra acústica a la eléctrica sin despeinarse y que no tiene reparos en mancharse las manos de rock and roll y liberar a sus ejércitos.