Dicen, y doy fe de ello, que un libro a veces supone un viaje. Pero poco se habla de la expedición por lugares y sentimientos que implica bucear entre canciones. Y, al igual que en la literatura, en la música hay pinceladas autobiográficas de quien compone e interpreta. Xoel López, con su último trabajo, nos ofrece la posibilidad de conocer matices que enriquecen y transportan a otros lugares. Paramales (Esmerarte, 2015) es una amalgama de sonidos con regusto a matambre, arequipe y queimada.

Con un ritmo de fondo que recuerda a las bandas sonoras del oeste, y una guitarra que parece poner énfasis en la importancia del entorno para el desarrollo de la historia, se abre el disco. ‘Patagonia’ es un tema que entra fácilmente pero que engaña. Es necesario escucharla de tres formas distintas para disfrutarla al completo: la primera vez prestando atención a la melodía; la segunda, a la letra; y la tercera a todo a la vez. Es así como se descubren frases íntimas que guardan secretos: “nos enamoramos después de millones de años en medio de una orgía de pingüinos salvajes”. Y para los que alguna vez hayan estado en la Patagonia esta canción pasa a convertirse en un mantra que se repite una y otra vez en la cabeza. Ya no hay posibilidad de escapar de la gélida inmensidad de los glaciares y la desolación de las llanuras.

‘Yo solo quería que me llevaras a bailar’ supone un claro contrapunto. Por un lado, los sintetizadores interpretan un papel casi protagonista pero sin caer en excesos. Por el otro, se descubre la importancia de los coros -que Xoel ya intrudujo sin tapujos en Atlántico (Esmerarte, 2012)- para crear un sonido más humano. Este tema es una explicación hecha canción.

Y si Latinoamérica es un vocablo imprescindible para hablar de Paramales, con ‘Antídoto’ se puede incluso puntualizar más. De Latinoamérica en general se puede pasar a Centroamérica en particular. El acordeón trae consigo un eco a México o Perú que -salvando las grandes distancias- promovió Julieta Venegas con aquella canción que todo el mundo recuerda por haberse escuchado hasta la saciedad. Con esta composición Xoel suena como podría hacerlo el mejor de los pupilos de Silvio Rodríguez. Y si alguien no está de acuerdo le recomiendo lo mismo que con la canción que abre el disco: escúchela tres veces -como mínimo-. También ‘Laberinto’ guarda similitudes con los ritmos mexicanos a la vez que contrasta con los graves que marcan el camino. Parece difícil llegar a estas contrariedades y que suenen bien -más aún cuando da la sensación de que ya todo está escuchado en el ámbito musical y que no queda nada por inventar- pero él lo consigue con un resultado más que óptimo.

El punto más discordante -quizás exageradamente discordante- llega de la mano de lo que es su primera canción en gallego: ‘A Serea e o Mariñeiro’. Es un cambio de tercio muy significativo en el que, aquí sí que sí, me sobran los sintetizadores. A título personal diré que la canción en versión acústica convence sin miramientos, en versión estudio se hace un poco cuesta arriba. Aunque teniendo en cuenta lo poco que le gusta al gallego acomodarse en dogmas, seguramente suponga un terreno más para explorar cuya evolución se verá reflejada en futuras composiciones.

Metáforas, comparaciones e imágenes sensoriales inundan ‘Caracoles’. La melodía hipnotiza desde el primer acorde pero la letra es capaz de crear adeptos. “Su cuello es el puente perfecto a un país encantado. Y en su pecho descansa la fuerza de cien olas del mar”. Sentimientos en tropel invadirán a todo aquel que preste atención al contenido. Como curiosidad añadiré que, según comentó Xoel en alguna entrevista, este tema iba a salir publicado en Atlántico pero el resultado no terminaba de convencerle. No sé si lo a hecho ya, pero debería. Es uno de los ejes fundamentales del disco que se puede escuchar en bucle sin aborrecer. Hasta me atrevería a decir que ni siquiera poniéndola de alarma para despertarse resultaría tediosa. Que ya es decir.

Paramales también es un canto a la migración. Una llamada a la empatía para con las personas que se ven en la necesidad -o no- de irse a otro país. Es una continuación del crecimiento personal que mostraba su primer disco en solitario, del bagaje cultural y la paleta de conocimientos de la que ahora dispone Xoel para crear. Puede que, precisamente estas, sean canciones claves para entender el resto del álbum. De la tenebrosidad de los primeros compases de ‘Un año más’ a la esperanza de ‘Ningún Nombre, Ningún lugar’ -una melodía suave con ritmos rápidos que invitan a bailar y que recuerdan a la fórmula que tan bien le funcionó a Juan Luis Guerra en ‘Ojalá que llueva café’-.

La armónica es un básico del cantautor y fiel reflejo de ello es el track ‘Yo Vi un Hombre Desaparecer’. Quizá sea la que más retrotraiga a temas de su primer trabajo en solitario. Tiene un aire a ‘Joven Poeta’ -el argumento de ambas letras habla de hombres perdidos existencialmente- o ‘De Piedras y Arena Mojada’ -por la dulzura con la que las dos están grabadas e interpretadas-.

En ‘Sol de Agua’ se respira un poco de Deluxe y el tono utilizado en Reconstrucción (Virgin Records España, 2008). Se respira pop-rock. Los coros vuelven a ser protagonistas para despertar del letargo y poner en alerta. Por su parte, ‘Almas del Norte’ suena a que todo es posible aunque solo sea “una canción de invierno”. Que ante la incertidumbre y los fantasmas es mejor bailar. Porque hay días malos, pero puede llegar alguien y hacerte reír hasta que te salgan arrugas de felicidad. Los coros también dejan su huella en este tema cavando un surco de tranquilidad.

No me olvido de ‘Todo lo que merezcas’. Una genialidad para redimirse que nació con la intención de ser un bolero para otro cantante pero que finalmente se quedó en Paramales. “Y que te falte el aire y que te ahogue el silencio y llores todos los días como me hiciste llorar a mi”, pero con la serenidad de saber que uno no apostó a medias y que la vida va de aprender.

‘La Casa Hace Ruido Cuando no Estás’ es el final a medias perfecto. Un cierre, que deja la puerta entreabierta, compuesto íntegramente por su compañera de vida, Lola, que también canta con él. Porque nunca se sabe con qué nos sorprenderá el hombre orquesta la próxima vez. Un hombre orquesta que cuida al detalle la producción de sus discos y que a la hora de ofrecer directos consigue que no eches en falta nada de lo que has escuchado tantas veces en los diferentes reproductores.

Don Xoel acumule usted más experiencias que queremos seguir disfrutándolas. Es una orden.

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