«Sin música, la vida sería un error». La cita corresponde a Friedrich Nietzsche y, para muchos apasionados como yo, es una máxima en nuestras vidas. Procuro ir a dos o tres conciertos todas las semanas, reseño discos en una publicación digital, hago fotos de directos, toco en una banda y, en ocasiones, organizo conciertos. Sin entrar en valoraciones acerca de mi talento —que es mucho—, la mayor parte de estas actividades las realizo más como aficiones que de forma profesional, puesto que las políticas culturales actuales están dejando a este nivel la cultura en general y la música en particular.


Veamos algunos ejemplos prácticos: a pequeña escala, organizar un concierto de un grupo emergente para 80-100 personas apenas reporta beneficios, cuando no pérdidas. Si ponemos la entrada a 5 euros y tenemos la suerte de congregar a 100 personas, obtenemos 500 euros. De estos 500 euros hay que restar el IVA —21%— y el canon de la SGAE —10%— y nos quedan 345 euros. Con esta cantidad hay que pagar a la sala. Pongamos que hemos llegado a un buen acuerdo con ellos y nos dejan en 150 euros el alquiler + IVA (el ya famoso 21%). ¿Le llenas la sala y tienes que pagar? Sí, ellos ponen el espacio, el técnico de sonido, la seguridad, camareros, etc.

Tenemos ya la friolera de 163,5 euros de beneficio. Pongamos que el grupo es de la ciudad y tiene la gran suerte de tener un amigo con furgoneta —benditos amigos con furgo— que va hasta el local de ensayo, les ayuda a cargar los instrumentos y al finalizar el concierto los lleva de nuevo al local. ¿Qué menos que pagarle 50 euros por gasolina, parking y molestias? Si no, habrá que alquilar una furgoneta, o pagar taxis, o coches más parking… Algunas salas te dan la posibilidad de alquilar parte del equipo, pero solo la batería suelen ser unos 50 euros, y vamos por 113,5 euros.

Las pruebas de sonido son sobre las seis o siete de la tarde. Hay que montar, probar y hacer tiempo hasta la actuación. ¿Cómo? Cenando (ya ves, estos músicos que quieren comer y todo). Imaginemos un grupo de cuatro personas, 10 euros por cada una de esas barbas de hipsters que se gastan… Nos quedan 73,5 euros. Si divides 73,5 euros entre los cuatro te quedan 18,3 euros para cada uno. Ah, pero ¿solo tocaba un grupo esta noche? Pues no, lo habitual es que toquen dos o incluso tres grupos para que al menos se aseguren la presencia de sus amigos y compartir los gastos de la sala. Pues ya no salen las cuentas (furgoneta, cenas…). Cobremos entonces las entradas más caras. Claro ¡cómo no se le habrá ocurrido a la industria! ¿Qué ocurre entonces? que la gente no va, así de simple. Ser promotor de este tipo de conciertos es tremendamente complicado y no se obtienen beneficios, lo que deja a las bandas un poco a su suerte y sin un paraguas bajo el que cobijarse.

¿Qué ocurre entonces con los conciertos de grandes artistas? Pues algo similar. Es triste pero desde el “ivazo” cultural las grandes estrellas han borrado a España de sus giras, como ya han hecho Prince o Metallica. O tienen que limitar sus actuaciones como Bruce Springsteen o Beyoncé, o poner precios totalmente desorbitados, lo que no agrada a los artistas y hace que la cultura sea sólo para unos pocos que pueden pagarla, o que se convierta en algo anecdótico. A esos precios apenas te puedes permitir un concierto al año.

Pero, ¿al menos estamos ganando en impuestos? Obviamente no. Si las grandes estrellas limitan mucho su paso por España o directamente no vienen, no se recauda. Si las bandas emergentes y las salas pierden dinero con sus conciertos, o bien no los dan o se hace todo en negro.

¿Qué sentido tiene entonces el IVA al 21%? Ninguno, más allá de ser un claro castigo al mundo de la cultura por sus apoyos a políticas más progresistas. Entonces, ¿todo se arreglará con un nuevo Gobierno que cambie y mejore esas políticas culturales? Quizá, pero ¿y todo lo que se ha perdido estos años? Miles de empleos, salas cerradas, desprofesionalización del sector… La gente no va a volver a las salas a consumir música de la noche a la mañana porque vayan a bajar el IVA. El sector va a necesitar ayudas para paliar los estragos que estas políticas tan perniciosas han tenido durante estos cuatro años. La solución, que no va a ser sencilla, pasa por reunir a todos los actores de este triste drama: músicos, salas, promotores, discográficas y políticos, y lograr consensuar soluciones que le devuelvan la dignidad y la competitividad a un sector maltratado. Es urgente que se haga y se haga bien.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *