Para mi Nunatak era uno de esos grupos a los que ver en concierto es todo un riesgo, me enamoré de ellos a la primera escucha de su “Nunatak y las luces del bosque”, y tras oír tan buenas críticas sobre sus directos mis expectativas eran muy altas.
La madrileña sala El Intruso se iba llenando con un lento goteo de gente; la cerveza corría, las risas y la buena música inundaban el local. A las diez de la noche las luces se desmallaron y los siete (sí, siete) miembros de Nunatak subieron con sumo cuidado a las tablas, situados estrategicamente y casi como si de un tetris de instrumentos y músicos se tratase se colocaron en el pequeño escenario.
Con el primer corte todas mis dudas se disiparon, sonaban hasta mejor que en el disco, fue “Entre los árboles” la encargada de romper el hielo, la misma que despide su primer trabajo en largo. Esta desembocó en la enérgica “La cuarta dimensión”, el ukelele de Adrián nos atrapó con su ritmo. Los de Cartagena, que tocaban por primera vez en Madrid, no podían disimular los nervios y la emoción de ver una sala llena de amigos y gente con ganas de disfrutar con su música.
Poco a poco fueron desgranando los temas de su disco y también alguno de primer LP, como fue el caso de “Nubes”. Los nervios fueron desapareciendo, dejando paso a las miradas cómplices y las risas, llegando a transmitir al público esa sensación de placer ante el trabajo bien hecho. Casi sin darnos cuenta llegamos al ecuador del concierto con uno de los momentos más mágicos de la noche, en “Miscelánea” las tres guitarras y la maravillosa percusión de Alex Dumdaca, nos dejó a todos con la boca abierta gracias a sus ritmos. Siguió una versión del gran tema “Ring of fire” de Johnny Cash, las voces de Erin y Adrián nos hicieron volver durante unos minutos a los años 60. Y así llegamos a los bieses y a los “oootraa, oootraaa” y Nunatak, sin bajarse del escenario nos regalaron los tres últimos temas que nos dejaron la sonrisa puesta durante toda la noche.
El sonido de Nunatak es especial, consiguen crear una atmósfera tan mágica con el violín y los vientos que cuando les escuchas no podrás evitar repetir una y otra vez. Esperemos que no tarden mucho en volver a la capital.
Texto: Alba Montero
Fotos: Aída Cordero