Nuestra sociedad ha llegado a un punto en el que sabemos que la única forma de llegar a la masa, de sorprenderla y que le gustemos, es llevándolo todo hasta el límite. Hasta el absurdo más lejano, ese que ni siquiera somos capaces de avistar con un telescopio.
Pasa en la música, donde ya no solamente los grupos de heavy y metal consiguen que los oídos nos estallen con nuevos riffs y redobles imposibles, sino que también lo empieza a hacer el rock, diciendo que es experimental, el rap, mezclándose con estilos que empiezan directamente a no tener sentido, o la electrónica, donde casi es más interesante la pinta del DF que la música que hace. Este tipo de búsqueda que solamente podrá parar cuando encontremos con que chocar, hace unos años habría sido tachada por cualquiera de absurda o excesiva, de algo que no tenía futuro porque nadie en su sano juicio podría comprender, y ya no digamos disfrutar, algo que tratamos de maquillar como “arte” cuando, casi siempre, es solamente una forma desesperada de hacernos notar dentro de un mundo en el que cada vez, y a una velocidad que asusta, hay más músicos, escritores o cineastas.
Pero, como animales de costumbres que somos, nos hemos llegado a acostumbrar y, al final, disfrutamos de chorradas tan grandes, sin sentido y, sobre todo, imposibles como esta Non-Stop.
Vale que en el cine es más fácil hacer que el espectador se acomode y se crea, o al menos se tome un poco en serio, todo lo que pasa en la pantalla cuando hay actores que, con el paso de los años, han conseguido llegarnos al corazón con actuaciones vibrantes y que, sobre todo, no se toman más en serio de lo que deben. Ahí están los ejemplos, modernos, de Jason Statham, The Rock, Mark Wahlberg, todos los que salen en las películas de Los Mercenarios y, el que nos toca, Liam Neeson.
Este irlandés tan majo, y ante todo buen actor, ha ido alternando desde el 2008, cuando la obligada Taken salió a la luz, actuaciones estelares con otras que son, de lejos y por mérito propio, las que van a hacer que pasados unos años todos le recuerden; las de tipo duro que no le tiembla la mano a la hora de pegarte cinco tiros en la cabeza, y después se fuma un cigarro y a otra cosa. No se puede negar que con su estatura y su cara, esa que lo mismo te dice que te quiere que te está partiendo el alma con los ojos, tenía todas las papeletas de ser uno de esos actores que se centran en las películas de acción, pero es que además ha sabido escoger entre las buenas y las malas, entre las que no se habría lucido de esas que no podríamos imaginar ahora mismo sin estar él en el papel principal.
Y esta, claro, está entre esas elecciones buenas no, buenísimas.
La película es, digámoslo sin tapujos, de un imposible cercano a la agobiante Encerrado, por lo que hay que verla sabiendo lo siguiente: no tiene ni pies ni cabeza, ni pretende tenerlos. La pregunta inicial y típica donde las haya (¿quién es el malo?) tiene una respuesta tan difícil de adivinar, a no ser que seas discípulo aventajado de Agatha Christie, como innecesaria, porque lo de menos es quién es el cabrón/a que le está fastidiando el viaje al señor Neeson, eso ya nos lo dirán cuando toque, lo que de verdad vale la pena es ver como este guion va mareándonos de un lado al otro mientras los dos protagonista principales, Julianne Moore aparte de estar tremenda para la edad que tiene y ponerle ojitos a Liam hace lo que puede, desconfían hasta de su madre, y con eso nos llevan a través de una hora y treinta y nueve minutos que no se hacen largos, cosa que en este tipo de cine se agradece mucho no, muchísimo, porque antes de que empieces a plantearte, o preguntarte, que estás haciendo perdiendo el tiempo con esta historia sin sentido ya sabes quién es el villano/a y entonces sales del cine contento como nadie. Y encima la vas a recomendar, como estoy tratando de hacer ahora.
Es una película que, sin duda, hay que ver, y si puede ser rodeado de amigos y de cervezas sin dejar de hablar y de comentar todo lo que veamos, y si se hacen chistes sobre lo que está pasando en la pantalla mejor que mejor. Es absurda y divertida, a veces no te importa porqué pasa algo, es que no se toma en serio ni con el cartel oficial (es el final, así os lo digo), pero qué más da, el cine a veces es solo una forma de divertirnos, de pasar el rato sentados solos, o acompañados, viendo algo en lugar de estar en la calle delinquiendo mientras respiramos un aire que cada día nos mata un poco más. Así que llamadme lo que queráis por decir que ver Non-Stop es mejor que veros a algunos de vosotros la cara, porque sin duda lo fue y, ahora mismo que la estoy volviendo a ver, lo sigue siendo.